La
evaluación del conocimiento del niño/adolescente, a nivel general, se realiza a
través de preguntas a las que éste debe proporcionar una respuesta considerada
como “la correcta”, donde el “no lo sé” está explícita o implícitamente
prohibido.
Desde
esta perspectiva, la duda adquiere un matiz negativo para el estudiante: la
vergüenza que éste evita experimentar frente a otros compañeros al no saber
aquello que el profesor pregunta, la sensación de fracaso que muchas veces puede
sentir al dar la respuesta “incorrecta”, el miedo o decepción frente a la
posibilidad de que su nota en la asignatura se vea afectada por una respuesta
poco certera o lo que implica el fallo en relación con la imagen de sí mismo. Muchas
de estas cuestiones relegan el “no lo sé” al espacio de lo que no puede decirse, y se ve reemplazado, por ejemplo, por respuestas
esquivas o menos participación en clase.