lunes, 15 de mayo de 2017

Reforzar la autoestima de nuestros hijos I

La autoestima es un concepto que se ha puesto de moda últimamente; solemos escuchar comentarios tales como "a Carmen le va muy bien en la vida, tiene una autoestima tan alta que ¡cómo no le va a ir bien!", "los López tienen problemas con su niño, es que tiene una autoestima muy bajita el pobre, tendrían que ayudarle a que mejorase el concepto que tiene de sí mismo".

Muchos de los conflictos o éxitos personales, los relacionamos directamente con el “nivel” de autoestima, y en muchos casos, parece que nos resulta fácil detectar cómo está el “termómetro de la autoestima” en aquellos que nos rodean. Sin embargo, a pesar de ser un concepto tan ampliamente utilizado, seguimos sin tener claro cómo podemos alimentar o aumentar la autoestima o el sentimiento propio de valía.

Solemos confundir los conceptos de “autoestima” y “autoconcepto”. Por ello, creemos interesante revisar algunos matices en cuanto a su significado.

En los últimos años la investigación del autoconcepto y la autoestima está despertando gran interés. La mayoría de los autores asocia el término autoconcepto a los aspectos cognitivos del conocimiento de uno mismo, y utilizan la denominación de autoestima para los aspectos evaluativo-afectivos. Cardenal y Fierro (2003) han definido el autoconcepto como un conjunto de juicios tanto descriptivos como evaluativos acerca de uno mismo; considerando que éste expresa el modo en que la persona se representa, conoce y valora a sí misma. Aunque a menudo se usan de manera equivalente autoconcepto y autoestima, ésta última constituye el elemento valorativo del autoconcepto, es decir, del autoconocimiento.

La autoestima pues vendría a ser un conjunto de percepciones, sentimientos y evaluaciones que hablan de la autovaloración de uno mismo, de la propia personalidad, de las actitudes y de las habilidades, que son los aspectos que constituyen la base de la identidad personal. Ésta se construye desde la infancia y depende de la forma de relación con las personas significativas, principalmente los padres, que representan las primeras figuras de apego y referencia.

Foto: Phillip Haumesser
Los primeros años de la vida de un niño son vitales para construir una autoestima sana. Como padres, no es fácil controlar cómo ven, oyen o piensan nuestros hijos, ni cómo esto contribuirá a construir una imagen de sí mismos. Durante estos años, lo que los niños experimentan y comprenden, así como los esquemas mentales que van conformando (tanto en términos positivos como negativos) puede tener más importancia de lo que creemos. Es indudable que los padres tenemos un papel importante en cuanto a la cantidad y calidad de estos inputs en el cerebro de nuestros hijos. A mayor número o mejor calidad de inputs, mejores herramientas tendrán para enfrentarse con los retos que el futuro les depara.

Las expectativas poco realistas sobre las posibilidades de los hijos suelen provocar en ellos el deseo de aprobación y afecto, así como la necesidad de obtener metas personales que no estén de acuerdo con sus verdaderas aspiraciones individuales y sus capacidades reales, lo que puede llevarles a experimentar los fracasos como un acontecimiento que deriva en la pérdida de autoestima.

Nuestra habilidad para trabajar mejor y de manera más eficiente con los chicos tiene mucho que ver con trabajar con su autoestima. Pero ¿cómo se hace eso?

Hemos encontrado una buena analogía en una charla facilitada por Rick Lavoie que esperamos os sirva para poder comprender y ayudar a vuestros hijos.

Lavoie nos invita a imaginar la autoestima como algo tangible, como por ejemplo fichas de póker. Si tenéis una buena autoestima, tenéis un montón de fichas de póker y si la tenéis muy bajita, pues tendréis pocas fichas. ¡Así de simple!

Vamos a verlo de manera más gráfica con un ejemplo. Pensemos en dos niños, que bien podrían ser compañeros de clase de alguno de nuestros hijos. Uno de ellos, llamémosle “Toni Guay”, tiene miles y miles de fichas de póker. ¿Cómo las consiguió? Las obtuvo, por ejemplo, con todas las cosas buenas que le enriquecieron a lo largo de su vida:

- Le eligen como delegado de clase.
- Sale en el periódico del cole como alumno con iniciativa y motivación por proponer un sistema de reciclado de papel.
- Metió un gol decisivo en el último minuto del partido.

Toni tiene muchísimas fichas de póker. Ha vivido muchas experiencias que le confirman su valía y que le confirman, además, que es apreciado por quienes le rodean, por lo que se siente bien consigo mismo. Toni, como cualquiera de nosotros, pierde fichas cuando las cosas “no le salen bien”, o cuando ocurren cosas que no le gustan, como, por ejemplo:

- La chica que le gusta acepta ser su pareja para la fiesta de graduación (por lo que gana 20.000 fichas de póker más).
- Sin embargo, le sale un grano el día de la fiesta (lo que le quita 5.000 fichas de póker).

Aun así, en el “recuento” de Toni, aún le quedan 15.000 fichas, entre “sus más y sus menos”. En este punto, sería necesario tener en cuenta la capacidad de Toni para tolerar la frustración, tema que hemos delineado en notas anteriores y que abordaremos con mayor profundidad en próximos artículos. Si Toni es capaz de tolerar la frustración que puede implicar el grano que le ha salido, será capaz de apoyarse en todas las fichas de póker que ha conseguido y sentirse bien consigo mismo.

Con este tipo de experiencias Toni es un chico que va a la escuela cada día con un montón de fichas de póker a su espalda.

A su lado se sienta “Paco Pecas” quien a lo largo de su vida ha conseguido reunir un montoncito de fichas de póker que le caben en la palma de su mano.

- No ha llegado a ser delegado de clase en los cursos por los que ha pasado y suele pasar desapercibido en su clase.
- En los partidos de fútbol, “chupa” mucho banquillo.
- Las chicas que le hacen caso tienen menos fichas de póker que él.

Tanto Toni como Paco están dentro del mismo sistema, juegan la misma partida, se les valora con las mismas normas y tienen que jugar teniendo ambos una gran diferencia de fichas en sus manos. Esto no parece justo ¿verdad?

Imaginemos ahora que proponemos jugar contra nosotras con la cantidad de fichas que tiene Paco, mientras que nosotras lo haremos con las que tiene Toni. ¿Cuál sería vuestra primera reacción? ¿Querríais jugar? Es muy probable que la respuesta fuese que no.
Foto: Stephen McMennamy

¿Qué es lo que creéis que está queriendo decir Paco cuando les dice a sus padres "no quiero ir al colegio, por favor, no me hagáis ir, me duele muchísimo el estómago, tengo ganas de vomitar, me duele mucho la cabeza, dejadme quedarme en casa hoy, por favor"? Probablemente lo que está queriendo decir es "no tengo suficientes fichas, no me hagáis jugar a este juego, ¡es casi imposible ganar!"

Pero le decimos que tiene que jugar; la ley dice que tiene que jugar, así que le decimos que tiene que ir a la escuela.

Es como si nosotras os dijéramos "lo sentimos, aunque no queráis jugar al póker con nosotras, igualmente vais a tener que jugar con la cantidad de fichas que tenéis".

Imaginamos que vuestra sensación de impotencia y frustración sería alta en ese momento. No obstante, tenéis que jugar. Vosotros con pocas fichas y nosotras con cientos de ellas.

En este caso ¿Cuál sería vuestro estilo en el juego? ¿Sería arriesgado o sería conservador?

Tendríamos respuestas variadas ante esta pregunta, dependiendo de vuestro perfil de personalidad.
Habría personas que apostarían todo, pensando en “¡qué más da!”, sintiendo de antemano que lo tienen todo perdido.... Por lo que “cuanto antes se acabe el mal trago mejor”.

Este es el caso de los jóvenes que se vuelcan en conductas de riesgo, esos que de alguna manera dicen “no me importa", claro que voy a probar las drogas, alcohol y tabaco, podría unirme a pandillas, me atrevo a caminar por el tejado de esa casa, traspasar las normas. No tengo nada que perder, ni buena reputación, ni respeto, ni consideración, casi no tengo amigos de verdad y la opinión que de mí tienen la mayoría de las personas no es especialmente buena. ¿Por qué no ser impulsivo y apostarlo todo? ¡No me importa!”. Este tipo de pensamientos y conductas parten de un maltratado sentimiento de valía y buscan, de manera errónea, conectar con los demás, encontrar límites y la individualidad, así como llamar la atención de otros.

Foto: Robert Jahns
Por su parte, en el caso de aquellos que habríais decidido apostar de manera conservadora, probablemente lo iréis haciendo ficha a ficha. Eso es lo que puede estar haciendo Paco cuando dice, "no quiero pedirle a la chica que me gusta que salga conmigo; no quiero exponer mis cuadros en la semana del arte del cole; prefiero quedarme en el banquillo porque si me sacan y no meto gol se van a meter conmigo; no quiero seguir en tenis porque me ha dicho mi entrenador que ya estoy preparado para ir a los torneos y no quiero competir; no quiero ir al campamento de verano... Me voy a aferrar a mis pocas fichas y no las voy a soltar, no las puedo perder, no puedo perder ni una sola de ellas."

Si Toni y Paco están en la misma clase y el profesor pregunta ¿cuál es la capital de Dinamarca? Toni piensa: "Yo creo que es Oslo, aunque no estoy seguro. Como tengo un montón de fichas, si me equivoco, solo perderé unas pocas" Y dice en voz alta: "Es Oslo" y el profesor dice: “No Toni, esa no es la respuesta correcta”.

Paco está pensando que Oslo no puede ser porque es la capital de Noruega, y la respuesta correcta cree que es Copenhague, pero solo tiene un puñado de fichas y no se atreve a contestar porque en el recreo tiene que hablar con Dani y su grupo para pedirles la pelota que le quitaron ayer. Su padre le ha dicho que no vuelva a casa sin la pelota, así que necesita todas sus fichas para hacer frente a Dani y su grupo.

El profesor dice, "la respuesta correcta es Copenhague" y Paco piensa: "Lo sabía... debí haber contestado". Sin embargo, es probable que en futuras ocasiones Paco tampoco se atreva a contestar, intentando mantener las fichas de póker que tiene intactas; “no gano, pero tampoco pierdo”.
Uno de los factores que más influyen en las conductas y percepciones de nuestros chicos es que “no tienen suficientes fichas”.

Entonces ¿cómo les damos más fichas y aumentamos su autoestima? Construyendo a partir de sus fortalezas; es lo que Bob Brooks llama "la isla de competencia", es decir, aquellas actividades en las que el niño destaca más fácil y naturalmente.

Foto: Ahn Young Joon
Es habitual que, cuando existen dificultades, la forma de trabajar el proceso de mejora se basa en un enfoque hacia las áreas que el niño debe “perfeccionar”, es decir, en sus “debilidades”. El tipo de intervención en los casos en los que el niño tiene dificultades sociales, en la comunicación o en la comprensión, suele abordarse intentando arreglar lo que no funciona, se enfoca en la deficiencia, en muchos de los casos, a través de métodos que no siempre atienden la raíz del problema.

Todos poseemos fortalezas, pero algunas veces no son tan obvias. Hay que descubrir todas aquellas cosas que tu hijo hace bien, aquellas en las que es competente, sus fortalezas, y darle toda la importancia que tiene, hacerlas evidentes, reconocerlas y celebrarlas.

Por ejemplo, Laura, una joven de 15 años, tenía dificultades para llevarse bien con sus compañeros, sin embargo, los niños pequeños siempre se le acercaban. Por ser ese su punto fuerte, comenzó a cuidar niños y esto le hizo desarrollar y aumentar su confianza. Según iba sintiéndose mejor consigo misma, fue capaz de examinar y cambiar su enfoque respecto a sus compañeros, lo que la llevó a ser más aceptada por sus iguales.

Por ejemplo, si a tu hijo se le da bien utilizar el destornillador, cada vez que necesites ajustar algún tornillo, puedes pedirle que lo haga por ti, de manera que haya un reconocimiento indirecto de su habilidad.

Una vez encontradas las aéreas de fortaleza del niño hay que construir sobre ellas. Para ello, es esencial realizar un trabajo conjunto entre la casa y la escuela, con vías de comunicación claras entre el colegio y los padres de familia. Cuando los niños descubren sus puntos fuertes, se hallan más dispuestos a encarar incluso esas áreas que han resultado ser problemáticas para ellos.

Hay que ser unos excelentes buscadores de talento con vuestros hijos y fomentárselos. Esta es una de las mejores formas de darles más fichas de póker cada día.

Como padres y educadores, una de las labores más importantes que debemos hacer con nuestros hijos para mejorar su autoestima es encontrar sus fortalezas y buscar la forma de que cada día se vayan a la cama con más fichas de póker que las que tenían cuando se levantaron.

Artículos relacionados:
Reforzar la autoestima de nuestros hijos II
Las islas de competencia y la percepción del éxito

Artículo preparado por Kreadis con información de:
  • Definición de Autoestima - La guía de Psicología http://psicologia.laguia2000.com/la-depresion/definicion-de-autoestima#ixzz4giCdpS00
  • Garaigordobil M. y Durá A. - Relaciones del autoconcepto y la autoestima con la sociabilidad, estabilidad emocional y responsabilidad en adolescentes de 14 a 17 años - Análisis y modificación de conducta, 2006, Vol. 32, Nº 141.
  • Rick Lavoie - La autoestima como fichas de póker
  • Brooks, Robert, Goldstein, Sam- Building Resilient Children (2001)
  • Brooks, Robert, Goldstein, Sam- Building Resilient Children (2001)

sábado, 13 de mayo de 2017

Descifrando el código del sufrimiento emocional en el estudiante

En posts anteriores hemos podido ver cómo el proceso de aprendizaje puede verse afectado en los casos en los que el cerebro tiene algún tipo de sufrimiento, dolor o padecimiento. En este sentido, consideramos de gran ayuda el que las personas implicadas en el proceso de aprendizaje tales como profesores, padres, educadores, etc., puedan conocer las claves del sufrimiento emocional de los adolescentes para poder entender qué les pasa y saber cómo poder ayudarles.

Cuando no se es consciente de que existe esta posibilidad, tanto los adultos implicados en el tema como los propios adolescentes se sienten atrapados y no resulta fácil salir de estas situaciones de bloqueo emocional.

En este sentido, apuntamos algunas claves que podrían ayudar a desbloquear este tipo de situaciones y determinar cómo poder ayudar a los estudiantes a cambiar sentimientos y estados emocionales de hostilidad, depresión, ira...en algo que resulte positivo y constructivo para ellos.

Nos gustaría aprender a responder y ayudar a los estudiantes cuyas respuestas al estrés se activan de manera crónica y hacerle saber que ellos y sus comportamientos son algo más que solamente su parte genética o sus aspectos biológicos, o su historia y bagaje familiar y de su entorno.

También sería de mucha utilidad el saber compartir con los jóvenes más frágiles que sus traumas del pasado pueden fortalecerse, en lugar de endurecer sus mentes y sus corazones.

No es necesario vivir en constante conflicto y dolor.

Lo que intenta comunicar el comportamiento ‘negativo’ del estudiante

Las personas que sufren, de manera no intencionada, suelen causar dolor a otras personas. Esto ocurre dado que, cuando los adolescentes se sienten amenazados, se protegen de la mejor forma que pueden o que saben: mienten, manipulan y sufren la ruptura de las relaciones con sus iguales cuando éstos les perciben como inseguros, impredecibles y/o amenazantes.

Foto: Alfonso Martí
Tales comportamientos pueden ser interpretados como una forma de comunicación y en estos casos resulta educativo y constructivo poder leer entre líneas o intentar descifrar qué es lo que realmente están intentando comunicar este tipo de conductas (desafiantes, rebeldes o no deseables).

Una vez que vemos y entendemos estas manifestaciones como formas de comunicar un estado de dolor y sufrimiento, que el adolescente es incapaz de expresar verbalmente, o de otras maneras, será posible hacerse la pregunta: ¿qué fortalezas esconden estos jóvenes? Y poder sacarlas a la luz y mostrárselas a ellos.

Esto se podría considerar como el comienzo de un proceso saludable de “cura”. Tan solo con un pequeño cambio de foco en la relación que se mantiene con ellos, ya sería posible generar un cambio.

El modo en el que nos acerquemos a ellos irá cambiando, así como el tipo de preguntas que les iremos haciendo.

No es lo mismo preguntar ¿qué es lo que pasa contigo? De manera inquisitiva, que preguntar ¿sabes si te has podido haber equivocado en algo? Si es así, ¿hay algo que crees que podrías haber cambiado?

Las siguientes preguntas pueden ser de gran ayuda para esos momentos en los que nos sentimos atrapados. Se podrían utilizar como excelentes iniciadores de conversaciones que pueden provocar reflexión en los jóvenes, que pueden ayudar a que tengan otras perspectivas, sentimientos y pensamientos a los que quizás no pudiesen detectar o entender por sí mismos:

1. ¿Qué quieres?
2. ¿Tiene un plan?
3. ¿Qué necesitas para llevarlo a cabo?
4. ¿Cuáles son tus recursos?
5. ¿Cómo puedo ayudarte?
6. ¿Qué sería lo que te podría resultar difícil?
7. ¿Cuál podría ser el mejor resultado posible si pones el plan en marcha?
8. ¿Qué es lo peor que podría pasar?
9. Tu interpretación del tema, ¿qué nivel de realidad tiene del 1 al 10?
10. ¿Qué te hace pensar que esto es así y en qué te basas para decir esto?
11. ¿Cuál sería el primer paso que tendrías que dar para mejorar esta situación?

Cuando se les escucha con la mente abierta y de manera sensible y atención plena, es probable que se pueda identificar si las respuestas que nos facilitan son justificadas. Esta es una gran oportunidad para validar lo que se escuchó y simplemente estar presente.

Restablecimiento de las expectativas

A continuación, presentamos tres procesos colaborativos que ayudarán a los estudiantes a reajustar sus expectativas y a enfrentan un desafío académico, emocional o social.

1. “Recableando” los cerebros de los adolescentes / estudiantes

Foto: Sergio Sánchez
Una primera sugerencia es que los profesores confeccionen una lista de puntos o palabras clave sacadas de las que cada estudiante haya utilizado al compartir sus sentimientos y pensamientos. Estas palabras pueden luego incorporarse a una historia que los propios estudiantes generen como parte de un trabajo a una actividad que puedan compartir. La finalidad es que sea el profesor el que pueda ayudar a los estudiantes a percibirse como expertos en sus propias vidas. Como co-diseñadores, podremos ayudarles a dibujar un mapa mental que pueda ilustrar los pensamientos y sentimientos de los estudiantes y les ayude a entender nuevas opciones y oportunidades, y puedan percibir sus retos como algo que puede conquistarse.

Nuestros cerebros están diseñados y cableados para procesar los cambios y son capaces de realizar nuevas conexiones con cada nueva experiencia, pensamiento y relación que realicemos. Esta plasticidad ofrece una estupenda oportunidad a profesores, educadores y padres para poder ir generando nuevas conexiones en el cerebro del adolescente con sufrimiento emocional.

2. Aprendiendo de las emociones

Sería muy interesante que profesores y educadores asumiesen la responsabilidad de compartir con sus estudiantes los avances que se han realizado en cuanto a la investigación del funcionamiento del cerebro. Los descubrimientos en neuroanatomía de los años 90 nos permitieron observar imágenes en directo de los procesos metabólicos del cerebro. En cuanto un cerebro responde a una orden o ante una imagen, sus sentimientos y lóbulos cognitivos se activan. Ahora podemos comprender el importante papel de las emociones, así como el impacto del estrés en la función cerebral y el aprendizaje. El hecho de compartir esta información con los estudiantes puede mejorar sus métodos de autoevaluación, incrementando así sus respuestas personales a la estimulación y una mejora de su sentido de eficacia.

3. Bienestar del Maestro

No hay nada más significativo en la relación estudiante-maestro que la autoconciencia y autocuidado del propio educador. Nuestros estados emocionales (nuestro afecto no verbal) acaban permeando y afectando nuestras relaciones con los estudiantes. Todo lo que sentimos y experimentamos cuando nos relacionamos con ellos es rápidamente y de manera inconsciente recogido por ellos y replicado por ellos también. No podemos ignorar que existen estados de contagio emocional. Para contrarrestar estados de “contagio negativo” hay recursos interesantes que pueden resultar de gran ayuda, como la práctica del yoga, la lectura, caminar, etc. Un consejo es planificar cada día dos actividades que sean nutritivas para el educador, que le llenen emocionalmente, de manera que ayudan a mejorar las relaciones con los estudiantes. Desapegarse en estos momentos es fundamental para el bienestar del educador.

Como dijo una vez el poeta Mary Oliver, "¡La única vida que puedes salvar es la tuya propia!"

Como profesor, ¿qué prácticas de autocuidado llevas a cabo? ¿Y cómo ayudas a los jóvenes a trabajar y aprender de sus emociones? Preguntas reflexivas como esta, son una herramienta clave para profundizar en la comprensión y gestión del mundo emocional, de manera que alimenten un clima sano para nuestros estudiantes y adolescentes.

Artículo elaborado por Kreadis con información de:

Desautels, Lori, "Cracking the Code of Student Emotional Pain" (2015). Scholarship and Professional Work – Education. Paper 103. - http://digitalcommons.butler.edu/coe_papers/103


jueves, 11 de mayo de 2017

La gestión de los padres en los conflictos entre hermanos

La relación entre hermanos representa un espacio de ensayo natural para que los niños aprendan sobre su mundo y sobre las relaciones. Se trata de un lugar seguro en donde pueden ensayar cómo interactuar con otros, aprender a gestionar los desacuerdos y conflictos, así como a regular sus emociones de manera sana. Las relaciones entre hermanos proporcionan un contexto para el desarrollo de la comprensión de sus mundos sociales, emocionales, morales y cognitivos. En particular, los hermanos juegan un importante rol en el desarrollo de la comprensión respecto a la individualidad de otros, es decir, sus emociones, pensamientos, intenciones y creencias.

Los hermanos representan figuras alternativas de apego y los beneficios de establecer relaciones cálidas, seguras y positivas pueden extenderse a lo largo de la vida del niño. Estas relaciones son esenciales para su adaptación psicosocial en la infancia y desempeñan un papel clave en su desarrollo emocional. De todo ello deriva la importancia de que sepamos promover las competencias sociales y emocionales que se despliegan en la dinámica entre hermanos, e intervenir en casos de dificultades para fomentar las experiencias positivas en la relación entre ellos.

Según las psicólogas Nina Howe y Holly Recchia, son 4 las principales características que se presentan en las relaciones entre hermanos durante la primera infancia:

-En primer lugar, las interacciones entre hermanos son relaciones definidas por fuertes emociones, sin inhibiciones, que pueden tener una carga emocional de distintas cualidades, positiva, negativa y, a veces ambivalente.

-En segundo lugar, las relaciones entre hermanos son definidas por la intimidad: cuando son jóvenes gastan grandes cantidades de tiempo jugando juntos, se conocen muy bien. Esta larga historia y un profundo conocimiento, se traducen en oportunidades para proporcionar apoyo emocional e instrumental los unos a los otros, con la participación en juegos de simulación para el conflicto y para entender los puntos de vista de los demás.

-En tercer lugar, las relaciones entre hermanos se caracterizan por grandes diferencias individuales en la calidad de las relaciones de los niños entre ellos.

-En cuarto lugar, la diferencia de edad entre los hermanos a menudo hace que las cuestiones de poder y control, así como las rivalidades y los celos, sean fuentes de contienda para los niños, pero también proporcionan un contexto para intercambios complementarios, como enseñar, ayudar y cuidar. 

Las relaciones entre hermanos a veces se convierten en un aspecto de difícil gestión para los padres, debido a la naturaleza potencialmente emocional y altamente cargada de la relación. En este sentido, muchos padres se ven en la necesidad de intervenir en las discusiones, juegos o situaciones que se dan en la relación entre los hermanos. Es natural que padres y madres deseen intervenir en las peleas y conflictos entre sus hijos. Sin embargo, muchas veces dicha intervención redunda -contrario a lo que los padres pretenden- en mayor rivalidad entre los hermanos, coartando así la posibilidad de aprendizaje que puede derivarse de los avatares de la interacción entre ellos.

Cuando pensamos en las relaciones entre hermanos hemos de tener en cuenta que el ambiente familiar, contra-intuitivamente, no es idéntico para todos los hermanos, ya que cada uno de ellos es diferente y por ello interiorizan de forma distinta las experiencias a lo largo de la vida. Además de esto, la relación entre los padres y cada hijo es particular y única. Suelen haber diferencias entre la aproximación de los padres a cada hijo que dependen de una gran variedad de factores, tales como la personalidad del niño, el momento de su nacimiento, la edad y experiencia de los padres o, incluso, el contexto de la familia extensa (apego y relación con tíos, abuelos…).

Desde el enfoque sistémico, la familia es un sistema complejo y siempre en movimiento, que está formado por dos sub-sistemas: el parental y el fraterno. Cada subsistema tiene sus roles, reglas, dinámicas y límites, y en muchos casos, la intervención del sistema parental en el fraterno, altera su dinámica e interfiere con el equilibrio que busca la relación. En determinadas ocasiones, la intervención de los padres en la interacción entre hermanos, puede catalizar las relaciones de conflicto, en especial cuando el trato es marcadamente diferencial o cuando se despliegan juicios acerca de uno o varios hijos como intento por remediar el conflicto.

Padres y madres buscan, con frecuencia, evitar las peleas entre hermanos, y aunque no existe una regla universal para mediar en dichos conflictos, sí existen aspectos generales a tener en cuenta, tales como:

• Crear un ambiente familiar positivo, en donde se fomente la solución de los problemas a través de la comunicación y la ayuda. Para ello es de vital importancia que todos los miembros de la familia se sientan cómodos para expresar sus sentimientos y emociones.

• Fomentar la autonomía, la independencia, la responsabilidad y la comunicación en nuestros hijos; que se sientan queridos, respetados y apoyados.

• Dedicar tiempo a los hijos e hijas, esto quiere decir, dedicar tanto tiempo compartido con todos ellos y tiempo individualizado con cada uno de ellos.

• Fomentar las actividades conjuntas de toda la familia y de los hermanos y hermanas.

• Evitar las etiquetas y las comparaciones. Aunque este aspecto resulta en la vida cotidiana harto difícil de conseguir (ya que a veces no provienen específicamente de los padres, sino de maestros, familiares, amigos…), es necesario tener en cuenta que cada niño es una persona independiente que vive momentos diferentes, y que está en un proceso continuo de aprendizaje.

Aunque es indispensable intervenir en los conflictos entre hermanos en donde el juego o la situación se torna agresiva o injusta, es necesario fomentar la resolución de conflictos entre hermanos por ellos mismos, con la mínima intervención de los padres. Esto no quiere decir que los padres no puedan ser facilitadores en dicho proceso de resolución, de hecho, esta función facilitadora es de vital importancia para evitar que se considere la agresión como vía de solución de conflictos.

El psicólogo Luciano Montero, propone como recomendación un sistema de cinco pasos que sirven de guía para dirimir las disputas entre hermanos, respetando los límites y dinámicas propios de la relación entre ellos:

-Primero, cada niño expone su punto de vista;
-Segundo, para asegurarse de que el otro lo entiende, lo repite con sus propias palabras (y si es muy pequeño, los padres proporcionan la ayuda para su expresión);
-Tercero, ambos niños repasan y sopesan las posibles soluciones (también les podemos ayudar o hacer preguntas que faciliten su comprensión de la situación, del punto de vista del otro y la posible solución);
-Cuarto, eligen un desenlace que satisfaga a ambos;
-Quinto, planean cómo ponerlo en marcha. Todo con nuestra ayuda, pero sin sustituirlos.

Durante este proceso es necesario que evitemos, en la medida de los posible: Descalificaciones, burlas ante las conductas inadecuadas, privilegios de unos hijos frente a otros y comparaciones entre ellos.

Puede ser sumamente difícil y retador el evitar hacer juicios o intervenir de manera intrusiva en la dinámica y conflictos entre hermanos, en especial cuando la conducta de estos puede parecer injusta o agresiva. Evidentemente, hemos de mediar en las situaciones en donde hay un desequilibrio marcado, una tendencia agresiva o en situaciones que pueden desembocar en un peligro emocional o físico para los hermanos. Sin embargo para ello, hemos de intentar evitar el juicio adulto y mediar desde la neutralidad, teniendo en cuenta que estamos interviniendo en un subsistema ajeno al parental, dotado de sus propias reglas y particularidades.

Es necesario ser conscientes, además, de cómo solemos afrontar los conflictos en general, y ser sensibles ante la tendencia natural a emitir juicios acerca de las conductas que consideramos erróneas, inadecuadas o negativas. Precisamente sobre el aspecto de los juicios que hacemos, Jane Lansbury, seguidora de Magda Gerber en la educación y cuidado en la primera infancia, reflexiona acerca de algunas razones por las cuales no resulta beneficioso intervenir desde nuestro juicio adulto en la relación entre pares. Entre los puntos que rescatamos de sus reflexiones, está el hecho de que el juicio parental crea una distancia con respecto a los hijos y entre hermanos, que resulta improductiva y dolorosa.

En este sentido, hemos de tener en cuenta que el comportamiento de nuestros niños suele ser el reflejo de su nivel de adaptación y mundo emocional. Los impulsos agresivos o de control, suelen mitigarse cuando el niño accede a su comprensión, más que cuando los culpabilizamos o avergonzamos por sentirlos o tenerlos. Los niños requieren de nuestra ayuda con respecto a la comprensión y control de estos impulsos, teniendo en cuenta que estos tienen un sentido según el contexto emocional del niño.

Los niños suelen aprender a comprender sus propias emociones y comportamientos cuando se sienten aceptados por sus padres y cercanos. El juicio suele distanciar y dicha separación es atemorizante para los niños. Esta sensación puede redundar en un incremento de las conductas “negativas” como un intento de reafirmación. Asimismo, cuando emitimos opiniones acerca de nuestros hijos, vamos dando forma a la manera en la que se perciben a sí mismos. El juicio paterno y materno puede caer en etiquetar ciertas conductas y por tanto, limitar su desarrollo y su identidad.

Vemos así como la gestión sana de los conflictos entre hermanos desde los roles parentales, es un aspecto de gran importancia en su desarrollo. Es indudable que los niños necesitan límites e intervención y mediación por parte de los padres, sin embargo, recordemos que desde nuestro rol parental, hay dinámicas de la íntima relación entre pares que no somos capaces de vislumbrar, por lo que nuestra intervención siempre ha de tener en cuenta la perspectiva y experiencia de los hijos.

Los niños tienen una profunda necesidad de aceptación y empiezan a mirarse a sí mismos de la forma en la que son percibidos y “mirados” por otros. La relación entre hermanos es una relación de aprendizaje. Y este aprendizaje incluye la práctica de habilidades sociales adaptativas, resolución de conflictos, tolerancia a la frustración, capacidad de auto-regulación y el desarrollo de habilidades y comprensión emocional; todos ellos aspectos que necesitan ser ensayados en la relación entre hermanos. Así, el punto clave en la mediación e intervención por parte de los padres en las dinámicas y conflictos entre hermanos, es que esta sea lo suficientemente sensible y respetuosa como para no limitar las infinitas oportunidades de aprendizaje que esta proporciona.

Artículo de Kreadis, con información de:
-Fernández, A., Gamarra, A., Izal, C., Betelu, M. (2001). La familia ante los celos infantiles: Pautas y orientaciones. Gobierno de Navarra, Departamento de Educación y Cultura.
-Guía sobre orientación familiar CEAPA. Gestionar las relaciones entre hermanos y las relaciones intergeneracionales con la familia extensa y los nuevos modelos de familia. Marzo 2014.
-Nina Howe y Holly Recchia. Las relaciones entre hermanos y su impacto en el desarrollo de los niños. Department of Education and Centre for Research in Human Development, Concordia University, Canadá. Diciembre 2014, Ed. rev. (Inglés).