A pesar de los avances que se intentan hacer en materia de educación el problema del ‘fracaso’ o ‘deserción’ escolar, sigue
siendo uno de los temas que mayor preocupación suscitan. El modelo tradicional,
que suele implementar medidas aisladas frente a aquellos casos de ‘estudiantes
problemáticos’, viene dándose de bruces con la consecuencia secundaria -y
paradójica- que dichas medidas tienden a alimentar: el reforzamiento de la
marginación y aislamiento de dichos estudiantes. La
complejización del mundo y los retos que trae consigo la educación del Siglo
XXI, nos obligan a hacer una transición desde una perspectiva técnica (basada
en respuestas y medidas reactivas y de control), a una perspectiva adaptativa
que considera al sistema -a toda la comunidad- como parte del problema y, por
ello, parte de la solución.
El cambio de paradigma obliga así a adoptar nuevas medidas que den una respuesta comprehensiva e integradora al problema. Desde ‘la manzana podrida’, pasamos a vislumbrar el verdadero entramado complejo en el que están insertos estos jóvenes y, a partir de aquí, actuar en consecuencia. Sin embargo, como es frecuente en cualquier proceso de cambio, muchos colegios siguen ejerciendo gran resistencia de cara a la incorporación de estrategias distintas para manejar la situación. De esta forma, continúan adoptando medidas para casos ‘puntuales’, en donde contradictoriamente al objetivo propuesto, el estudiante termina por abandonar el sistema, temporal o permanentemente.
En esta
línea, queremos rescatar el testimonio y reflexiones que hace Víctor Ríos para
TedTalks al respecto. Aunque el entorno psicosocial y político estadounidense del
que parte no es miméticamente equiparable al contexto español (considerando la
multiplicidad de factores culturales, étnicos, políticos, educativos y sociales
que juegan en cada una de las realidades de ambos países), también encontramos
en nuestro sistema educativo casos relacionados con problemas de conducta en
jóvenes, ‘deserción’ y ‘fracaso escolar’. De aquí, la necesidad de reflexionar
acerca de dicha situación, teniendo en cuenta aspectos básicos que no
deberíamos perder de vista en cuanto a al problema.
Ríos intenta transmitir en su conferencia, desde su propia vivencia, aquellas estrategias que considera relevantes para proporcionar ayuda y un sistema de apoyo a los jóvenes que se encuentran en esta situación. Con ello, plantea la necesidad de ir más allá de las medidas puntuales y acciones de control más frecuentes, las cuales contribuyen -de una u otra forma- a marginar a los jóvenes que presentan situaciones conflictivas y que se encuentran en entornos multiproblemáticos.
Aquí su reflexión al respecto:
Durante más de 10 años he estudiado a
los jóvenes que han quedado fuera del sistema escolar, aquellos a los que se
llama “alumnos desertores”. En estos casos, al terminar fallando el sistema
educativo, muchos de estos estudiantes se encuentran en las calles en donde son
vulnerables ante la violencia, el acoso policial -o incluso la crudeza
policial- y en algunos casos, la encarcelación. He seguido a estos jóvenes durante
años a través de entornos institucionalizados, para intentar comprender lo que
algunos llaman el “fenómeno de la escuela a la cárcel”.
Esta es una foto de algunos de los
estudiantes con los que suelo trabajar:
Cuando echamos un vistazo a esta foto
de los jóvenes que participan en mi estudio, muchos podéis verla como sinónimo
de ‘problemas’. En la fotografía, uno de ellos tiene en su mano una botella de
alcohol, tiene 14 años y la foto fue tomada en un día de colegio. Otros, cuando
ven esta imagen, ven en ella ‘pandillas’, ‘delincuencia’, ‘delincuentes’ o ‘criminales’…
Pero yo lo veo de manera distinta. Veo a estos jóvenes a través de una
perspectiva que considera los recursos y ventajas que pueden proporcionar al
sistema educativo.
¿Me acompañáis a cambiar la forma en
la que etiquetamos a los jóvenes desde “en riesgo” hacia “en promesa”?
¿Cómo sé que estos jóvenes tienen el
potencial y el compromiso -y la promesa-
de cambiar? Sé esto porque yo era uno de ellos. Os cuento mi historia: Crecí en
pobreza extrema en el centro de la ciudad, sin un padre -ya que nos abandonó
incluso antes de que yo naciera. Estábamos bajo la atención de servicios
sociales, algunas veces sin hogar y muchas veces con hambre. Para cuando cumplí
15 años de edad, ya había estado en el correccional de menores 3 veces, por 3
delitos distintos. Mi mejor amigo había sido asesinado y, poco después, estando
de pie junto a mi tío, este recibió un disparo. Mi tío murió en la calle
mientras esperé durante más de una hora a que llegara la asistencia de la
ambulancia. Había perdido la fe y la esperanza en el mundo, y había abandonado
el sistema porque sentía que éste me había fallado. No tenía nada que ofrecer y
nadie tenía nada que ofrecerme. Era fatalista, ni siquiera pensaba que llegaría
a mi 18 cumpleaños.
La razón por la que estoy aquí ahora,
es porque una profesora que se preocupó y mostró atención por mi situación,
buscó la forma de llegar a mi alma y lo consiguió. Esta profesora, la Prof.
Russ, era del tipo de educador que siempre estaba al tanto de ‘tus asuntos’,
probablemente los alumnos la calificaríamos como ‘una entrometida’. Era del
tipo de educador que decía “Víctor, estoy aquí para ti cuando estés preparado”.
Sin embargo, yo no estaba preparado. Pero ella comprendió un principio básico
acerca de los jóvenes como yo. Somos como ostras. Solo nos abrimos cuando
estamos listos, y si no estás allí cuando lo estemos, nos volvemos a cerrar. La
Prof. Russ estuvo allí para mí. Ella era una figura culturalmente relevante,
respetaba a mi comunidad, a mi gente, a mi familia. Le conté una historia
acerca de mi tío Rubén. Este me llevó a trabajar con él porque yo no tenía
absolutamente nada de dinero con el cual sobrevivir. Él recolectaba botellas de
vidrio como forma de ganarse la vida. A las 4 de la mañana en un día de diario
-de colegio- estábamos ambos lanzando botellas en la parte trasera del coche.
Éstas se rompían y me lastimaban las manos y los brazos. Tenía la ropa sucia y
estaba asustado, dolorido y deseando parar de hacer aquello. Mi tío me miró y
me dijo “Estamos buscando vida”. Se refería a que haciendo aquello simplemente
“estábamos buscando una mejor vida, estábamos intentando hacer algo de la
nada”.
La Prof. Russ escuchó mi historia, la
recibió y acogió en la clase y dijo “Víctor, ese es tu poder. Ese es tu
potencial. Tu familia, tu cultura, tu comunidad que te ha enseñado el trabajo
duro como valor ético, y lo usarás para empoderarte a ti mismo en el mundo
académico, para que puedas volver y empoderar a tu comunidad”. La Prof. Russ
ayudó a dar sentido a mi historia y con su ayuda, regresé al colegio. Terminé
mis créditos a tiempo y pude graduarme con mi clase.
Aun así, la Prof. Russ me dijo justo
antes de mi graduación “Víctor, estoy muy orgullosa de ti. Sabía que podías
hacerlo. Ahora es momento de ir a la universidad”. Pensé “¡¿Qué?! ¿Universidad?
¡¿Pero que le hace pensar a esta profesora que iré a la universidad?!”. Sin
embargo, me presenté a las pruebas de admisión con la guía, apoyo y recursos
que la profesora Russ me proporcionó y conseguí ser aceptado “bajo un período
de prueba”.
Entonces, ¿Qué es aquello que hacen los
profesores como la Prof. Russ para tener éxito con jóvenes como yo y como los
jóvenes que estudio? Propongo tres estrategias:
La primera,
hemos de deshacernos de nuestra perspectiva de déficit en la educación. “Estas
personas provienen de una cultura de violencia, una cultura de pobreza, de
carencias. Estos jóvenes son personas ‘en riesgo’, son ‘holgazanes’, ‘vagos’.
Estos jóvenes son ‘cubos vacíos’ que tenemos que llenar de conocimiento. Ellos
tienen problemas y nosotros la solución”. Hemos de cambiar, primero que todo,
esta perspectiva de la que se suele partir.
Número dos, demos valor a las historias que estos jóvenes traen al entorno
escolar. Estas historias en las que superan incontables contrariedades y
probabilidades, son sumamente poderosas. Muchos hemos escuchado este tipo de
historias -de mayor o menor gravedad-. Estas historias y experiencias contienen
en sí mismas determinación, carácter y resiliencia. Así que ayudemos a estos
jóvenes a refinar y dar sentido a sus historias. Ayudémosles a sentirse
orgullosos de quiénes son, porque nuestro sistema educativo está abierto y recibe
a sus familias, sus culturas, sus comunidades y la habilidad que han
desarrollado para sobrevivir.
Y, por último, una tercera estrategia de mayor importancia:
los recursos y herramientas. Tenemos que proporcionar los recursos apropiados a
los jóvenes. La determinación y la buena voluntad no van a resolver por sí
solas la situación que enfrentan. Podemos sentarnos frente a ellos y decirles
todo lo que queramos, “Venga, ¡levántate y sé autosuficiente!”, cuando en
realidad estos están sintiendo que no saben por dónde empezar a serlo o nunca
han aprendido acerca de los recursos con los que cuentan para progresar.
Entrenamiento profesional y laboral, asesoramiento, apoyo psicológico… todos
ellos son recursos de los que hemos de echar mano para proporcionárselo a estos
jóvenes. Hemos de enseñarlos a aprender de sus errores y decisiones en lugar de
etiquetarlos, criminalizarlos y poco a poco alejarlos del aula y del sistema.
Considero que es necesario que implementemos una justicia restauradora en cada
uno de los colegios del país.
Así que, con estas estrategias en
mente, probamos estas ideas en la comunidad de Watts en Los Angeles con 40
jóvenes que habían sido expulsados del colegio. William era uno de ellos.
Imagen de Víctor Ríos- TedTalks |
William era del tipo de joven que
había sido etiquetado toda su vida. Era un ‘desertor escolar’, un ‘pandillero’,
un ‘criminal’. Y cuando lo conocimos era sumamente resistente ante la ayuda y
las intervenciones que proponíamos. Sin embargo, mantve en mente lo que la
Prof. Russ solía decir: “Hola, estoy aquí para ti cuando estés preparado”. Así,
con el tiempo, William empezó a ‘abrirse’. Recuerdo exactamente el día en el
que se dio este cambio. Estábamos en un amplio grupo y una joven de nuestro
programa lloraba al contar su poderosa historia acerca de la muerte de su padre
y cómo había sido expuesto el cuerpo de este en los periódicos al día siguiente
de su fallecimiento. Mientras ella sollozaba, yo no sabía exactamente cómo
responder, así que me limité a darle su espacio. Sin embargo, para William fue
suficiente, cerró los puños sobre la mesa y dijo “Todos, venga, ¡abrazo de
grupo!”.
Imagen de Víctor Ríos- TedTalks |
Las lágrimas y el sufrimiento de esta
joven se transformaron en gozo y risa al saber que su comunidad la respaldaba y
apoyaba. William había aprendido y comprendido en ese momento, que
efectivamente tenía un propósito en su vida: Ayudar a sanar los corazones de
aquellos en su comunidad. Así, nos contó su propia historia. Refinamos y dimos
sentido a la misma para transformarla desde ser una historia de una víctima, a
ser la historia de un superviviente que había superado la adversidad. Le dimos
valor a su historia de vida. William volvió al instituto, terminó sus estudios
y se certificó como guardia de seguridad, ahora trabaja en una escuela local de
su distrito.
El mantra de la Prof. Russ fue siempre
“Cuando enseñas al corazón, la mente le seguirá”. El escritor Khalil Gibran
decía “Del sufrimiento emergen las grandes almas. Los grandes caracteres están
llenos de cicatrices”. Personalmente creo que en la revolución educativa que
estamos viviendo y de la que estamos hablando, necesitamos invitar a los
corazones de los jóvenes con los que trabajamos, y una vez que estén preparados
para refinar, identificar el coraje, resiliencia y carácter que ya han
desarrollado a lo largo de su vida, su desempeño académico mejorará y se
desarrollará.
Por ello, creamos en los jóvenes. Brindémosle
los recursos y herramientas adecuados. Esto es lo que mi profesora ha hecho por
mí. Ella creyó en mí hasta tal punto, que consiguió ‘engañarme’ para que
empezara a creer en mí mismo.
Las historias y dificultades de cada
estudiante son tan diversas como diversos son los contextos familiares de los
que provienen, sus recursos, su mundo emocional y, en definitiva, lo que
responde a la singularidad de cada individuo. Cada joven ‘arrojado’ fuera del
sistema, representa una pérdida individual y social. Como comunidad, somos
responsables de la ayuda que proporcionamos a los jóvenes para superar los
acontecimientos vitales paralizantes, así como de la acogida que damos a dicha
singularidad a través de cada una de sus historias, más allá de los retos que
esto represente para el sistema educativo mismo. El esfuerzo de integración ha
de partir desde una reflexión profunda acerca de las estrategias que empleamos,
lo que nos pide el otro y las respuestas que ofrecemos -y podemos ofrecer-.
Desde este punto acogemos y celebramos la reflexión de Ríos: Es mucho lo que
podemos ofrecer a estos jóvenes.
Hay un potente mensaje en el corazón
de la vivencia y reflexiones compartidas por Víctor Ríos en su conferencia,
Boris Cyrulnik, amplio estudioso de la resiliencia, lo resume con las
siguientes palabras: “Un encuentro significativo, puede ser suficiente”.
Conferencia de Víctor Ríos en Ted Talks: Help for kids the education system ignores. Traducción y adaptación de Kreadis.
-Artículos relacionados: Afrontando la violencia en el contextoescolar
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