La relación entre hermanos
representa un espacio de ensayo natural para que los niños aprendan sobre su
mundo y sobre las relaciones. Se trata de un lugar seguro en donde pueden
ensayar cómo interactuar con otros, aprender a gestionar los desacuerdos y conflictos,
así como a regular sus emociones de manera sana. Las relaciones entre hermanos
proporcionan un contexto para el desarrollo de la comprensión de sus mundos
sociales, emocionales, morales y cognitivos. En particular, los hermanos juegan
un importante rol en el desarrollo de la comprensión respecto a la individualidad
de otros, es decir, sus emociones, pensamientos, intenciones y creencias.
Los hermanos representan figuras
alternativas de apego y los beneficios de establecer relaciones cálidas, seguras
y positivas pueden extenderse a lo largo de la vida del niño. Estas relaciones
son esenciales para su adaptación psicosocial en la infancia y desempeñan un
papel clave en su desarrollo emocional. De todo ello deriva la importancia de
que sepamos promover las competencias sociales y emocionales que se despliegan
en la dinámica entre hermanos, e intervenir en casos de dificultades para
fomentar las experiencias positivas en la relación entre ellos.
Según las psicólogas Nina Howe y
Holly Recchia, son 4 las principales características que se presentan en las
relaciones entre hermanos durante la primera infancia:
-En primer lugar, las interacciones entre hermanos son relaciones
definidas por fuertes emociones, sin inhibiciones, que pueden tener una carga
emocional de distintas cualidades, positiva, negativa y, a veces ambivalente.
-En segundo lugar, las relaciones entre hermanos son definidas por la
intimidad: cuando son jóvenes gastan grandes cantidades de tiempo jugando
juntos, se conocen muy bien. Esta larga historia y un profundo conocimiento, se
traducen en oportunidades para proporcionar apoyo emocional e instrumental los
unos a los otros, con la participación en juegos de simulación para el
conflicto y para entender los puntos de vista de los demás.
-En tercer lugar, las relaciones entre hermanos se caracterizan por
grandes diferencias individuales en la calidad de las relaciones de los niños entre
ellos.
-En cuarto lugar, la diferencia de edad entre los hermanos a menudo
hace que las cuestiones de poder y control, así como las rivalidades y los
celos, sean fuentes de contienda para los niños, pero también proporcionan
un contexto para intercambios complementarios, como enseñar, ayudar y
cuidar.
Las relaciones entre hermanos a
veces se convierten en un aspecto de difícil gestión para los padres, debido a
la naturaleza potencialmente emocional y altamente cargada de la relación. En
este sentido, muchos padres se ven en la necesidad de intervenir en las
discusiones, juegos o situaciones que se dan en la relación entre los hermanos.
Es natural que padres y madres deseen intervenir en las peleas y conflictos
entre sus hijos. Sin embargo, muchas veces dicha intervención redunda
-contrario a lo que los padres pretenden- en mayor rivalidad entre los
hermanos, coartando así la posibilidad de aprendizaje que puede derivarse de
los avatares de la interacción entre ellos.
Cuando pensamos en las relaciones
entre hermanos hemos de tener en cuenta que el ambiente familiar, contra-intuitivamente,
no es idéntico para todos los hermanos, ya que cada uno de ellos es diferente y
por ello interiorizan de forma distinta las experiencias a lo largo de la vida.
Además de esto, la relación entre los padres y cada hijo es particular y única.
Suelen haber diferencias entre la aproximación de los padres a cada hijo que
dependen de una gran variedad de factores, tales como la personalidad del niño,
el momento de su nacimiento, la edad y experiencia de los padres o, incluso, el
contexto de la familia extensa (apego y relación con tíos, abuelos…).
Desde el enfoque sistémico, la
familia es un sistema complejo y siempre en movimiento, que está formado por
dos sub-sistemas: el parental y el fraterno. Cada subsistema tiene sus
roles, reglas, dinámicas y límites, y en muchos casos, la intervención del
sistema parental en el fraterno, altera su dinámica e interfiere con el
equilibrio que busca la relación. En determinadas ocasiones, la intervención de
los padres en la interacción entre hermanos, puede catalizar las relaciones de
conflicto, en especial cuando el trato es marcadamente diferencial o cuando se
despliegan juicios acerca de uno o varios hijos como intento por remediar el
conflicto.
Padres y madres buscan, con
frecuencia, evitar las peleas entre hermanos, y aunque no existe una regla universal
para mediar en dichos conflictos, sí existen aspectos generales a tener en
cuenta, tales como:
• Crear un ambiente familiar
positivo, en donde se fomente la solución de los problemas a través de la
comunicación y la ayuda. Para ello es de vital importancia que todos los
miembros de la familia se sientan cómodos para expresar sus sentimientos y
emociones.
• Fomentar la autonomía, la
independencia, la responsabilidad y la comunicación en nuestros hijos; que se
sientan queridos, respetados y apoyados.
• Dedicar tiempo a los hijos e
hijas, esto quiere decir, dedicar tanto tiempo compartido con todos ellos y
tiempo individualizado con cada uno de ellos.
• Fomentar las actividades
conjuntas de toda la familia y de los hermanos y hermanas.
• Evitar las etiquetas y las
comparaciones. Aunque este aspecto resulta en la vida cotidiana harto difícil
de conseguir (ya que a veces no provienen específicamente de los padres, sino
de maestros, familiares, amigos…), es necesario tener en cuenta que cada niño
es una persona independiente que vive momentos diferentes, y que está en un
proceso continuo de aprendizaje.
Aunque es indispensable
intervenir en los conflictos entre hermanos en donde el juego o la situación se
torna agresiva o injusta, es necesario fomentar la resolución de conflictos
entre hermanos por ellos mismos, con la mínima intervención de los padres. Esto
no quiere decir que los padres no puedan ser facilitadores en dicho proceso de
resolución, de hecho, esta función facilitadora es de vital importancia para
evitar que se considere la agresión como vía de solución de conflictos.
El psicólogo Luciano Montero,
propone como recomendación un sistema de cinco pasos que sirven de guía para
dirimir las disputas entre hermanos, respetando los límites y dinámicas propios
de la relación entre ellos:
-Primero, cada niño expone su punto de vista;
-Segundo, para asegurarse de que el otro lo entiende, lo repite con
sus propias palabras (y si es muy pequeño, los padres proporcionan la ayuda
para su expresión);
-Tercero, ambos niños repasan y sopesan las posibles soluciones
(también les podemos ayudar o hacer preguntas que faciliten su comprensión de
la situación, del punto de vista del otro y la posible solución);
-Cuarto, eligen un desenlace que satisfaga a ambos;
-Quinto, planean cómo ponerlo en marcha. Todo con nuestra ayuda,
pero sin sustituirlos.
Durante este proceso es necesario
que evitemos, en la medida de los posible: Descalificaciones, burlas ante las
conductas inadecuadas, privilegios de unos hijos frente a otros y comparaciones
entre ellos.
Puede ser sumamente difícil y
retador el evitar hacer juicios o intervenir de manera intrusiva en la dinámica
y conflictos entre hermanos, en especial cuando la conducta de estos puede
parecer injusta o agresiva. Evidentemente, hemos de mediar en las situaciones
en donde hay un desequilibrio marcado, una tendencia agresiva o en situaciones
que pueden desembocar en un peligro emocional o físico para los hermanos. Sin
embargo para ello, hemos de intentar evitar el juicio adulto y
mediar desde la neutralidad, teniendo en cuenta que estamos interviniendo en un
subsistema ajeno al parental, dotado de sus propias reglas y particularidades.
Es necesario ser conscientes,
además, de cómo solemos afrontar los conflictos en general, y ser sensibles
ante la tendencia natural a emitir juicios acerca de las conductas que
consideramos erróneas, inadecuadas o negativas. Precisamente sobre el aspecto de
los juicios que hacemos, Jane Lansbury, seguidora de Magda Gerber en la
educación y cuidado en la primera infancia, reflexiona acerca de algunas
razones por las cuales no resulta beneficioso intervenir desde nuestro juicio
adulto en la relación entre pares. Entre los puntos que rescatamos de sus
reflexiones, está el hecho de que el juicio parental crea una distancia con
respecto a los hijos y entre hermanos, que resulta improductiva y dolorosa.
En este sentido, hemos de tener
en cuenta que el comportamiento de nuestros niños suele ser el reflejo de su
nivel de adaptación y mundo emocional. Los impulsos agresivos o de control,
suelen mitigarse cuando el niño accede a su comprensión, más que cuando los
culpabilizamos o avergonzamos por sentirlos o tenerlos. Los niños requieren de
nuestra ayuda con respecto a la comprensión y control de estos impulsos,
teniendo en cuenta que estos tienen un sentido según el contexto emocional del
niño.
Los niños suelen aprender a
comprender sus propias emociones y comportamientos cuando se sienten aceptados
por sus padres y cercanos. El juicio suele distanciar y dicha separación es
atemorizante para los niños. Esta sensación puede redundar en un incremento de
las conductas “negativas” como un intento de reafirmación. Asimismo, cuando
emitimos opiniones acerca de nuestros hijos, vamos dando forma a la manera en
la que se perciben a sí mismos. El juicio paterno y materno puede caer en
etiquetar ciertas conductas y por tanto, limitar su desarrollo y su identidad.
Vemos así como la gestión sana de
los conflictos entre hermanos desde los roles parentales, es un aspecto de gran
importancia en su desarrollo. Es indudable que los niños necesitan límites e
intervención y mediación por parte de los padres, sin embargo, recordemos que
desde nuestro rol parental, hay dinámicas de la íntima relación entre pares que
no somos capaces de vislumbrar, por lo que nuestra intervención siempre ha de
tener en cuenta la perspectiva y experiencia de los hijos.
Los niños tienen una profunda
necesidad de aceptación y empiezan a mirarse a sí mismos de la forma en la que
son percibidos y “mirados” por otros. La relación entre hermanos es una
relación de aprendizaje. Y este aprendizaje incluye la práctica de habilidades
sociales adaptativas, resolución de conflictos, tolerancia a la frustración,
capacidad de auto-regulación y el desarrollo de habilidades y comprensión
emocional; todos ellos aspectos que necesitan ser ensayados en la relación
entre hermanos. Así, el punto clave en la mediación e intervención por parte de
los padres en las dinámicas y conflictos entre hermanos, es que esta sea lo
suficientemente sensible y respetuosa como para no limitar las infinitas oportunidades
de aprendizaje que esta proporciona.
Artículo de Kreadis, con
información de:
-Fernández,
A., Gamarra, A., Izal, C., Betelu, M. (2001). La familia ante los celos
infantiles: Pautas y orientaciones. Gobierno de Navarra, Departamento de
Educación y Cultura.
-Guía sobre orientación familiar CEAPA. Gestionar
las relaciones entre hermanos y las relaciones intergeneracionales con la
familia extensa y los nuevos modelos de familia. Marzo 2014.
-Nina Howe y Holly Recchia. Las relaciones entre
hermanos y su impacto en el desarrollo de los niños. Department of Education
and Centre for Research in Human Development, Concordia University, Canadá. Diciembre
2014, Ed. rev. (Inglés).
-Janet Lansbury. 7 Reasons to Stop Judging (andStart Trusting) Sibling Play
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