A
pesar de lo que comúnmente pensamos, el potencial va más allá de la
inteligencia, de la disciplina y ¡no digamos de las buenas notas!
El potencial
implica la capacidad de adaptación al cambio,
el poder permitirnos no sentir un error como un fracaso, darnos el espacio para
descubrir y permitir que destaque aquello que nos hace particulares, aquello
que disfrutamos haciendo y en lo que somos buenos, independientemente de las
comparaciones con respecto a otros.
Vivimos en un mundo de constantes cambios y de ritmos vertiginosos. El escenario actual –en el que no se puede perder de vista el clima científico, político y económico- plantea retos y puntos de reflexión. Este es el escenario en donde tiene lugar la educación de nuestros hijos y esto implica un reto para el padre/madre y su función, así como para el centro educativo.
Pero
no perdamos de vista que, aún más, plantea un reto para el niño/adolescente,
quien ha de responder a un nuevo entorno con la base de un viejo modelo que aún
lucha por modernizarse.
Para abordar este tema con el rigor
que consideramos ha de tratarse, sugerimos adoptar un doble enfoque, muy ligado
a nuestra metodología de trabajo:
·
Lo
novedoso: A veces pequeños cambios tienen grandes efectos.
·
La
confianza en el propio potencial y en el de los hijos (en especial, aquél del
niño y del adolescente), así como la forma en la que este se enriquece a través
de los vínculos familiares y del centro educativo.
A este respecto, rescatamos el papel fundamental de los
padres en la construcción de la imagen que tiene el niño y el
adolescente de sí mismo.
Es imprescindible que creamos en ellos,
que les escuchemos y que les ayudemos a descubrir, desde etapas tempranas, lo
que les apasiona, intentando gestionar nuestras propias expectativas, miedos y
fantasías para que poco a poco, con nuestro apoyo, se vayan adentrando en la
zona de aprendizaje que hará que salga a la superficie su propio potencial.
Consideramos
que el papel de los padres debería ir más allá de la monitorización de los
deberes o resultados académicos. Implica el compromiso de éstos de incluir en
el compartir familiar actividades reflexivas que favorezcan su pensamiento
crítico, conectando con el eje social. Estas actividades pueden llevarse a cabo
durante las tareas cotidianas de forma que no requiera una inversión de tiempo
extra, teniendo en cuenta las diversas tareas que los padres han de asumir. Por
ejemplo, durante la cena, comentar temas de actualidad y preguntarles qué
opinan ellos, antes de dar nosotros nuestra opinión al respecto.
La
educación de los niños ha estado colmada de determinismos relacionados con la
capacidad cognitiva, el tiempo invertido en los temas académicos y el refuerzo.
Frases como “es que yo no soy de mates” o “yo soy más bien deportista” o “yo no
soy listo, pero sí constante” nos sonarán. Algunos apuntes que pueden ayudar al
respecto:
ü Más
allá de nuestras creencias y miedos, debemos intentar ayudar a nuestros hijos a
demostrar en qué son buenos en base a sus propios gustos.
ü En
familias de varios hijos, hay que hacer un esfuerzo por evitar comparaciones
entre hermanos.
ü Reflexionemos
acerca de nuestras propias creencias y expectativas, para evitar falsas
creencias en cuanto a las habilidades del niño.
ü Los
seres humanos aprendemos todo el tiempo, incluso sin darnos cuenta. La relación
educadora de los padres e hijos es bidireccional. Aunque tenemos más
experiencias y conocimientos, no siempre sabemos que es, de todo aquello que
les aportamos a los hijos, lo que van recogiendo. Para ello es imprescindible
escuchar. Escucharlos.
ü Ejemplo:
“Nunca se debe repasar horas antes de un examen, yo lo hacía así y me
funcionó”. Hay chicos que son tan visuales, que el repaso de 20 minutos antes
del examen les ayuda a terminar de encajar y organizar todo lo que han
estudiado. Así que los consejos no vienen mal, pero ¿qué tipo de estudiante es
tu hijo?. Quizá a él le sirva para controlar la ansiedad, mirar a sobrevuelo
los apuntes 5 minutos antes de entrar al aula…
Reflexionemos
acerca de las dinámicas y formas de funcionamiento en nuestro entorno familiar.
ü Muchas
veces le decimos a nuestros hijos que no está mal cometer errores, sin embargo,
saltamos al mínimo error que cometen ellos, nuestra pareja o nosotros mismos.
ü “Como
mis padres nunca me dejaron estudiar música aunque me gustara, quiero que mi
hijo sí estudie música”.
ü Decimos
MUCHO con los gestos. Los gestos deben estar acompañados de algo verbal que
concuerde.
ü No
debemos ser "el ejemplo del mal ejemplo". Si le decimos a nuestros
hijos: "No se deben decir mentiras", no sería coherente comentarles
algo de este estilo: "Por favor, contesta el teléfono y di que no
estoy"
ü El
cómo nos comunicamos con nuestros hijos en cuanto a sus talentos, habilidades,
errores, esfuerzo… es clave en la tarea de descubrir su potencial. Creamos las
oportunidades para que este salga a flote, muchas veces, a través de aquello
que expresamos.
Más allá de
los temas académicos, que son aquellos que suelen tener prioridad al momento de
detectar las fortalezas y debilidades de nuestros hijos, os invitamos a
reflexionar sobre los aspectos comentados ya que juegan una función primordial
para permitirnos descubrir el potencial que éstos tienen.
Y
como cierre, recordar que no es necesario hacer grandes esfuerzos ni grandes
cambios. Como dijimos al principio "pequeños cambios tienen grandes efectos" y si estos se originan en
el entorno familiar y son reforzados en el ámbito educativo, favorecerá el
enriquecimiento del niño y hará aflorar el potencial que lleva dentro.
Artículos relacionados:
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu comentario. Un cordial saludo. El equipo de Kreadis