lunes, 4 de diciembre de 2017

El dilema de los regalos para los niños: Apuntes para Papá Noel y Reyes Magos

Tan cerca de la Navidad y la llegada de los Reyes Magos, empiezan los debates acerca de qué tipo y
cuántos regalos dar a los niños en esta época, teniendo en cuenta aquellos criterios que aseguren un impacto beneficioso en su desarrollo emocional.

Muchos profesionales se han pronunciado al respecto, haciendo una llamada a evitar el exceso de regalos, así como el impacto que esto puede tener sobre cómo ve el niño su mundo, cómo forma y alimenta creencias, así como la manera en la que se ajusta a la realidad. En este sentido, se recomienda con frecuencia que la cifra gire en torno a 3 regalos, lo que se trata, más que de un criterio estricto que deba seguirse de forma literal, de una llamada a la sensatez y a la reflexión por parte de los padres en cuanto a este tema.

Hace varios años, este dilema quedó bien reflejado en el comercial de Ikea “la otra carta” que reflejaba asimismo el llamado “síndrome del niño hiperregalado”, el cual hace alusión al intento de algunos padres a compensar con juguetes y regalos el poco tiempo que comparten con sus hijos. En este sentido, cuando los regalos son excesivos, los niños tienen dificultades para otorgarles valor, ver su carácter emocional o educativo o apreciar su contenido, lo que además resulta en una pérdida del interés e ilusión que inicialmente persigue el gesto.

Pensando en ello, nos animamos a apuntar algunos elementos para tener en cuenta en cuanto a los regalos navideños, de manera que puedan servir de orientación para aquellos padres que tienen dudas en este sentido.

El gran debate acerca de la cantidad

Muchos padres quieren alimentar la ilusión de sus hijos dándole todos -o muchos- de los regalos que han pedido. Sin embargo, más allá del tan mencionado materialismo, hay otras “pegas” emocionales de mayor importancia frente al exceso de regalos. Por un lado, tal y como los adultos también soñamos, la carta a los Reyes o a Papá Noel, puede ser una ventanita a los deseos y anhelos del niño. Sin embargo, estos sueños y deseos -tal y como ocurre con los adultos- siempre estarán confrontados con la realidad (bien sea económica, en cuanto a juguetes prohibidos…). Es necesario hacer partícipe al niño de dicha realidad, enseñándole a apreciar sus deseos en convivencia con ésta. No se trata de frustrar al niño o sumergirlo en las frustraciones de la vida adulta, pero sí de estimular su resiliencia y tolerancia a la frustración, las cuales tienen un valor educativo y adaptativo vital.

Por otro lado, aunque parezca contradictorio, la sobreestimulación conduce al aburrimiento. Esta es precisamente una de las principales características de los niños y adolescentes de hoy en día, atiborrados de información y estímulos, muchas veces caen en la desconexión. Si buscamos alimentar la fantasía, imaginación y creatividad de los niños, el exceso no es nuestra mejor opción.

Recordemos asimismo que la cantidad no es sinónimo de felicidad, en este tema no aplica “cuanto más, mejor”. Por el contrario, la sobreabundancia dificulta que el niño pueda sacar el máximo provecho de los regalos, así como el verdadero disfrute de los mismos, y disminuye el valor percibido de estos.

No sólo cuentan los regalos que hacen los padres

Dado que los niños probablemente reciban regalos de otros miembros de la familia (abuelos, tíos…), es importante dialogar y compartir con estos la visión que se tiene en cuanto a los regalos, para que sea tenida en cuenta por los demás miembros de la familia. Esto no incluye sólo la cantidad de regalos, sino también poder compartir información acerca de lo que el niño necesita, las reglas estipuladas en casa en cuanto a los juguetes (permitidos/no permitidos) y el valor de los mismos.

Regalo Vs. Esfuerzo

Una tendencia -y a la vez una duda- frecuente de los padres, tiene que ver con transmitir a los niños la idea de una relación entre los regalos recibidos y el esfuerzo. Aunque es importante resaltar el valor del esfuerzo, así como el valor de las cosas, los regalos no deberían presentarse como una moneda de cambio. Los regalos han de tener, sobre todo, un valor emocional, algo que se ofrece sin esperar nada a cambio, por el gusto de alimentar la ilusión del otro.

Cuando equiparamos el esfuerzo y los regalos, el primero pierde su verdadero sentido de ser. Los
niños no deben “ayudar” en casa o “hacer los deberes” para recibir regalos, sino porque es su obligación desde el rol que ejercen (como hijos o estudiantes, en estos casos). El esfuerzo tiene un valor social y personal, y al vincularlo con lo material se desvirtúa dicho valor que ha de ser una enseñanza para toda la vida.

Es indudable que hemos de fomentar conciencia en cuanto a que las cosas que obtenemos cuestan y merecen un esfuerzo, sin embargo, cuando transmitimos la idea de que el esfuerzo se basa en la recompensa material que se obtendrá, incurrimos en una sobregeneralización que no es acorde con la realidad y con cómo funciona el mundo, por lo que dejamos a los niños desprotegidos ante dicha realidad. Lo cierto es que sabemos que, 1) es imposible “hacerlo todo bien” (y recibir juguetes); o, 2) es imposible “hacerlo todo mal” (y no recibir juguetes). La vida real no está compuesta por éxitos y fracasos absolutos, y este es un aprendizaje que hemos de enseñar a nuestros niños.

En este sentido, “regalar carbón” como reflejo de un “esfuerzo deficiente” por parte del niño, puede representar un castigo emocional muy duro e innecesario, además de contraproducente. Nuestro mundo adulto está cargado de creencias -muchas veces erróneas-, percepciones y exigencias en cuanto al éxito y al fracaso, introducirlas al mundo infantil a través de estas equiparaciones con los regalos y, sobre todo, sin previa reflexión, dificulta el desarrollo sano de la motivación en los niños.

La verdadera función de los regalos

Quizá este sea uno de los elementos más importantes. Más allá de enfocarnos únicamente en la cantidad, lo que realmente importa son los regalos que se eligen y por qué los elegimos. Muchas veces las dudas surgen cuando perdemos de vista este aspecto. ¿Qué función tienen los regalos, para mí como padre/madre?

En algunos casos, la cantidad de regalos está orientada a alimentar -de manera más o menos consciente- nuestra valía como padres. Algunas veces, la necesidad de proporcionar gran cantidad de regalos -o un tipo de regalo en particular- habla de los propios anhelos e historias infantiles. Otras veces, la tendencia a enfocarse en la cantidad de juguetes desvela el desconocimiento de los padres de las necesidades -sobre todo emocionales- de sus hijos. Poder hacer una pequeña reflexión al respecto permite hacer regalos más genuinos y elegir mejor.

Los juguetes y regalos son importantes en la vida del niño, pero estos tienen una función precisa que en ningún caso se trata de sustituir la atención, muestras de cariño y funciones de los padres.
En líneas generales, cuando escogemos los juguetes, debemos elegir aquellos adaptados a su edad, que inviten a su imaginación, que apoyen su crecimiento o que alimenten potencialidades del niño, sueños y habilidades. Los juguetes que posibilitan momentos en los que se comparte con amigos o familiares también son buenas opciones. Por último, recordemos, aunque parezca un apunte evidente, que el mejor juguete no siempre es el más caro.

El regalo de la emoción


La Navidad y Reyes también es un buen momento para enseñar valores y enriquecer el mundo emocional y afectivo de los niños. Aprovechemos entonces para regalar tiempo, enseñar sobre la bondad y el valor de compartir.

Aunque los regalos llenan de ilusión a los niños, la mayoría olvida cuáles han sido los juguetes y objetos que se les han regalado en años anteriores. Sin embargo, las emociones, momentos y experiencias vividas en estas épocas, suelen perdurar en la memoria de los niños y son a menudo más difíciles de olvidar y más fáciles de valorar. 

jueves, 16 de noviembre de 2017

Aumentar la autoestima en niños que se infravaloran



"Soy un torpe",
"Nunca consigo terminar nada",
"Nadie quiere estar conmigo",
"Siempre tengo la culpa de todo",
"Todo me sale mal".

Estas expresiones pueden estar significando que vuestro hijo se infravalora. Aquí os pasamos algunas pistas a través de 5 etapas para poder ayudar a vuestros niños a tener una mejor imagen de sí mismos  proporcionarles herramientas para afrontar el miedo a cometer errores y comunicarse de manera más eficaz y positiva.
1.     Fuera Etiquetas. "tú eres inteligente", "eres muy guapo", "eres tonto", "eres muy creativo"; este tipo de frases conforman la imagen que el niño se va haciendo de sí mismo. Es preferible que él se sienta y conozca sus dotes, talentos y fortalezas. Éstas se van evocando y generando a medida que pasa el tiempo. De esta forma, es conveniente evitar los "tú eres" a favor de una forma más descriptiva de lo que representan sus actos y que expresan nuestros sentimientos al respecto (incluyendo el "yo" o la primera persona). "veo que te has atado los cordones tu solo", "me encanta ver cómo te esfuerzas". Concentrarse en lo que hace y valorar sus esfuerzos e intenciones es la clave.
2.   Habituarles a no tener miedo a fallar. Frases del tipo "todo se consigue con la experiencia",  "la experiencia es la que hace que aprendamos", "cada error es un nuevo paso hacia el éxito" o "tienes todo el derecho a equivocarte", constituyen buenos ejemplos para conseguir esta habituación. Se puede incluso hacer un juego en familia: "los errores del día". Alrededor de una mesa cada uno comenta uno o varios errores que reconozca haya tenido ese día, lo que aprendió y lo que puede cambiar y/o mejorar al respecto. Si alguno de los participantes no encontrase mejoras u oportunidades, ni le resultase fácil identificar interpretaciones positivas, el resto de la familia pueden ayudar contando alguna de sus anécdotas y la forma en la que ha visto que la mejoró o consiguió tener éxito. Este tipo de intercambios desmitifican el error y permiten adoptar diferentes perspectivas. Otro de los puntos fuertes de esta dinámica es el propio entrenamiento en el hecho de podar contar sus situaciones, experiencias y anécdotas, sin ser juzgado, así como aprender a poner palabras a sus propias emociones. Esto dota de sentido a sus pensamientos y calma las reflexiones mentales (que suelen conllevar autocríticas).
3.     Apoyarse en los aspectos positivos. Cuando un niño saca una nota de un 4, no es conveniente añadir un punto de humillación a su decepción. Alentar sus esfuerzos observando y remarcando lo que ha logrado y todo lo que ha trabajado para conseguir mejorar y luego corregir los errores junto con él hará que no se sienta humillado. La ventaja de hacerlo es triple: - se adquieren una buena base para poder comentar errores e identificar áreas de mejora; se motiva al niño aprovechando sus éxitos y también se modifica el efecto de la escuela para que el niño no se hunda y no se sienta atacado, de lo contrario se puede correr el riesgo de abordar cada evaluación en clase con un estado mental negativo y experimentará ansiedad anticipatoria.
4.     Nada de acusaciones. Las acusaciones (como amenazas y gritos) provocan un efecto de bloqueo en el cerebro del niño. Esto hará que no le resulte fácil reflexionar y quedará "enganchado" en sus pensamientos negativos, cortando por completo el diálogo. En estos casos, es recomendable respirar y ayudarle a expresarse, promoviendo su crecimiento y desarrollo sano. No es aconsejable hablar en estos casos de "culpa".
5.     Reformular lo que dice el niño. Cuando un niño usa palabras como "nunca",  "siempre", "todos", "ninguno". hay que escucharle activamente e intentar reformular lo que ha dicho. La mejor manera es evocando sus emociones y mostrándole una nueva perspectiva. Si él dice: "¡Nunca puedo hacerlo!" , el hecho de repetir la frase como un eco diciendo "no puedes hacerlo por el momento ", o hablando de un éxito pasado " ¿recuerdas cuántas veces intentaste mantener el equilibrio en tu bicicleta y cómo al final lo conseguiste? "), o plantearle la situación con visión a futuro "cuando llegues allí ...", "cuando lo consigas..."
Ejemplo: Luis acaba de perder un partido de fútbol. Su padre lo escucha sin juzgar y cuidando su lenguaje corporal (evitando mostrar descontento, decepción). A continuación reconoce sus sentimientos y le ayuda a que él mismo pueda verbalizarlos (rabia, tristeza, enfado, decepción...). Luego pasa a evocar experiencias positivas que tuvo en el pasado y le invita a hacer sus comentarios pasando del "yo" al "nosotros de forma de consiga un anclaje positivo a través de la disociación. Finalmente, le muestra que el poder reírse de situaciones como esta ayuda a que pueda adoptar puntos de vista que mejoren su humor y le hagan sentir bien, lejos de degradarle.
- ¡Nunca hago nada bien! ¡Lo mío es dibujar!
- Veo que lo que acabas de decir te afecta bastante. ¿Te gustaría decirme qué pasó?
- ¡Nunca consigo meter goles en los partidos y todos se ríen de mí!
- ¿Crees que nunca marcas goles, que no eres buen jugador y que los demás se ríen de ti por ello? ¿Es eso lo que quieres decir?
- ¡Sí!
- ¿Te acuerdas de tu último partido en el que marcaste desde el centro del campo?
- Sí.
- ¿Te acuerdas de la cara del portero cuando se enteró de que el balón había entrado?"
- ¡Sí!
- ¿Qué sentiste?"
- ¡Estaba orgulloso! Era la primera vez que había marcado hasta ahora.
- ¿Qué hay de tus compañeros de equipo?
- Intentaron llevarme a hombros al final del partido
- Creo que eso demuestra que eres importante para ellos.
- Es verdad.
- Todos habéis experimentado derrotas y victorias.
- Sí.
- ¡Y a veces te ríes cuando ha habido algún fallo; como el día que Ricardo marcó en propia portería cuando se cayó de culo.
"¡Sí!
- ¡Pues hay que seguir aprendiendo y estar listo para vivir nuevas aventuras!

Con este tipo de intervenciones estaremos ayudando al niño a que se sienta capaz de actuar ante los obstáculos, de forma que acepten la responsabilidad de sus actos y pueda ir aumentando su autoestima.
Un niño con baja autoestima y que se infravalora de manera habitual, suele anticiparse a sus fracasos, se rinde antes de tiempo, muestra desesperanza ante situaciones en las que tiene que mostrar su valía, piensa que no hay nada que pueda hacer para cambiar esta dinámica, suele pensar que se esfuerza menos que los demás o que no lo intenta lo suficiente y esto es porque él ya cree haber fracasado antes de intentarlo.
Por el contrario, un niño con la autoestima alta, además de influier en su rendimiento académico de manera positiva, cree en sí mismo aunque se equivoque, de manera que cuando aparezca el fracaso, lo seguirá intentando, aumentando así las probabilidades de éxito. La alta autoestima también se asocia a mayor creatividad, mayor responsabilidad, más autonomía y mejora del desarrollo personal.
Y por último, un aspecto clave es la confianza que tenemos en el niño. Hay que confiar en él, si es así, el niño también creerá en sus posibilidades y se arriesgará más. Es importante hacer sentir al niño importante basándose en sus fortalezas y en su capacidad de mejora y tesón, de forma que se fomenten y mejoren sus habilidades e intereses.

Artículo preparado por Kreadis con información de:
- Les phrases à dire à un enfan qui s'auto-dévalorise - Papa positive - Jeff
- J'aide mon enfant à déveloper son estime de soi - Bruno Hourst
- ¿Qué puedo hacer para mejorar la autoestima de mi hijo? - Omicrono











lunes, 30 de octubre de 2017

7 tips para padres cuyos hijos atraviesan dificultades en la lectura

La lectura empieza y termina en casa. Aunque los profesores pueden enseñar, apoyar y promover la lectura en los alumnos, si la mayor parte del trabajo de lectura no se hace en casa con propósitos genuinos y de recreación autodirigida del niño, la lectura siempre quedará relegada a una mera competencia académica.

Apoyar el desarrollo de habilidades sólidas de lectura, en especial en aquellos niños que presentan ciertas dificultades, es a menudo una cuestión de entrenamiento y experiencia, elementos de los cuales muchas familias carecen. No se trata de que los padres tengan que formarse en temas pedagógicos o de aprendizaje, sin embargo, sí se trata de que estos puedan proveer un apoyo necesario para ayudar a sus hijos a superar las dificultades y reticencias en cuanto a la lectura.

La investigación muestra que, si los estudiantes no leen hábilmente en el momento en el que llegan a 3er grado de primaria, las posibilidades de que cubran los atrasos y se pongan al día alcanzando el nivel esperado, son muy bajas. 

Pensando en estas estadísticas, la Universidad de Minnesota ofrece una infografía clara y sencilla para apoyar a aquellos padres que se encuentran en la búsqueda de estrategias y asesoramiento, proponiendo 7 claves para quienes atraviesan dicha situación.


Artículo original en TeachThought 7 Tips ForParents Of Struggling Readers

martes, 3 de octubre de 2017

Claves para enseñar a los niños a mantener una conversación

La comunicación con y de los niños es a veces complicada. Hay veces en las que puede resultar difícil establecer buenos canales de diálogo con el niño para expresar lo que queremos decirles de la mejor manera y asegurarnos de que entienden e interpretan el mensaje correctamente.
Además, no solo hablamos con palabras, nuestra forma de expresarnos a través del lenguaje corporal es lo que mejor entienden los niños desde edades bien tempranas.
La forma en la que comunican las figuras de referencia del niño serán las que aprenda y adopte en su forma de comunicación -con sus iguales principalmente-.
Es por esto importante revisar cómo nos comunicamos con ellos tanto en la familia como en la escuela si queremos fomentar en ellos buenos hábitos para que aprendan a comunicarse y mantener conversaciones de manera adecuada.
Aspectos a tener en cuenta en cuanto a nuestra comunicación con ellos:
  • Mensajes cortos y sencillos.
  • Asegurarse de que el niño escucha activamente y comprende lo que le queremos decir.
  • Preguntarles qué y cómo entendieron lo que les dijimos.
  • Pedirles que expliquen con sus propias palabras lo que estamos comentando.
  • Enseñarles la técnica del parafraseo para ayudarles a comprender los mensajes y que se aseguren de que lo entendieron bien.
  • Utilizar formas de comunicación simples y concisas.
  • Detallarles las consecuencias de sus actos, en caso de querer comentarles algo que consideramos deberían mejorar.
  • Darles oportunidades en lugar de amenazas.
  • Brindarles la oportunidad de recapacitar sobre situaciones en las que se han visto involucrados y que opinen si su actuación ha sido la correcta o la que ellos esperaban.
  • Dirigirse a ellos con empatía y ponerse a su nivel (a nivel de sus ojos).
  • Escucharles con atención, sin juzgarles.


Últimamente están cambiando los hábitos familiares en cuanto a comunicación se refiere. Hay menos tiempo para estar juntos, los niños tienen extraescolares casi todos los días, además de los deberes, y aún habría que sacar tiempo para jugar, según el consejo de los profesionales. Los padres suelen tener largas jornadas laborales y al término de estas está la gestión del hogar, el llevar a los niños a sus clases, el apoyo en los deberes y un largo etcétera que no deja hueco para encontrar el preciado tiempo en familia necesario para fomentar buenos hábitos de comunicación. El momento de la cena en familia es algo que se está perdiendo y, cuando se hace, existen casos en los que tanto el móvil como la tele fagocitan la conversación familiar.
A. Mendler comenta que, una vez que asistió a una clase de tercero de primaria, le sorprendió encontrarse con un poster con reglas escritas sobre cómo mantener una conversación:
  • Cada uno debe contribuir a la conversación, pero en todo momento sabiendo respetar los turnos.
  • Cuando expongas algún tema, pregunta a cada compañero "¿Hay algo que quieras añadir a lo que he comentado?" o "¿querrías compartir lo que estás pensando sobre esto?"
  • Cuando algún compañero exponga algún tema, haz preguntas que te ayuden a comprender mejor las ideas que ha expuesto. Por ejemplo "¿me puedes ampliar lo que estás comentando?" o "¿podrías explicar esto mismo de otra forma, por favor?"


Esto nos puede llevar a pensar en lo común que es hoy en día que los estudiantes no sepan cómo mantener conversaciones. Parece que el modelo de afianzarse en su exposición y no escuchar al otro está primando sobre una forma más asertiva de comunicación.
Por ejemplo, hoy en día hay una preponderancia de programas de entrevistas en los que personas con diferentes opiniones rara vez se escuchan entre sí. También vemos una nueva forma de comunicarse a través de dispositivos móviles, en donde los mensajes de texto y emoticonos están sustituyendo a los tradicionales "hablar y escuchar".
Quizás sea el momento de reflexionar al respecto y tomar prestado el poster de la escuela de tercero del que nos habla A. Mendler con algunas ideas para ayudar a los niños para ayudarles a aprender y a mejorar sus técnica para mantener conversaciones, a la vez que nos sirvan de recordatorio a los adultos para seguir aplicándolas en casa y les puedan servir de referente.
Los ocho consejos que exponemos a continuación se pueden utilizar con regularidad para ayudar a los niños a aprender buenas habilidades de conversación.
1. Modelar una Buena Conversación. Cuando se comience una conversación a nivel grupal o familiar, fomentar las interacciones estableciendo turnos. Realizar esta dinámica al menos unas cuantas veces a la semana. Compartir información acerca de uno mismo es útil, y hacerle preguntas al niño o adolescente mostrando interés sobre lo que expone o sobre sus intereses es de gran ayuda. Los potenciadores de la conversación incluyen respuestas e indicaciones como:
  • "¿De Verdad?"
  • "¡Guau!"
  • "Eso es interesante."
  • "¡En serio!"

Si al principio los niños no comparten fácilmente sus opiniones o pensamientos sobre el tema tratado, no os deis por vencidos. Este es un ejercicio que mejora de manera progresiva la calidad de la comunicación, pero no existen varitas mágicas ni los resultados son siempre inmediatos. Constancia y hábito son claves en este sentido.
2. Fomentar Cuestiones Físicas. Identificar los procedimientos para tener una conversación que incluya un comportamiento no verbal apropiado. Por ejemplo, se les puede enseñar una estrategia como S.E.R.P.I.S (Siéntate derecho, escucha, responde y haz preguntas, inclina la cabeza para mostrar interés, sigue al que está hablando).
3. Desafiar comentarios dañinos o humillantes. Por ejemplo, si un niño dice: "Creo que lo que hizo fue realmente estúpido", se le podría retar con "¿Cómo crees que podrías decir lo mismo sin ser hiriente?" Si el niño no parece ser consciente, se le puede señalar una alternativa como "No estoy de acuerdo con eso", mejor que comente lo que le hizo sentir en lugar de opinar o juzgar al compañero. Pedirle que intente repetir lo que se le sugiere para luego pasar a preguntarle:
  • "¿Qué te ha hecho sentir así?"
  • "¿Cómo habrías manejado las cosas de manera diferente?"
  • "¿Crees que sólo hay una respuesta correcta, o podría haber más?"

4. Hacer preguntas abiertas.  Se trata de preguntas sin una respuesta correcta, preguntas que estimulan la discusión y pueden ser una manera muy poderosa de reforzar la idea de que hay diferentes puntos de vista sobre un tema o un conjunto de creencias que pueden ser igualmente válidas. Por ejemplo: "Así que si Colón llama a tu puerta y te dice que la navegación hacia el Nuevo Mundo sería una aventura increíble y que podría haber muchas riquezas allí, pero que es posible que nunca llegue porque el mundo se cree que es plano, ¿irías? "
5. Poner el pensamiento delante de saber - Cuando se le hace una pregunta, intentar ir más allá de un "No sé". Proponerles que o más importante no es el "saber" sino que es mejor que ellos "piensen" y que ofrezcan su opinión. Enseñarles cómo preguntarse en voz alta, especular, adivinar o dar la mejor respuesta que puedan. ("No estoy seguro acerca de eso, pero creo que _____.")
6. Mantener charlas informales sobre temas triviales, de noticias aparecidas en la prensa o de su del día a día.  Preguntarles sobre sus clases, profesores, qué piensan acerca de un evento actual, o cómo se sienten sobre el resultado de un partido.
7. Mantener contacto visual. Cuando un niño toma la palabra en este tipo de conversaciones, suele dirigirse a las figuras que representan la autoridad en el grupo (los adultos también lo solemos hacer inconscientemente). Es conveniente en estos casos, mantener su contacto visual y poco a poco ir haciendo barridos visuales hacia el resto para provocar que él también aprenda a hacerlo y vaya aprendiendo a redirigir su charla hacia el resto de participantes. Esto suele ayudar a que el orador redirija su charla hacia todos los implicados y les invita a involucrarse con lo que se dice.
8. Fomentar los turnos de palabra. Para comenzar a aprender (o enseñar) a respetar los turnos, se puede utilizar un objeto como una señal para tomar el turno. Cuando alguien tiene ese objeto, es su turno de hablar, mientras el resto escucha. Se pasa el turno pasando el objeto a la persona que hablará a continuación.
Consideramos que, tanto el saber escuchar correctamente, como el saber cuándo y cómo hablar, son herramientas básicas para la comunicación. Dominar estas dos herramientas es importante para ampliar el conocimiento, mejorar la comprensión y construir sentido de comunidad.
Esperamos que estos pequeños consejos y directrices nos sirvan para revisar la forma en la que nos comunicamos con nuestros hijos, y puedan ser de utilidad para ayudarles a ir adoptando buenos hábitos en su propio estilo de comunicación.

Artículo de Kreadis con información de:
Dr. Allen Mendler - Edutopía
Hablar con el niño: diez consejos imprescindibles - Cristian Vázquez (2012)

Redes sociales y salud mental: Ir más allá de los ‘Pros’ y ‘Contras’


Las redes sociales y la tecnología han revolucionado la forma en que nos relacionamos y su uso se ha convertido en una parte de la vida de casi todos, especialmente de los adolescentes, conectándonos a nivel mundial con amigos, familiares y desconocidos. Estas a su vez, han cambiado la forma en la que nos comunicamos y compartimos información, tanto a nivel individual como social. Los jóvenes de hoy en día (también llamados “nativos digitales” o Generación Z), suelen priorizar sus comunicaciones e interacciones, entre ellos y con el mundo, mediante Internet y redes sociales. A través de éstas los jóvenes crean relaciones, moldean su identidad, se expresan y aprenden sobre el mundo que les rodea. Todo esto está inexorablemente conectado con el mundo emocional, los rasgos sociales y de personalidad, y por ende, con la salud mental.

Tal y como hemos señalado en diversos artículos*, la opinión cultural, social y la que arroja la investigación, suele apuntar opiniones que, bien resaltan las bondades del mundo tecnológico, o bien advierten en cuanto a sus posibles efectos perjudiciales. En lo que respecta al primer “grupo” de opiniones, éstas reflejan cómo las redes pueden ser un vehículo ‘novedoso’ para promover el sentido de pertenencia a la comunidad, facilitar apoyo emocional, poner a disposición espacios y opciones que promuevan el juego, la creatividad y el aprendizaje, así como proporcionar la posibilidad de conectar a personas de diferentes lugares, culturas y formas de vida; todo ello actuando como un catalizador positivo para una buena adaptación y salud mental.

El segundo “grupo” hace énfasis en aspectos menos positivos, que también han de ser considerados al reflexionar sobre tan complejo tema -complejo, sobre todo, por el desconocimiento en cuanto al mismo. Algunos apuntes señalan, a este respecto, que existen ciertos riesgos que merecen ser contemplados, ya que hablan de señales de alarma en cuanto a posibles problemas de salud mental en la población adolescente.

La incidencia más alta sobre el uso de las redes sociales está entre las edades de 16 a 24 años, un rango de edad en donde se construye y fomenta la definición y expresión de la personalidad del sujeto, y con ello, el desarrollo emocional y psicosocial.

Muchas asociaciones y organizaciones de referencia en cuanto a salud mental han tardado en incorporar investigaciones y datos que fomenten una reflexión comprehensiva en cuanto al uso la tecnología, más allá de exponer pautas y precauciones relacionadas con esta. Aun así, aportan datos que han de ser considerados al evaluar el tema, como es el caso de la Real Sociedad para la Salud Pública (RSPH, por sus siglas en inglés) y el Movimiento por la salud de los jóvenes (Young Health Movement), quienes a través de su informe "Status Of Mind, examining the positive and negative effects of social media on young people’s health" (El Estado de la Mente, examinando los efectos positivos y negativos de los medios sociales sobre la salud de los adolescentes), advierten de la relación que existe entre el uso de redes sociales y el aumento en las tasas de ansiedad, depresión y problemas del sueño entre los jóvenes.

Este informe enfatiza las consecuencias potenciales que el uso de este tipo de medios sociales puede tener para la salud mental de los jóvenes, rescatando asimismo cómo este tipo de datos pueden representar una oportunidad para mejorar la innovación, el aprendizaje y la creatividad cuando se hace buen uso de la tecnología y se van incorporando aspectos positivos según las últimas investigaciones van aportando nuevos datos al respecto.

Algunos datos interesantes:

El 91% de los jóvenes de 16 a 24 años usan Internet para acceder a las redes sociales.

Teniendo esto en cuenta, recogemos algunas de las conclusiones más relevantes del informe:

Posibles efectos adversos:
Se estima que la adicción a las redes sociales afecta aun 5% d elos jóvenes, considerándose estos medios más adictivos que los cigarillos y el alcohol.




El uso de redes sociales parece estar relacionado con un incremento en las tasas de ansiedad y depresión, con dificultades del sueño, y con problemas de autoimagen.


El ciberbullying o acoso cibernético es un problema creciente: 7 de cada 10 jóvenes afirman haberlo experimentado.

Con el uso de las redes digitales se ha visto potenciado el miedo a ser ignorado (missing out), caracterizado por la a necesidad de estar constantemente conectado con las actividades de otras personas, para no “perdérselas”.


Posibles efectos positivos:
Los medios de comunicación social pueden mejorar el acceso a las experiencias de salud de otras personas y a la información especializada sobre la salud.
Las redes sociales promueven el apoyo emocional entre sus miembros. Aquellos que usan las redes sociales se sienten más apoyados emocionalmente a través de sus contactos (“aproximadamente, 7 de cada 10 adolescentes afirman haber recibido apoyo en los medios sociales durante momentos difíciles”).
Los medios de comunicación social pueden actuar como una plataforma eficaz para la autoexpresión correcta y positiva.


El informe concluye con un apunte coherente con la actual necesidad cultural y colectiva, enfatizando la necesidad de acciones basadas en una serie de recomendaciones como:
  • La formación en centros educativos sobre el uso seguro de los medios sociales.
  • El impulso de la investigación sobre los efectos de las redes sociales en la salud mental de los jóvenes.
  • La creación de plataforma de medios sociales orientadas a identificar y apoyar a los usuarios que podrían estar experimentando problemas de salud mental a causa de sus publicaciones.
Las tecnologías digitales, incluyendo redes sociales, están tan arraigadas en las vidas de los jóvenes que no es posible desligar su impacto –‘positivo’ o ‘negativo’- en los rasgos que definen y dan cuenta de su salud mental y bienestar emocional. Es importante, pues, que podamos ampliar nuestra perspectiva al evaluar dicho impacto, de manera que sea posible acercarnos a una comprensión real de la influencia que tiene la tecnología actual y las diversas plataformas de redes sociales en la cotidianidad y vida de los jóvenes. Por ello, hemos de encarar la novedad de los nuevos cambios -tecnológicos y sociales- trabajando nuestra propia aproximación a dichos cambios, así como fomentando las medidas educativas y reflexivas necesarias para promover los aspectos positivos y minimizar los negativos, evitar el descrédito y el rechazo automático a un modo de interacción -que ha llegado para quedarse-, y ayudar a los jóvenes a hacer buen uso de los recursos disponibles, de manera que se minimicen los riesgos y sea posible potenciar los efectos positivos que esta nueva forma de relacionarse, darse a conocer y expresarse tiene para ellos.


Artículo de Kreadis con información de:
  • Las redes sociales influyen en la salud mental de los adolescentes. Infocop 20/07/2017.
  • Social media and young people's mental health and wellbeing - RSPH (Royal Society for Public Health)

lunes, 25 de septiembre de 2017

Niños y tecnología: El tiempo frente a la pantalla no parece ser lo más importante

Dentro del cúmulo de opiniones, investigaciones, recomendaciones y tips que hay en relación con la exposición de los niños a los medios y pantallas (móviles y ordenadores), hay poco consenso y, por tanto, un remanente grande de confusión. Muchos padres se preocupan por el “tiempo frente a las pantallas” de los hijos -o por el deseo arrollador de estos de estar ‘un rato más’-. Otros ven las restricciones de tiempo como una medida alienante, que aleja al niño del mundo actual, en el que se desarrollará y crecerá. En la mayoría de los casos se tiende, desde dicha preocupación, a seguir directrices que guarden cierta cuota de seguridad en lo que respecta a la crianza y el propio desarrollo del niño.

Dentro de la gran cantidad información que hemos leído últimamente al respecto, nos hemos topado con este artículo de Terry Heick para Teachthought que creemos digno de rescatar. El autor intenta matizar la visión preponderante del uso de la tecnología y el tiempo que los niños emplean en ella, para invitarnos a ampliar nuestra visión al respecto.

Aquí os pasamos el artículo completo:

El tiempo que pasan los niños frente al ordenador o el móvil suele ser un elemento de preocupación para los padres. Esto incluye desde el miedo de que nuestros niños sean ‘asociales’ y desarrollen adicción a ciertos juegos, hasta la inquietud de que las pantallas de los medios digitales les priven de conectar con espacios físicos, personas y oportunidades a su alrededor.

Como padres deseamos un equilibrio, no necesariamente porque el equilibrio sea lo mejor, sino porque sabemos que, si se llega a descubrir que algo es perjudicial para los niños, nos tranquilizará saber que han tenido una exposición comedida ante ello. El equilibrio es una forma básica de protección ante el futuro, gracias a este no necesitamos comprender exhaustivamente las causas y efectos de cada factor, sino que podemos conformarnos con recomendar ‘equilibrio’ y esperar que los elementos generen un contexto sano a través de dicho balance.

El concepto de “tiempo frente a la pantalla” existe en un mundo en donde los monitores son herramientas de identidad, curiosidad y necesidad constante de información. Hoy en día, en lugar de que cada hogar cuente con una sola ‘pantalla’ (móvil, ordenadores…), cuenta con 5; estas actúan como un portal hacia el mundo. 

La televisión nunca llegó tan lejos. Durante mi infancia, el tiempo frente a la pantalla tenía que ver básicamente con sentarme muy cerca del televisor. El teléfono, por su parte, era la forma predominante de comunicación interpersonal, y los reproductores de vídeo representaban un adelanto tecnológico. Para los niños de hoy en día, la impresionante tecnología móvil es la nueva norma. Sin embargo, cómo y cuánto nuestros niños deberían estar empleando tiempo en esto, son preguntas que, hasta ahora, no han sido tratadas con algún matiz.

En 2011, la Academia Americana de Pediatría presentó sus recomendaciones en relación con el uso de los medios por parte de niños. La idea principal, por supuesto, se trataba de protegerlos. En dichas recomendaciones iniciales, la AAP desaconsejaba el uso de medios tecnológicos por parte de cualquier niño menor de dos años. Desalentaba el tener televisores en las habitaciones. Advertía acerca de retrasos potenciales a nivel del lenguaje en aquellos niños que vieran televisión antes de su primer año. También explicaba la necesidad de tener un ‘tiempo de juego no estructurado’.

En 2013, la AAP presentó nuevamente las mismas directrices y orientaciones generales, a pesar del hecho de que el IPad había sido presentado 3 años antes, y junto con la revolución de los smartphones, había alterado completamente la manera en la que los usuarios interactuaban con los medios digitales. Aun así, no hubo cambios a este respecto.

Cuando nos acercábamos al año 2016, algo finalmente acaparó la atención de la AAP y empujó al grupo a echar un vistazo más detallado y reflexivo a sus recomendaciones, de cara a una cultura progresivamente más fascinada con las pantallas digitales. Como bien señala la organización, “nuestras políticas han de evolucionar o quedar obsoletas”. Sin embargo, quizá evolucionar requiera, en definitiva, menos restricciones en cuanto a tiempo frente a las pantallas y más acerca de ampliar nuestra perspectiva de cómo éstas pueden contribuir y ayudar en el aprendizaje de los niños.

¿Qué es jugar?

Uno de los fundamentos de las recomendaciones de la AAP a lo largo de los años, ha sido un señalamiento en cuanto a emplear un “tiempo no estructurado de juego”, basado en la idea de que “el juego no estructurado estimula la creatividad”. De acuerdo con lo que planteaban, los padres deberían “priorizar un tiempo de juego diario de desconexión, especialmente para los más pequeños”.

Esto es justo y beneficioso, pero también hemos de considerar que el juego se presenta de diversas formas. El juego va más allá de una actividad específica. Se centra en quien juega, bien sea que actúe como participante dentro de un conjunto de reglas que accede a seguir (como en los deportes o juegos de mesa), o como autor de dichas reglas (en juegos inventados por los mismos niños). El juego es tal porque el significado se construye en la mente de quien juega. Y la tecnología puede proveer infinitas oportunidades para el juego.

Los medios digitales han creado una remezcla cultural entre sus usuarios, donde la fantasía, el intercambio de ideas y memes, y la experimentación caracterizan cada proceso y evento. Uno de los grandes talentos de los medios digitales es permitir el juego no estructurado. Muchos juegos son diseñados siguiendo esta línea.
Gran parte de estos juegos están pensados como un espacio en donde los jugadores pueden aportar sus propias ideas y por ello son llamados ‘juegos caja de arena’. Tal y como ocurre en una caja de arena real, hay menos estructura y por ello más opciones. Los videojuegos ‘caja de arena’ están repletos de herramientas y posibilidades, pero dejan que el jugador sea quien cree su propia experiencia. No hay estructura específica, lo que también promueve la creatividad y la experimentación. Esto, sin lugar a duda, también es jugar.

Consideremos la definición de juego de la poeta y naturalista Diane Ackerman:

“Uno escoge el jugar… El juego sucede fuera de la vida ordinaria y requiere libertad. Pero la libertad por sí misma no asegura un resultado divertido… A los jugadores les gusta inventar mundos alternativos, resultados más ventajosos de los eventos, versiones suplementarias de la realidad, otros ‘yos’. El creer está en el corazón del juego, y también está en el corazón de mucho de lo que consideramos trabajo. Intentemos creer que podemos lanzar un cohete a la luna”.

Aunque no necesitemos de una pantalla para imaginar la luna, no hay ningún tipo de evidencia científica que sugiera que éstas anularán nuestro deseo de llegar hasta ella. Nuestro esquema colectivo, la imagen que en general tenemos como cultura, tiende a ver el juego como algo inocente, y la tecnología, en muchos casos, como viciada o dañina. Tendemos a visualizar el juego como un niño solo cacharreando con legos y bloques, murmurando en la medida en la que se habla a sí mismo en un evento imaginario. O quizá como un grupo de niños corriendo en el campo o jugando el ‘pilla pilla’. A veces somos algo nostálgicos en ese sentido, y quizá pertinentemente desconfiados en cuanto a los efectos en nuestros niños de cualquier cosa nueva y pobremente comprendida, como la tecnología. Sin embargo, muchos juegos se basan en reglas y estructuras: Al jugar al ‘pilla pilla’ también se siguen reglas. Esto se aplica a los espacios digitales también; por lo que la tecnología puede ser considerada un juego.

La transferencia desde los espacios digitales a los físicos

Foto: Yasmina Marrero
Más allá de todo lo anterior, la preocupación acerca del tiempo que pasan los niños frente a las pantallas es una preocupación legítima y razonable. Si los niños no se despegan durante todo el día de los medios tecnológicos, su mente estará inundada de todo aquello que albergan los medios sin ningún tipo de filtro. Estando frente al ordenador o al móvil por mucho tiempo, se privan de disfrutar de los espacios físicos, de conectar con su comunidad local, tanto en lo que respecta a otras personas, como a paisajes y lugares. Se limitan a sí mismos, se vuelcan en afinar su participación en un mundo digital más que el mundo físico, el cual representa una realidad más completa.

No obstante, la AAP parece entender mejor hoy en día la verdadera pregunta que deberíamos estar haciéndonos, la cual no se trata únicamente de preguntarnos ¿Cuánto tiempo han de estar expuestos a las pantallas?, sino también ¿Qué están mirando? ¿Cómo les afecta? ¿Cómo aquello que ven desafía sus propias creencias? ¿Qué tipo de habilidades cognitivas y de pensamiento de orden superior ponen en práctica en su comportamiento ‘en línea’? ¿Queremos que se les cuente una historia de un libro o que creen su propia historia en un universo digital en donde ellos tienen el control? ¿Qué actividades y juegos digitales propiciarán mejor y de manera natural hábitos de reflexión, cambios de comportamiento y adquisición de habilidades que puedan transferir al mundo real?

Este tipo de preguntas son notablemente más difíciles de comprender y medir. Es mucho más fácil limitarnos a reducir nuestros cálculos y reflexiones al referente más conveniente con el que contamos: el tiempo. Sin embargo, a la larga, el problema central en cuanto a la tecnología y los niños tiene que ver menos con el tiempo que le dedican a esta, y más con el propósito y matices de sus interacciones digitales. Tengo un sobrino que prefiere jugar a Call of Duty que hablar con cualquiera de los miembros de su familia, hacer ejercicio o crear algo con sus manos. Eso me preocupa. Esto, sin embargo, no tiene tanto que ver con los medios digitales, sino más bien con la naturaleza adictiva de una única forma de interacción digital. Los videojuegos están diseñados para complacer. No todos los medios y tecnología funcionan de esa manera.

Como un medio para abordar estas cuestiones, muchos educadores han llamado a un cambio desde el consumo a la producción en el espacio digital, lo que implica, por ejemplo, mirar menos y crear más, empezando en el espacio escolar y el aula. Ayudar a los niños a entender cómo extrapolar reflexiones e ideas desde el espacio digital al físico constituye una tarea útil y necesaria.

Quizá la mejor prueba con la que contamos para evaluar la adecuación y conveniencia para cualquier niño de una situación particular es preguntar “¿Qué haces y por qué? Aunque el tiempo que pasan frente a la pantalla sin duda importa, enfocarse sólo en el tiempo es como desarrollar un programa de lectura que se enfoque únicamente en los “minutos leídos”. Por qué no preguntar “¿Qué lees y por qué? ¿Qué te llamó la atención de lo que leíste? ¿Para qué usarías eso que has leído? ¿Qué te gustaría leer a continuación?”

Modelando cómo y porqué los niños usan los medios digitales (por ejemplo, para expresar ideas, conectar con otros…), los adultos -padres, educadores y miembros de la familia- pueden ayudarlos a reflexionar acerca del propósito de su comportamiento y las posibilidades a su alcance, y luego considerar y trasladar la experiencia digital dentro de un contexto más sólido y auténtico.

Teniendo todo esto en mente, podemos empezar a ver el tiempo frente a la pantalla no sólo como un problema o preocupación, sino además como una estrategia para tratar de entender el mundo.

Artículo de Terry Heick en Teachthought: Stop Worrying About Screen Time, traducción de Kreadis.