Está claro que proporcionar los
recursos y explorar las vías y métodos de enseñanza para que los estudiantes
puedan sacar el máximo partido de los contenidos, es un factor necesario y un
“plus” al proceso de enseñanza. Sin embargo, ¿es suficiente? Para muchos
estudiantes, el aprendizaje se ve como un “deber” y lo cierto es que debería
ser un hábito que, además, se extiende más allá de los años académicos y que se
cultiva a lo largo de la vida.
Es por ello que brindar la
posibilidad de que los hábitos de aprendizaje se fijen e internalicen en los
estudiantes se convierte en una labor primordial para marcar la diferencia en
la enseñanza. Poder transmitir el aprender
como una aventura y una oportunidad, es una enseñanza que perdura por años en
la mente y corazón de los estudiantes. Aun así, muchas veces olvidamos que el
aprendizaje es un hábito, uno que se modela de forma constante.
Fomentar los hábitos de aprendizaje
y crear un contexto reflexivo en cuanto a cómo se da este proceso, es de hecho,
una de las principales características que definen a los contextos de
aprendizaje altamente efectivos. Los procesos cognitivos, meta-cognitivos y
conductuales son modelados constantemente durante la enseñanza. La curiosidad,
persistencia, flexibilidad, priorización, creatividad, colaboración y revisión,
son buenos puntos de partida para hacer el proceso de aprendizaje más
reflexivo. De hecho, a menudo lo que los estudiantes aprenden de aquellos que
les rodean suele generarse de una manera indirecta, experiencial y
observacional más que de una forma directamente didáctica.
El cerebro se beneficia de la
actividad de reflexión y en este sentido, la conclusión que arroja la
investigación es clara: La reflexión y metacognición son los pilares de las
aulas verdaderamente eficaces. En palabras de Irene Pellicer, cuando hay
vivencia, hay emoción, y cuando hay emoción, hay aprendizaje.
Quizá lo más fundamental del cambiar la reflexión desde el contenido
hacia el pensamiento, es que los estudiantes tienen la oportunidad de situarse
en el centro de su propio proceso de aprendizaje, haciéndolo verdaderamente vivencial
y enriquecedor. Cuando los estudiantes reflexionan, re-imaginan lo que ha
ocurrido, tanto en primera como en tercera persona -es decir, cómo vieron, y
cómo vieron a través de sus propios ojos. ¿Cómo ocurre esto? Una respuesta de
un estudiante de bachillerato que sirve de ejemplo es:
“Creo que pude ser más creativo hoy cuando nos dieron la oportunidad de
crear nuestras propias metáforas a la forma en la que los bosques ayudan al
planeta a “respirar”. ¿Por qué fuiste más creativo en ese momento? Quizá
porque me forzó a pensar acerca de algo de manera visual, lo que significó que
podía buscar y proporcionar una respuesta por mí mismo, dentro de mis propias
experiencias.”
En la reflexión, el estudiante tenía que pensar tanto en sus propias
emociones, como en la forma en la que percibía lo que estaba aprendiendo acerca
de los bosques y el planeta.
Las preguntas a continuación, están planteadas de manera
suficientemente flexible para ser presentadas a todas las edades y cursos, sin
necesidad de aplicar muchas reformulaciones para adaptarlas. Podemos valernos
de estas preguntas para fomentar discusiones y debates en el aula o usarlas de
punto de partida para la creación de proyectos individuales o grupales.
Artículo original del Equipo de Teachthought- Traducción, adaptación e infografía de Kreadis
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu comentario. Un cordial saludo. El equipo de Kreadis