Foto: Robert Jahns |
Con el fin del curso escolar y el
inicio de las vacaciones, son muchos los padres que optan por apuntar a los
niños a campamentos de verano. Cuando pensamos en éstos solemos imaginar niños
jugando, divirtiéndose y pasándola bien, sin embargo, son muchos los casos en
donde resulta una situación emocionalmente difícil para algunos hijos (y
padres).
En estos casos, suele infravalorarse
o ignorarse la ansiedad que pueden experimentar los niños, la cual es una
reacción natural frente a la ruptura de la rutina, el contexto desconocido y
los nuevos retos y situaciones que percibe que enfrentará; y en el caso de los
campamentos fuera de la ciudad, a la separación física de los padres.
La mayoría de los niños
experimentan una mezcla de emoción y nerviosismo, y en los casos más frecuentes
y sencillos de gestionar, el entusiasmo vence a los nervios. Sin embargo,
algunos niños presentan un nivel de ansiedad lo suficientemente importante que
termina interponiéndose en lo que debería ser una experiencia de disfrute y desarrollo.
Los campamentos de verano suelen
ser contextos que permiten afinar y ensayar distintas habilidades:
adaptabilidad social, seguridad en sí mismo, tolerancia a la frustración… La
experiencia allí vivida puede fomentar habilidades sociales y cultivar la
autonomía e independencia, a la vez que alimenta la seguridad a través de las
distintas actividades que se realizan.
La actitud de los niños para participar
a gusto en un campamento de verano, depende tanto de la preparación (edad,
experiencias anteriores…), de las condiciones del campamento (si vuelve a casa
todos los días o se trata de un campamento a las afueras, si conoce a algún
compañero que también participará en él), de la actitud de los padres, así como del temperamento del niño y
la evaluación que hace de las dificultades que prevé que pueda encerrar la
situación.
La clave para ayudar a tu hijo a
superar los “nervios pre-campamento” es reconocer sus sentimientos y emociones,
y proporcionarle las herramientas para gestionarlos.
Aquí algunos
tips que pueden ser de ayuda:
1. Permite que tu hijo desarrolle un sentido previo de pertenencia y
apropiación de la experiencia. Involúcralo en la elección del campamento,
ayúdalo a familiarizarse con el contexto del mismo. Muéstrale qué actividades
va a realizar, de manera que pueda superar el bloqueo o la ansiedad de la
incertidumbre o duda, y formularse expectativas al respecto.
2. Alimenta el entusiasmo de tu hijo frente al campamento. Comprad
juntos los materiales, ropa o equipamiento que necesite, e intentad enfocaros
en las cosas que conocéis del campamento (y por tanto se pueden anticipar) que
le puedan hacer ilusión.
Foto: Jorge Collado |
3. Evita enfocarte en lo que aumenta la ansiedad del niño. En lugar de
hacer preguntas dirigidas como “¿Estás nerviosa por los paseos fuera de la
ciudad?”; haz preguntas abiertas como “¿Qué tal te sientes en cuanto a los
paseos?”.
4. Evita trivializar sus preocupaciones o intentar tranquilizarle con promesas
y palabras simplistas o con una seguridad superficial: “¡No hay nada de qué
preocuparse!”, “Pero si todos los niños que van están que revientan de
emoción!”. Este tipo de frases pueden ser contraproducentes y desmotivar aún
más al niño, a pesar de que se hacen con la intención contraria. Intenta, en su
lugar, demostrar que entiendes sus preocupaciones y mostrar empatía.
5. Reflexiona acerca de tus propias experiencias en relación con el
tema y comparte los aspectos positivos de éstas con tu hijo. Muéstrale que estás
dispuesta/o a hablar acerca de las cosas que estará haciendo, bien se trate de
comer y probar nueva comida, conocer y llevarse bien con compañeros, o
enfrentarse a nuevas actividades.
Foto: Francisco Amor |
6. Si es necesario, ¡ensayad!.
Una ‘quedada’ con amigos menos cercanos, una noche en casa de la abuela
con los primos, juego de roles en casa para disipar los miedos… Sé creativa/o y
ensaya formas que le hagan más fácil a tu hijo afrontar la nueva experiencia.
7. Se consciente de tus propias ansiedades. “Que el niño no coma
adecuadamente, que no haga amigos, que no lo pase bien o que se niegue
rotundamente a asistir…”, piensa en todo aquello que te puede generar inseguridad
para evitar filtrarla al niño. Recuerda que tu hijo puede captar tus emociones
y sentimientos aun cuando no los verbalices.
8. En los casos de campamentos fuera de la ciudad, evita las despedidas
largas y ‘dramáticas’. Muchas veces los padres experimentan un mayor nivel
de ansiedad de cara a la separación del hijo que el mismo niño. Es necesario
que, incluso en la despedida, podamos transmitir al niño la confianza que
sentimos en él. Es necesario evitar las despedidas muy largas, ya que estas
suelen aumentar los sentimientos encontrados del niño.
9. Ayuda a tu hijo a hacer planes realistas acerca de alguna actividad que le preocupe particularmente.
Explorar de forma imaginaria las distintas vías de afrontamiento puede ayudarle
a ver que es capaz de gestionar las situaciones temidas y, sobre todo, generar
soluciones e ideas. Asimismo, el poder generar ideas para tolerar la
frustración o ser flexibles al pensar en soluciones, dota al niño de una
sensación de éxito que disminuye los miedos fantaseados.
10. Si tu hijo tiene algún tipo de dificultad psíquica, emocional, de
aprendizaje o médica, no lo guardes en secreto. Es necesario que los
monitores y el personal del campamento puedan tener la información necesaria
para prevenir problemas y sacar el máximo partido de la experiencia de tu hijo.
Asegúrate, además, de hacerle saber al niño que los monitores están ahí para
ayudarle, tanto en lo que respecta a dudas o preguntas simples, como a otros
temas que puedan ser de mayor importancia.
En general, la preocupación surge
de las situaciones de incertidumbre, por tanto, reducirla en la medida de lo
posible, ayudará al niño a disminuir su ansiedad. Es necesario que recordemos
que la ansiedad y preocupación puede distorsionar el sentido en el que se
percibe la realidad, por lo que la intervención de los padres en la gestión de
estos sentimientos es de gran importancia y valor, ya que cuando dichas
preocupaciones se reiteran sin mediar en ellas y gestionar las emociones que
generan, se incrementa la sensación de indefensión del niño.
En la mayoría de los casos, los
nervios del niño vienen del hecho de anticipar las posibles dificultades a las
que habrá de enfrentarse. Muchas veces estas dificultades que anticipa son
reflejo de dificultades reales en su regulación emocional o social. De aquí la
importancia que tiene no pasarlas por alto o ignorarlas, sino proporcionar las
herramientas para superar las dificultades y facilitar que el niño pueda sacar
el mayor provecho de esta experiencia de cara a su desarrollo.
Artículo de Kreadis con
información de: Asociación de Psicología Americana, Child Mind Institute, y Consejo
General de la Psicología de España.
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