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lunes, 4 de diciembre de 2017

El dilema de los regalos para los niños: Apuntes para Papá Noel y Reyes Magos

Tan cerca de la Navidad y la llegada de los Reyes Magos, empiezan los debates acerca de qué tipo y
cuántos regalos dar a los niños en esta época, teniendo en cuenta aquellos criterios que aseguren un impacto beneficioso en su desarrollo emocional.

Muchos profesionales se han pronunciado al respecto, haciendo una llamada a evitar el exceso de regalos, así como el impacto que esto puede tener sobre cómo ve el niño su mundo, cómo forma y alimenta creencias, así como la manera en la que se ajusta a la realidad. En este sentido, se recomienda con frecuencia que la cifra gire en torno a 3 regalos, lo que se trata, más que de un criterio estricto que deba seguirse de forma literal, de una llamada a la sensatez y a la reflexión por parte de los padres en cuanto a este tema.

Hace varios años, este dilema quedó bien reflejado en el comercial de Ikea “la otra carta” que reflejaba asimismo el llamado “síndrome del niño hiperregalado”, el cual hace alusión al intento de algunos padres a compensar con juguetes y regalos el poco tiempo que comparten con sus hijos. En este sentido, cuando los regalos son excesivos, los niños tienen dificultades para otorgarles valor, ver su carácter emocional o educativo o apreciar su contenido, lo que además resulta en una pérdida del interés e ilusión que inicialmente persigue el gesto.

Pensando en ello, nos animamos a apuntar algunos elementos para tener en cuenta en cuanto a los regalos navideños, de manera que puedan servir de orientación para aquellos padres que tienen dudas en este sentido.

El gran debate acerca de la cantidad

Muchos padres quieren alimentar la ilusión de sus hijos dándole todos -o muchos- de los regalos que han pedido. Sin embargo, más allá del tan mencionado materialismo, hay otras “pegas” emocionales de mayor importancia frente al exceso de regalos. Por un lado, tal y como los adultos también soñamos, la carta a los Reyes o a Papá Noel, puede ser una ventanita a los deseos y anhelos del niño. Sin embargo, estos sueños y deseos -tal y como ocurre con los adultos- siempre estarán confrontados con la realidad (bien sea económica, en cuanto a juguetes prohibidos…). Es necesario hacer partícipe al niño de dicha realidad, enseñándole a apreciar sus deseos en convivencia con ésta. No se trata de frustrar al niño o sumergirlo en las frustraciones de la vida adulta, pero sí de estimular su resiliencia y tolerancia a la frustración, las cuales tienen un valor educativo y adaptativo vital.

Por otro lado, aunque parezca contradictorio, la sobreestimulación conduce al aburrimiento. Esta es precisamente una de las principales características de los niños y adolescentes de hoy en día, atiborrados de información y estímulos, muchas veces caen en la desconexión. Si buscamos alimentar la fantasía, imaginación y creatividad de los niños, el exceso no es nuestra mejor opción.

Recordemos asimismo que la cantidad no es sinónimo de felicidad, en este tema no aplica “cuanto más, mejor”. Por el contrario, la sobreabundancia dificulta que el niño pueda sacar el máximo provecho de los regalos, así como el verdadero disfrute de los mismos, y disminuye el valor percibido de estos.

No sólo cuentan los regalos que hacen los padres

Dado que los niños probablemente reciban regalos de otros miembros de la familia (abuelos, tíos…), es importante dialogar y compartir con estos la visión que se tiene en cuanto a los regalos, para que sea tenida en cuenta por los demás miembros de la familia. Esto no incluye sólo la cantidad de regalos, sino también poder compartir información acerca de lo que el niño necesita, las reglas estipuladas en casa en cuanto a los juguetes (permitidos/no permitidos) y el valor de los mismos.

Regalo Vs. Esfuerzo

Una tendencia -y a la vez una duda- frecuente de los padres, tiene que ver con transmitir a los niños la idea de una relación entre los regalos recibidos y el esfuerzo. Aunque es importante resaltar el valor del esfuerzo, así como el valor de las cosas, los regalos no deberían presentarse como una moneda de cambio. Los regalos han de tener, sobre todo, un valor emocional, algo que se ofrece sin esperar nada a cambio, por el gusto de alimentar la ilusión del otro.

Cuando equiparamos el esfuerzo y los regalos, el primero pierde su verdadero sentido de ser. Los
niños no deben “ayudar” en casa o “hacer los deberes” para recibir regalos, sino porque es su obligación desde el rol que ejercen (como hijos o estudiantes, en estos casos). El esfuerzo tiene un valor social y personal, y al vincularlo con lo material se desvirtúa dicho valor que ha de ser una enseñanza para toda la vida.

Es indudable que hemos de fomentar conciencia en cuanto a que las cosas que obtenemos cuestan y merecen un esfuerzo, sin embargo, cuando transmitimos la idea de que el esfuerzo se basa en la recompensa material que se obtendrá, incurrimos en una sobregeneralización que no es acorde con la realidad y con cómo funciona el mundo, por lo que dejamos a los niños desprotegidos ante dicha realidad. Lo cierto es que sabemos que, 1) es imposible “hacerlo todo bien” (y recibir juguetes); o, 2) es imposible “hacerlo todo mal” (y no recibir juguetes). La vida real no está compuesta por éxitos y fracasos absolutos, y este es un aprendizaje que hemos de enseñar a nuestros niños.

En este sentido, “regalar carbón” como reflejo de un “esfuerzo deficiente” por parte del niño, puede representar un castigo emocional muy duro e innecesario, además de contraproducente. Nuestro mundo adulto está cargado de creencias -muchas veces erróneas-, percepciones y exigencias en cuanto al éxito y al fracaso, introducirlas al mundo infantil a través de estas equiparaciones con los regalos y, sobre todo, sin previa reflexión, dificulta el desarrollo sano de la motivación en los niños.

La verdadera función de los regalos

Quizá este sea uno de los elementos más importantes. Más allá de enfocarnos únicamente en la cantidad, lo que realmente importa son los regalos que se eligen y por qué los elegimos. Muchas veces las dudas surgen cuando perdemos de vista este aspecto. ¿Qué función tienen los regalos, para mí como padre/madre?

En algunos casos, la cantidad de regalos está orientada a alimentar -de manera más o menos consciente- nuestra valía como padres. Algunas veces, la necesidad de proporcionar gran cantidad de regalos -o un tipo de regalo en particular- habla de los propios anhelos e historias infantiles. Otras veces, la tendencia a enfocarse en la cantidad de juguetes desvela el desconocimiento de los padres de las necesidades -sobre todo emocionales- de sus hijos. Poder hacer una pequeña reflexión al respecto permite hacer regalos más genuinos y elegir mejor.

Los juguetes y regalos son importantes en la vida del niño, pero estos tienen una función precisa que en ningún caso se trata de sustituir la atención, muestras de cariño y funciones de los padres.
En líneas generales, cuando escogemos los juguetes, debemos elegir aquellos adaptados a su edad, que inviten a su imaginación, que apoyen su crecimiento o que alimenten potencialidades del niño, sueños y habilidades. Los juguetes que posibilitan momentos en los que se comparte con amigos o familiares también son buenas opciones. Por último, recordemos, aunque parezca un apunte evidente, que el mejor juguete no siempre es el más caro.

El regalo de la emoción


La Navidad y Reyes también es un buen momento para enseñar valores y enriquecer el mundo emocional y afectivo de los niños. Aprovechemos entonces para regalar tiempo, enseñar sobre la bondad y el valor de compartir.

Aunque los regalos llenan de ilusión a los niños, la mayoría olvida cuáles han sido los juguetes y objetos que se les han regalado en años anteriores. Sin embargo, las emociones, momentos y experiencias vividas en estas épocas, suelen perdurar en la memoria de los niños y son a menudo más difíciles de olvidar y más fáciles de valorar. 

jueves, 16 de noviembre de 2017

Aumentar la autoestima en niños que se infravaloran



"Soy un torpe",
"Nunca consigo terminar nada",
"Nadie quiere estar conmigo",
"Siempre tengo la culpa de todo",
"Todo me sale mal".

Estas expresiones pueden estar significando que vuestro hijo se infravalora. Aquí os pasamos algunas pistas a través de 5 etapas para poder ayudar a vuestros niños a tener una mejor imagen de sí mismos  proporcionarles herramientas para afrontar el miedo a cometer errores y comunicarse de manera más eficaz y positiva.
1.     Fuera Etiquetas. "tú eres inteligente", "eres muy guapo", "eres tonto", "eres muy creativo"; este tipo de frases conforman la imagen que el niño se va haciendo de sí mismo. Es preferible que él se sienta y conozca sus dotes, talentos y fortalezas. Éstas se van evocando y generando a medida que pasa el tiempo. De esta forma, es conveniente evitar los "tú eres" a favor de una forma más descriptiva de lo que representan sus actos y que expresan nuestros sentimientos al respecto (incluyendo el "yo" o la primera persona). "veo que te has atado los cordones tu solo", "me encanta ver cómo te esfuerzas". Concentrarse en lo que hace y valorar sus esfuerzos e intenciones es la clave.
2.   Habituarles a no tener miedo a fallar. Frases del tipo "todo se consigue con la experiencia",  "la experiencia es la que hace que aprendamos", "cada error es un nuevo paso hacia el éxito" o "tienes todo el derecho a equivocarte", constituyen buenos ejemplos para conseguir esta habituación. Se puede incluso hacer un juego en familia: "los errores del día". Alrededor de una mesa cada uno comenta uno o varios errores que reconozca haya tenido ese día, lo que aprendió y lo que puede cambiar y/o mejorar al respecto. Si alguno de los participantes no encontrase mejoras u oportunidades, ni le resultase fácil identificar interpretaciones positivas, el resto de la familia pueden ayudar contando alguna de sus anécdotas y la forma en la que ha visto que la mejoró o consiguió tener éxito. Este tipo de intercambios desmitifican el error y permiten adoptar diferentes perspectivas. Otro de los puntos fuertes de esta dinámica es el propio entrenamiento en el hecho de podar contar sus situaciones, experiencias y anécdotas, sin ser juzgado, así como aprender a poner palabras a sus propias emociones. Esto dota de sentido a sus pensamientos y calma las reflexiones mentales (que suelen conllevar autocríticas).
3.     Apoyarse en los aspectos positivos. Cuando un niño saca una nota de un 4, no es conveniente añadir un punto de humillación a su decepción. Alentar sus esfuerzos observando y remarcando lo que ha logrado y todo lo que ha trabajado para conseguir mejorar y luego corregir los errores junto con él hará que no se sienta humillado. La ventaja de hacerlo es triple: - se adquieren una buena base para poder comentar errores e identificar áreas de mejora; se motiva al niño aprovechando sus éxitos y también se modifica el efecto de la escuela para que el niño no se hunda y no se sienta atacado, de lo contrario se puede correr el riesgo de abordar cada evaluación en clase con un estado mental negativo y experimentará ansiedad anticipatoria.
4.     Nada de acusaciones. Las acusaciones (como amenazas y gritos) provocan un efecto de bloqueo en el cerebro del niño. Esto hará que no le resulte fácil reflexionar y quedará "enganchado" en sus pensamientos negativos, cortando por completo el diálogo. En estos casos, es recomendable respirar y ayudarle a expresarse, promoviendo su crecimiento y desarrollo sano. No es aconsejable hablar en estos casos de "culpa".
5.     Reformular lo que dice el niño. Cuando un niño usa palabras como "nunca",  "siempre", "todos", "ninguno". hay que escucharle activamente e intentar reformular lo que ha dicho. La mejor manera es evocando sus emociones y mostrándole una nueva perspectiva. Si él dice: "¡Nunca puedo hacerlo!" , el hecho de repetir la frase como un eco diciendo "no puedes hacerlo por el momento ", o hablando de un éxito pasado " ¿recuerdas cuántas veces intentaste mantener el equilibrio en tu bicicleta y cómo al final lo conseguiste? "), o plantearle la situación con visión a futuro "cuando llegues allí ...", "cuando lo consigas..."
Ejemplo: Luis acaba de perder un partido de fútbol. Su padre lo escucha sin juzgar y cuidando su lenguaje corporal (evitando mostrar descontento, decepción). A continuación reconoce sus sentimientos y le ayuda a que él mismo pueda verbalizarlos (rabia, tristeza, enfado, decepción...). Luego pasa a evocar experiencias positivas que tuvo en el pasado y le invita a hacer sus comentarios pasando del "yo" al "nosotros de forma de consiga un anclaje positivo a través de la disociación. Finalmente, le muestra que el poder reírse de situaciones como esta ayuda a que pueda adoptar puntos de vista que mejoren su humor y le hagan sentir bien, lejos de degradarle.
- ¡Nunca hago nada bien! ¡Lo mío es dibujar!
- Veo que lo que acabas de decir te afecta bastante. ¿Te gustaría decirme qué pasó?
- ¡Nunca consigo meter goles en los partidos y todos se ríen de mí!
- ¿Crees que nunca marcas goles, que no eres buen jugador y que los demás se ríen de ti por ello? ¿Es eso lo que quieres decir?
- ¡Sí!
- ¿Te acuerdas de tu último partido en el que marcaste desde el centro del campo?
- Sí.
- ¿Te acuerdas de la cara del portero cuando se enteró de que el balón había entrado?"
- ¡Sí!
- ¿Qué sentiste?"
- ¡Estaba orgulloso! Era la primera vez que había marcado hasta ahora.
- ¿Qué hay de tus compañeros de equipo?
- Intentaron llevarme a hombros al final del partido
- Creo que eso demuestra que eres importante para ellos.
- Es verdad.
- Todos habéis experimentado derrotas y victorias.
- Sí.
- ¡Y a veces te ríes cuando ha habido algún fallo; como el día que Ricardo marcó en propia portería cuando se cayó de culo.
"¡Sí!
- ¡Pues hay que seguir aprendiendo y estar listo para vivir nuevas aventuras!

Con este tipo de intervenciones estaremos ayudando al niño a que se sienta capaz de actuar ante los obstáculos, de forma que acepten la responsabilidad de sus actos y pueda ir aumentando su autoestima.
Un niño con baja autoestima y que se infravalora de manera habitual, suele anticiparse a sus fracasos, se rinde antes de tiempo, muestra desesperanza ante situaciones en las que tiene que mostrar su valía, piensa que no hay nada que pueda hacer para cambiar esta dinámica, suele pensar que se esfuerza menos que los demás o que no lo intenta lo suficiente y esto es porque él ya cree haber fracasado antes de intentarlo.
Por el contrario, un niño con la autoestima alta, además de influier en su rendimiento académico de manera positiva, cree en sí mismo aunque se equivoque, de manera que cuando aparezca el fracaso, lo seguirá intentando, aumentando así las probabilidades de éxito. La alta autoestima también se asocia a mayor creatividad, mayor responsabilidad, más autonomía y mejora del desarrollo personal.
Y por último, un aspecto clave es la confianza que tenemos en el niño. Hay que confiar en él, si es así, el niño también creerá en sus posibilidades y se arriesgará más. Es importante hacer sentir al niño importante basándose en sus fortalezas y en su capacidad de mejora y tesón, de forma que se fomenten y mejoren sus habilidades e intereses.

Artículo preparado por Kreadis con información de:
- Les phrases à dire à un enfan qui s'auto-dévalorise - Papa positive - Jeff
- J'aide mon enfant à déveloper son estime de soi - Bruno Hourst
- ¿Qué puedo hacer para mejorar la autoestima de mi hijo? - Omicrono











lunes, 30 de octubre de 2017

7 tips para padres cuyos hijos atraviesan dificultades en la lectura

La lectura empieza y termina en casa. Aunque los profesores pueden enseñar, apoyar y promover la lectura en los alumnos, si la mayor parte del trabajo de lectura no se hace en casa con propósitos genuinos y de recreación autodirigida del niño, la lectura siempre quedará relegada a una mera competencia académica.

Apoyar el desarrollo de habilidades sólidas de lectura, en especial en aquellos niños que presentan ciertas dificultades, es a menudo una cuestión de entrenamiento y experiencia, elementos de los cuales muchas familias carecen. No se trata de que los padres tengan que formarse en temas pedagógicos o de aprendizaje, sin embargo, sí se trata de que estos puedan proveer un apoyo necesario para ayudar a sus hijos a superar las dificultades y reticencias en cuanto a la lectura.

La investigación muestra que, si los estudiantes no leen hábilmente en el momento en el que llegan a 3er grado de primaria, las posibilidades de que cubran los atrasos y se pongan al día alcanzando el nivel esperado, son muy bajas. 

Pensando en estas estadísticas, la Universidad de Minnesota ofrece una infografía clara y sencilla para apoyar a aquellos padres que se encuentran en la búsqueda de estrategias y asesoramiento, proponiendo 7 claves para quienes atraviesan dicha situación.


Artículo original en TeachThought 7 Tips ForParents Of Struggling Readers

domingo, 2 de julio de 2017

5 Claves para hacer frente a los suspensos durante el verano

Transcurrido el año escolar, llegan por fin las vacaciones. Padres e hijos se preparan para ellas y las esperan con entusiasmo, hasta que el boletín de notas pone freno a la celebración cuando trae consigo uno o varios suspensos.

Son muchos los disgustos y la sensación de decepción que experimentan padres y madres porque sus hijos han suspendido. Surgen preguntas, pedir y rendir “cuentas”, sensaciones variopintas y, en muchos casos, conflictos en el contexto familiar.

Una calificación deficiente no suele ser fácil de aceptar y muchos padres la interpretan como una especie de fracaso personal o, incluso, como un precedente desalentador de cara al futuro de sus hijos. Las sensaciones que suelen aflorar con mayor rapidez son el desánimo, el enfado y la frustración, así como una serie de cuestionamientos hacia el hijo y hacia sí mismos.

Son muchas las razones que alimentan las sensaciones de los padres de cara a los suspensos. Una de ellas responde a la creencia de que las notas son un reflejo del rumbo que toman sus hijos, así como su perspectiva de futuro. En otros casos, las notas aportan valor -de manera más o menos consciente- a la imagen que los padres tienen del niño. Por otro lado, muchos padres son sensibles ante el hecho de que el fracaso escolar habla -con mucha frecuencia- de procesos, cambios, inhibiciones o conflictos por los que está atravesando el niño y que no se manifiestan explícita o claramente sino a través de sus resultados académicos.

Las sensaciones de frustración suelen incrementarse en los casos de familias en donde el año escolar ha transcurrido como un campo de batalla, o un escenario de grandes esfuerzos en cuanto a tiempo, dedicación y recursos. Los suspensos generan gran impacto y rabia cuando se valoran dichos esfuerzos (tiempo dedicado a estudiar con el hijo, discusiones familiares por los resultados parciales, dinero invertido en academias y profesores particulares…) en relación con el resultado obtenido, despertando mayor incomprensión por parte de los padres.

En cualquier caso, los suspensos ponen a los padres en una posición de impotencia y temor, que se manifiesta de diversas formas y, como es lógico, afectan las dinámicas de cara a las vacaciones. Son comunes las frases como “Nos has fastidiado el verano a todos”, “Olvídate de salir a jugar o estar con tus amigos, vas a hincar los codos todo el verano”, “No sé qué piensas hacer, pero no nos vas a arruinar el verano a nosotros”.

Muchos padres desde su sincera preocupación hacia el hijo o desde sus propias emociones y fantasías -algunas más fáciles de detectar que otras- se preguntan con frecuencia qué hacer frente a estas situaciones. Es por ello que resumimos algunas claves que esperamos sean de ayuda, para manejar la situación que deriva de los suspensos al finalizar el curso.

1. Mantener la calma

Antes de reíros o sentir desesperanza (y dejar de leer), tened en cuenta que os comprendemos y sabemos que las sensaciones que podéis sentir como padres en estas situaciones, son muchas y muy potentes. Así que permitid que os comentemos por qué apuntamos esto como primera clave:

En primer lugar, y sin intención de quitarle peso al tema, son pocos los que pueden decir que nunca han suspendido o fallado alguna prueba -de la índole que sea- a lo largo de su vida. Los suspensos y los fallos son parte del aprendizaje, lo cual no quiere decir que sea algo grave. Lo que sí puede agravar la situación es cuando estos se manejan de manera incorrecta o se ignoran las claves que apuntan a que es necesario atender a algo más o hacer un cambio.

Segundo, esos primeros momentos tras conocer las notas, suelen estar muy cargados emocionalmente. Bajo tales emociones, no es difícil que expresemos opiniones “sin filtro” que pueden llegar a agravar la situación que subyace al suspenso.

No se trata de que os reservéis vuestras opiniones. Intentad, sin embargo, esperar que pase el “pico emocional” antes de hablar con vuestro hijo. Todo aquello que le preguntamos al niño espera una respuesta sincera o “esclarecedora” de su parte. Generalmente, desde el enfado de los padres, los hijos suelen dar dos tipos de respuesta: o bien defensiva (“no sé el por qué, pensé que iba bien”, “el profesor me tiene manía”, “a Rafa sí lo aprobaron con 4,8”, “tú no me entiendes”, “déjame en paz”) o a través del bloqueo, la inhibición o la huida (llantos, silencios, irse a su habitación).

En “momentos emocionales pico” hay gran facilidad para expresar frases que asimilen el suspenso o “fracaso” a lo que el niño es, tales como “esto ha pasado porque eres un vago”, “nunca escuchas”, “sólo piensas en ti y no en cómo nos afectaría”. Sin embargo, suele haber menos apertura a reflexionar comprehensivamente en qué puede estar afectando la nota o resultados obtenidos.

Es necesario que tengamos claro lo que sentimos antes de expresarlo. En general, los niños responden bien ante nuestro esfuerzo por comprenderles, porque los embarca asimismo en su propio camino de auto-comprensión. Con esto no decimos que haya que quitarle importancia a la situación, sino que una actitud comprensiva, estimulante y asertiva es una clave. Expresar el enfado de manera constructiva y coherente puede hacer del suspenso una verdadera vía de aprendizaje. Hemos de ser sinceros teniendo en cuenta que no hay nada más importante que la autoestima del niño o nuestra relación con él o ella.

2. Analizar los motivos del suspenso

Es importante explorar la opinión del niño en cuanto a qué ha motivado el suspenso. Cada razonamiento al respecto lleva consigo distintos tipos de afrontamiento. En muchas ocasiones los suspensos se atribuyen a falta de “dedicación”, concentración o planificación. Es de vital importancia que no se ignoren las circunstancias generales del niño (a nivel emocional, del ciclo vital, familiar, social…), para determinar con mayor exactitud qué factores pueden estar influyendo en su desempeño académico.
Hay un factor “técnico” en el contexto educativo actual, que no deja de afectar los resultados en el paso de un curso a otro. Las exigencias y capacidades que son necesarias en etapas sucesivas no siempre son alimentadas o atendidas en etapas previas. Existe un vacío entre lo que “los padres piensan que el colegio debe estar enseñando” y lo que “el colegio piensa que los padres deben estar atendiendo” durante el proceso formativo y educativo. En estos casos, es necesario cubrir ese “vacío” con alternativas que puedan proveer al niño de recursos para la planificación, organización y manipulación (técnica y comprensiva) del material impartido en el curso.

Como comentamos al principio, la experiencia nos muestra que los resultados deficientes o incluso preocupantes a nivel académico, suelen ser reflejo de otros procesos que atraviesa el niño que requieren atención. En la mayoría de los casos la responsabilidad de los suspensos se atribuye exclusivamente al niño (a sus aptitudes y actitudes), dejando de lado otros elementos que juegan un papel de importancia, tales como: los recursos del centro, las herramientas que se proveen para hacer frente a nuevos retos académicos y de contenidos; circunstancias particulares cognitivas, emocionales, sociales o de adaptación; o, dinámicas familiares o contextuales (límites, expectativas, exigencia, conflictos en el seno familiar…).

En este sentido, además del análisis que se hace desde el equipo parental y con el niño, puede ser de gran ayuda solicitar tutoría con el maestro, orientador o tutor para esclarecer los factores que pueden estar influyendo en los resultados académicos. Cada niño es distinto, pertenece a una familia diferente, procesa las emociones y situaciones de forma única… y por ello los suspensos no responden siempre a las mismas causas ni se pueden seguir las mismas directrices para todos los casos de forma unívoca.

3. Y ¿Qué pasa con el castigo?

Muchos padres usan el castigo como un “motivador”, es decir “va a estudiar para que le devuelva el móvil”, “hará las fichas de mates para ganarse el tiempo en la pisci” … Sin embargo, en estos casos está comprobado que el castigo no influye de manera real en la motivación o decisión del niño frente a la intención de estudio. Aún más, cuando se trata de un adolescente, la apatía que puede mostrar ante el castigo es incluso más desesperante o frustrante para los padres y, como imaginaréis, igual de improductiva.

El estudiar o no, no debería representar un elemento asociado al premio o al castigo. El proceso de aprendizaje no debería traducirse para el niño en un “proceso mercantil”. De ahí a que la clave #2 sea tan importante: Una vez conocidos o esbozados los factores que pueden estar influyendo en el suspenso, es necesario actuar sobre ellos y crear paralelamente un sentido de compromiso, es decir, de responsabilidad.

Si estudiar es una responsabilidad, faltar a dicha responsabilidad ha de acarrear ciertas consecuencias. Consecuencias, que no quiere decir “castigo”. ¿Cuál es la diferencia? El castigo implica una acción que acarrea otra acción punitiva, algo que sentencia que lo que se ha hecho está mal y no ha de ocurrir. Admite poco espacio para la reflexión: “si no haces esto, te quito esto”. Sin embargo, la responsabilidad guarda en sí un elemento socializador: “todo lo que hago tiene consecuencias sobre mí, sobre otros y sobre mi contexto”. Desde la intención de formar individuos sanos y coherentes que serán parte de la sociedad futura, es una tarea imprescindible educar en responsabilidad, más que en error-castigo.

El castigo suele generar un contexto emocional “negativo” y uno de nuestros objetivos para transformar el suspenso en un aprendizaje, es que este se enmarque dentro de un contexto más motivador. Un castigo significaría “no dejarle bajar al parque durante el verano para jugar con los vecinos”, o “quitarle el móvil durante todas las vacaciones” … Sin embargo, una consecuencia asociada a la responsabilidad significaría establecer horarios de estudio y marcar rutinas diarias que permitan hacerse cargo de los resultados académicos y trabajar para dar respuesta a la situación.

En contextos emocionales agitados (y de ahí nuestra clave #1) se suelen imponer castigos desproporcionados que no generan un cambio real en la situación (en algunos casos producen cambios “de forma, pero no de fondo”), por lo que puede ser muy útil que los padres se den un espacio para determinar cómo el niño -y bajo qué límites y acuerdos- ha de responder ante el suspenso.

4. Hacer un plan, sin sacrificar el verano

Como es lógico, tiene que haber un periodo de trabajo y también de descanso. Esto se aplica tanto a padres como a hijos. No es aconsejable que los niños empiecen a estudiar apenas terminan el curso escolar. Suele ser más productivo que haya un espacio de descanso y ocio; y se puede usar este tiempo además para hacer una planificación ajustada a la edad del niño, las asignaturas suspensas y las medidas que se consideran necesarias para atajar el problema que ha suscitado las notas. El tema es poder encontrar un equilibrio entre ambas cosas; no se trata de que el niño abandone por completo la rutina y deje las asignaturas pendientes para última hora, ni tampoco que pase todo el verano estudiando sin salir de casa. Los niños deben tener siempre su tiempo para jugar y compartir con amigos.

Con mucha frecuencia, las familias responden ante el suspenso de alguno de los hijos volcándose en él o ella, o renunciando a las vacaciones familiares. Esto es un error por varios motivos: El suspenso o resultado académico del niño representa sólo un elemento del panorama familiar. No hay razones para convertirlo en algo que impregne toda la dinámica y actividades familiares. En su lugar, se trata de una situación que, si bien puede introducir cambios, es necesario manejar en contexto y de acuerdo a las circunstancias familiares.

Por otro lado, la carga negativa sobre los estudios se incrementa cuando la familia se ofrece como “mártir” al suspenso y se limita el ocio de otros miembros de la familia. Estaríamos, en este caso, penalizando toda la dinámica de la familia, teniendo en cuenta que tras el año escolar tanto padres como hijos necesitan y merecen el tiempo de descanso que ofrece las vacaciones.

Aunado a lo anterior, “suspender las vacaciones” se interpreta como un castigo y, como mencionamos antes, lo más importante es identificar el motivo que subyace a los suspensos y buscar soluciones para el buen desempeño y desarrollo de los hijos. En este sentido hemos de tener en cuenta, que aun cuando los suspensos dan señal de que es necesario cambiar, trabajar o mejorar sobre un tema que está siendo conflictivo, no todo lo que el niño ha hecho durante el año se resume en el “fracaso del suspenso”. Reconocer los esfuerzos y logros más allá de los resultados es sano y asimismo necesario.

Por último, está comprobado el efecto positivo que tienen los descansos en la educación. Aunque muchos padres suelen asociar correlativamente el tiempo de estudio en relación con los resultados, esta relación no es directa. No necesariamente mientras más tiempo se dedique a estudiar, mejor será el resultado obtenido. Los beneficios de los descansos han sido ampliamente estudiados y por ello han de tenerse en cuenta de cara al verano.

5. Ayudarlos a sacar lo mejor de sí mismos

Contrario a lo que desearíamos, la motivación de nuestros hijos no depende de nosotros. Se habla desde hace años en líneas generales, de dos tipos de motivación: la intrínseca (la que emana de la propia persona, desde sus propios deseos y objetivos) y la extrínseca (aquella que se estimula a través de recompensas externas). La mayoría de los padres frente a la frustración del suspenso, se enfocan en trabajar la segunda de ellas, ofreciendo recompensas, quitando privilegios o estableciendo acuerdos de qué se gana o qué se pierde dependiendo el desempeño del niño. Sin embargo, está comprobado que lo que nos impulsa a la mejora es la motivación intrínseca, la satisfacción de hacer las cosas más allá de la recompensa externa que acarrea realizarlas. A pesar de su importancia, es este tipo de motivación el que más pasa desapercibida.

La actitud de los padres es fundamental para alimentar la motivación real del niño. Pensando en ello, así como en la estabilidad de la autoestima e identidad del hijo, es crucial poder transmitir mensajes positivos que fomenten la sensación de capacidad y superación. Asimismo, comentarios del tipo: “Apruebes o no, ya el verano se ha fastidiado”, “Esto ha ocurrido porque no trabajas porque no quieres”, calan en los niños y suelen generar un contexto emocional desalentador. Se puede caer con ello en la “profecía autocumplida” (la persona cree que haga lo que haga va a suspender, al final no se implica de manera sincera y lo previsto se cumple) o en un estado de indefensión o desesperanza “haga lo que haga, no voy a poder aprobar”, o “qué más da que apruebe, si el año que viene será igual o peor”.

Es importante apoyar al niño, escucharlo, dejar que se exprese, darle seguridad y estimularlo reforzando la idea de que logrará alcanzar el objetivo que se plantee, siguiendo un plan de acción y en coordinación con el centro educativo, profesores y tutores que proveen de un enfoque e información valiosa para encaminar el trabajo a realizar.

Las vacaciones, con suspensos o sin ellos, no es un espacio “aislado en el tiempo” y ha de integrarse en éste experiencias positivas de aprendizaje. Puede que las claves propuestas se perciban como insuficientes dadas las emociones, sensaciones y consecuencias que se despliegan en el contexto familiar, sin embargo, lo más importante es poder resaltar cómo las respuestas impulsivas, trágicas o rígidas por parte de los padres, no suelen ser eficientes al atajar el problema. Por su parte, poder ensayar y reflexionar sobre estas claves sí suele serlo, siempre teniendo en cuenta que hemos y podemos buscar ayuda profesional cuando sentimos que se trata de una situación desbordante o que habla de otras problemáticas emocionales del niño.

jueves, 11 de mayo de 2017

La gestión de los padres en los conflictos entre hermanos

La relación entre hermanos representa un espacio de ensayo natural para que los niños aprendan sobre su mundo y sobre las relaciones. Se trata de un lugar seguro en donde pueden ensayar cómo interactuar con otros, aprender a gestionar los desacuerdos y conflictos, así como a regular sus emociones de manera sana. Las relaciones entre hermanos proporcionan un contexto para el desarrollo de la comprensión de sus mundos sociales, emocionales, morales y cognitivos. En particular, los hermanos juegan un importante rol en el desarrollo de la comprensión respecto a la individualidad de otros, es decir, sus emociones, pensamientos, intenciones y creencias.

Los hermanos representan figuras alternativas de apego y los beneficios de establecer relaciones cálidas, seguras y positivas pueden extenderse a lo largo de la vida del niño. Estas relaciones son esenciales para su adaptación psicosocial en la infancia y desempeñan un papel clave en su desarrollo emocional. De todo ello deriva la importancia de que sepamos promover las competencias sociales y emocionales que se despliegan en la dinámica entre hermanos, e intervenir en casos de dificultades para fomentar las experiencias positivas en la relación entre ellos.

Según las psicólogas Nina Howe y Holly Recchia, son 4 las principales características que se presentan en las relaciones entre hermanos durante la primera infancia:

-En primer lugar, las interacciones entre hermanos son relaciones definidas por fuertes emociones, sin inhibiciones, que pueden tener una carga emocional de distintas cualidades, positiva, negativa y, a veces ambivalente.

-En segundo lugar, las relaciones entre hermanos son definidas por la intimidad: cuando son jóvenes gastan grandes cantidades de tiempo jugando juntos, se conocen muy bien. Esta larga historia y un profundo conocimiento, se traducen en oportunidades para proporcionar apoyo emocional e instrumental los unos a los otros, con la participación en juegos de simulación para el conflicto y para entender los puntos de vista de los demás.

-En tercer lugar, las relaciones entre hermanos se caracterizan por grandes diferencias individuales en la calidad de las relaciones de los niños entre ellos.

-En cuarto lugar, la diferencia de edad entre los hermanos a menudo hace que las cuestiones de poder y control, así como las rivalidades y los celos, sean fuentes de contienda para los niños, pero también proporcionan un contexto para intercambios complementarios, como enseñar, ayudar y cuidar. 

Las relaciones entre hermanos a veces se convierten en un aspecto de difícil gestión para los padres, debido a la naturaleza potencialmente emocional y altamente cargada de la relación. En este sentido, muchos padres se ven en la necesidad de intervenir en las discusiones, juegos o situaciones que se dan en la relación entre los hermanos. Es natural que padres y madres deseen intervenir en las peleas y conflictos entre sus hijos. Sin embargo, muchas veces dicha intervención redunda -contrario a lo que los padres pretenden- en mayor rivalidad entre los hermanos, coartando así la posibilidad de aprendizaje que puede derivarse de los avatares de la interacción entre ellos.

Cuando pensamos en las relaciones entre hermanos hemos de tener en cuenta que el ambiente familiar, contra-intuitivamente, no es idéntico para todos los hermanos, ya que cada uno de ellos es diferente y por ello interiorizan de forma distinta las experiencias a lo largo de la vida. Además de esto, la relación entre los padres y cada hijo es particular y única. Suelen haber diferencias entre la aproximación de los padres a cada hijo que dependen de una gran variedad de factores, tales como la personalidad del niño, el momento de su nacimiento, la edad y experiencia de los padres o, incluso, el contexto de la familia extensa (apego y relación con tíos, abuelos…).

Desde el enfoque sistémico, la familia es un sistema complejo y siempre en movimiento, que está formado por dos sub-sistemas: el parental y el fraterno. Cada subsistema tiene sus roles, reglas, dinámicas y límites, y en muchos casos, la intervención del sistema parental en el fraterno, altera su dinámica e interfiere con el equilibrio que busca la relación. En determinadas ocasiones, la intervención de los padres en la interacción entre hermanos, puede catalizar las relaciones de conflicto, en especial cuando el trato es marcadamente diferencial o cuando se despliegan juicios acerca de uno o varios hijos como intento por remediar el conflicto.

Padres y madres buscan, con frecuencia, evitar las peleas entre hermanos, y aunque no existe una regla universal para mediar en dichos conflictos, sí existen aspectos generales a tener en cuenta, tales como:

• Crear un ambiente familiar positivo, en donde se fomente la solución de los problemas a través de la comunicación y la ayuda. Para ello es de vital importancia que todos los miembros de la familia se sientan cómodos para expresar sus sentimientos y emociones.

• Fomentar la autonomía, la independencia, la responsabilidad y la comunicación en nuestros hijos; que se sientan queridos, respetados y apoyados.

• Dedicar tiempo a los hijos e hijas, esto quiere decir, dedicar tanto tiempo compartido con todos ellos y tiempo individualizado con cada uno de ellos.

• Fomentar las actividades conjuntas de toda la familia y de los hermanos y hermanas.

• Evitar las etiquetas y las comparaciones. Aunque este aspecto resulta en la vida cotidiana harto difícil de conseguir (ya que a veces no provienen específicamente de los padres, sino de maestros, familiares, amigos…), es necesario tener en cuenta que cada niño es una persona independiente que vive momentos diferentes, y que está en un proceso continuo de aprendizaje.

Aunque es indispensable intervenir en los conflictos entre hermanos en donde el juego o la situación se torna agresiva o injusta, es necesario fomentar la resolución de conflictos entre hermanos por ellos mismos, con la mínima intervención de los padres. Esto no quiere decir que los padres no puedan ser facilitadores en dicho proceso de resolución, de hecho, esta función facilitadora es de vital importancia para evitar que se considere la agresión como vía de solución de conflictos.

El psicólogo Luciano Montero, propone como recomendación un sistema de cinco pasos que sirven de guía para dirimir las disputas entre hermanos, respetando los límites y dinámicas propios de la relación entre ellos:

-Primero, cada niño expone su punto de vista;
-Segundo, para asegurarse de que el otro lo entiende, lo repite con sus propias palabras (y si es muy pequeño, los padres proporcionan la ayuda para su expresión);
-Tercero, ambos niños repasan y sopesan las posibles soluciones (también les podemos ayudar o hacer preguntas que faciliten su comprensión de la situación, del punto de vista del otro y la posible solución);
-Cuarto, eligen un desenlace que satisfaga a ambos;
-Quinto, planean cómo ponerlo en marcha. Todo con nuestra ayuda, pero sin sustituirlos.

Durante este proceso es necesario que evitemos, en la medida de los posible: Descalificaciones, burlas ante las conductas inadecuadas, privilegios de unos hijos frente a otros y comparaciones entre ellos.

Puede ser sumamente difícil y retador el evitar hacer juicios o intervenir de manera intrusiva en la dinámica y conflictos entre hermanos, en especial cuando la conducta de estos puede parecer injusta o agresiva. Evidentemente, hemos de mediar en las situaciones en donde hay un desequilibrio marcado, una tendencia agresiva o en situaciones que pueden desembocar en un peligro emocional o físico para los hermanos. Sin embargo para ello, hemos de intentar evitar el juicio adulto y mediar desde la neutralidad, teniendo en cuenta que estamos interviniendo en un subsistema ajeno al parental, dotado de sus propias reglas y particularidades.

Es necesario ser conscientes, además, de cómo solemos afrontar los conflictos en general, y ser sensibles ante la tendencia natural a emitir juicios acerca de las conductas que consideramos erróneas, inadecuadas o negativas. Precisamente sobre el aspecto de los juicios que hacemos, Jane Lansbury, seguidora de Magda Gerber en la educación y cuidado en la primera infancia, reflexiona acerca de algunas razones por las cuales no resulta beneficioso intervenir desde nuestro juicio adulto en la relación entre pares. Entre los puntos que rescatamos de sus reflexiones, está el hecho de que el juicio parental crea una distancia con respecto a los hijos y entre hermanos, que resulta improductiva y dolorosa.

En este sentido, hemos de tener en cuenta que el comportamiento de nuestros niños suele ser el reflejo de su nivel de adaptación y mundo emocional. Los impulsos agresivos o de control, suelen mitigarse cuando el niño accede a su comprensión, más que cuando los culpabilizamos o avergonzamos por sentirlos o tenerlos. Los niños requieren de nuestra ayuda con respecto a la comprensión y control de estos impulsos, teniendo en cuenta que estos tienen un sentido según el contexto emocional del niño.

Los niños suelen aprender a comprender sus propias emociones y comportamientos cuando se sienten aceptados por sus padres y cercanos. El juicio suele distanciar y dicha separación es atemorizante para los niños. Esta sensación puede redundar en un incremento de las conductas “negativas” como un intento de reafirmación. Asimismo, cuando emitimos opiniones acerca de nuestros hijos, vamos dando forma a la manera en la que se perciben a sí mismos. El juicio paterno y materno puede caer en etiquetar ciertas conductas y por tanto, limitar su desarrollo y su identidad.

Vemos así como la gestión sana de los conflictos entre hermanos desde los roles parentales, es un aspecto de gran importancia en su desarrollo. Es indudable que los niños necesitan límites e intervención y mediación por parte de los padres, sin embargo, recordemos que desde nuestro rol parental, hay dinámicas de la íntima relación entre pares que no somos capaces de vislumbrar, por lo que nuestra intervención siempre ha de tener en cuenta la perspectiva y experiencia de los hijos.

Los niños tienen una profunda necesidad de aceptación y empiezan a mirarse a sí mismos de la forma en la que son percibidos y “mirados” por otros. La relación entre hermanos es una relación de aprendizaje. Y este aprendizaje incluye la práctica de habilidades sociales adaptativas, resolución de conflictos, tolerancia a la frustración, capacidad de auto-regulación y el desarrollo de habilidades y comprensión emocional; todos ellos aspectos que necesitan ser ensayados en la relación entre hermanos. Así, el punto clave en la mediación e intervención por parte de los padres en las dinámicas y conflictos entre hermanos, es que esta sea lo suficientemente sensible y respetuosa como para no limitar las infinitas oportunidades de aprendizaje que esta proporciona.

Artículo de Kreadis, con información de:
-Fernández, A., Gamarra, A., Izal, C., Betelu, M. (2001). La familia ante los celos infantiles: Pautas y orientaciones. Gobierno de Navarra, Departamento de Educación y Cultura.
-Guía sobre orientación familiar CEAPA. Gestionar las relaciones entre hermanos y las relaciones intergeneracionales con la familia extensa y los nuevos modelos de familia. Marzo 2014.
-Nina Howe y Holly Recchia. Las relaciones entre hermanos y su impacto en el desarrollo de los niños. Department of Education and Centre for Research in Human Development, Concordia University, Canadá. Diciembre 2014, Ed. rev. (Inglés). 

sábado, 20 de agosto de 2016

Claves para padres al comienzo de curso: la técnica “minuto a minuto”

Foto: Sergio Sánchez
Nadie dijo que educar a un adolescente fuese fácil, y mucho menos en lo relativo a temas escolares. Los padres cada vez están adoptando más responsabilidades en este sentido y, tenemos que admitir, que las cosas han cambiado mucho en las últimas décadas. ¿Cómo es posible que se suponga que los padres tienen que saber cómo manejar la cantidad de deberes sin un mínimo de guía al respecto?
Si como padres estáis luchando con un adolescente resistente al aprendizaje, probablemente hayáis oído más de una vez a personas que sugieren: “Puede que necesite dedicarle más horas, no debe estar estudiando lo suficiente”. Para la mayoría de los niños esto representa cumplir con una planificación de horas de estudio, releer temas vistos, consumir tiempo delante del libro de texto,  tareas que no suelen resultarles productivas. Sin embargo, muchos estudiantes no aprenden escribiendo o leyendo, sino que sus fortalezas se encuentran en las áreas visuales o kinestésicas, o en habilidades musicales o sociales. Entonces, ¿cómo podremos ayudarles a desarrollar sus habilidades de estudio?

Tres ejercicios para empezar el año escolar con buen pie

En el primer día de clases, Benjamin Zander, director de la Filarmónica de Boston, les dice a todos sus estudiantes que obtendrán un 10, y que todo lo que tienen que hacer para ello es escribir una carta –como si ya hubiesen terminado el año, en retrospectiva- explicando qué hicieron a lo largo del curso para recibir esa calificación. Zander comenta cómo se maravilla con las reflexiones que los alumnos comparten en estas cartas y la forma en la que se entusiasman e ilusionan con la persona que imaginan haberse convertido tras finalizar el curso. La filosofía de Zander se basa en dos aspectos de gran importancia: primero, poder dar los primeros pasos para construir y fortalecer la relación con sus estudiantes; y segundo, partir de una posición de ventajas y ganancias para los estudiantes, en lugar de una posición de déficit.