En el primer día de clases, Benjamin
Zander, director de la
Filarmónica de Boston, les dice
a todos sus estudiantes que obtendrán un 10, y que todo lo que tienen que hacer
para ello es escribir una carta –como si ya hubiesen terminado el año, en
retrospectiva- explicando qué hicieron a lo largo del curso para recibir esa
calificación. Zander comenta cómo se maravilla con las reflexiones que los
alumnos comparten en estas cartas y la forma en la que se entusiasman e
ilusionan con la persona que imaginan haberse convertido tras finalizar el
curso. La filosofía de Zander se basa en dos aspectos de gran importancia:
primero, poder dar los primeros pasos para construir y fortalecer la relación con
sus estudiantes; y segundo, partir de una posición de ventajas y ganancias para
los estudiantes, en lugar de una posición de déficit.
Son variadas las estrategias que
pueden usarse para empezar el año escolar con buen pie, lo importante es poder
iniciarlo poniendo en perspectiva las expectativas que se tienen al respecto
para evitar dos efectos evidentes: Empezar el año con expectativas tan altas
que al entrar en contacto con la realidad y sus exigencias el inicio se haga
duro y se pierda rápidamente la motivación; o empezar el año con desgana y que termine siendo un
primer trimestre difícil y de resultados pobres. En líneas generales,
proponemos un ejercicio de tres fases
como herramienta sencilla para reducir las posibilidades de caer en estas
situaciones antes mencionadas e iniciar con buen ánimo el año escolar.
El comienzo de cada año escolar
trae consigo expectativas muy diversas. Aunque al principio puede hacerse muy duro para padres e hijos,
dada la necesidad de retomar rutinas, adaptarse a nuevos entornos y horarios,
así como el temor que rodea lo nuevo y distinto, en la mayoría de los casos la
sensación que predomina es el optimismo. Los padres tienen esperanzas y sueños
con respecto a sus hijos,
y es positivo adentrarse en el año escolar confiando en la capacidad del niño
de crecer, prosperar y sobresalir.
Esta sensación puede ser
transformada en una poderosa herramienta para contagiarles de la ilusión y preparación frente al inicio
del curso escolar. Esta primera fase,
la llamamos proyección o imaginación.
En esta -antes de empezar el año académico o en los primeros días- el objetivo
es crear un espacio para conversar con tu hijo/a acerca de las cosas que le gusta hacer, así como las
cosas en las que sobresale o demuestra mayor aptitud y motivación, tanto fuera
como dentro del contexto académico. Al pensar y conversar sobre ello,
celebramos esas fortalezas e intereses. Imaginad juntos cómo se pueden ir desarrollando
a lo largo del año, así como aquellas cosas que puede traer el nuevo curso: las
que se anhelan y las que se temen, las nuevas asignaturas, los nuevos y
antiguos compañeros, las diversas posibilidades que ofrece el curso… Con este
ejercicio vamos preparándonos para los retos que puede traer el año y jugamos
con distintos escenarios a nivel de la fantasía.
Ilustramos con el ejemplo de una
de nuestras consultantes cómo puede ser útil este ejercicio de proyección. Emilia* nos comentaba que estaba
sorprendida ante el terror que veía en sus compañeros del instituto al momento
de empezar a barajar opciones de carrera profesional, ya que en su caso, aunque
no tenía su elección 100% clara, se sentía bastante segura acerca de sus
opciones. Emilia recordó que desde muy temprano sintió que sus padres la
animaban a estudiar alguna carrera relacionada con el arte y esto le generaba
gran ansiedad ya que no consideraba que tuviese las aptitudes para ello y no se
sentía motivada hacia este tipo de profesiones. Aun así, recordaba cómo en los
viajes que hacía para visitar a sus abuelos, estos se sentaban con ella en el
jardín y la invitaban a imaginarse haciendo distintas cosas que la apasionaran.
No eran intereses o actividades decisivas ante una carrera, sino pequeñas cosas
que la ilusionaban, motivaban y la hacían sentir cómoda y valiosa. Más que un
esfuerzo intelectual o emocional, este ejercicio de imaginación representaba
para ella una forma de verse de distintas maneras, así como una forma de
practicar y jugar con distintas profesiones y actividades en su fantasía.
Aunque Emilia no tuviese una elección de carrera unívoca, se sentía bastante
segura y feliz con las opciones que tenía y para ella este ejercicio de
proyección que hacía con sus abuelos había marcado la diferencia.
El comienzo del año no solo viene
cargado de expectativas, sino muchas veces también de miedos y preocupaciones.
Preocupaciones de los niños en cuanto a la dificultad y resultados del año que
empieza, sus relaciones con otros niños, los profesores y tutores que les serán
asignados e incluso el lugar en el que tendrán que sentarse en el aula. Tras
imaginar y sondear escenarios, es también necesario abordar estos miedos y
preocupaciones, ya que una vez hablados, suelen ser menos intimidantes y se
genera una visión de los recursos que tiene el niño para afrontar las
dificultades que pueda deparar el año.
Esto nos lleva a una segunda fase de planificación o preparación. En esta empezamos a reflexionar y
hacer planes sobre la manera que más se ajusta de cara maximizar el tiempo que
vuestro hijo dispondrá para explorar los intereses y situaciones que ha
imaginado. Se trataría de un paso más que acerca a la realidad del inicio de
clases: planificar horarios y rutinas, ir aproximando los hábitos (de sueño y
alimenticios) a los que requerirá el colegio, anticipar soluciones frente a
conflictos que puedan surgir (extraescolares, organización del tiempo…).
Un ejemplo de esta fase es el de Juan*
quien nos contaba al terminar el año que le gustaría embarcarse en mayor número
de actividades extraescolares para el curso siguiente, ya que había descubierto
una gran pasión por el teatro y la música, que tenían poca cabida en el curriculum académico de su
colegio. Hicimos junto a él un listado de todas aquellas cosas en las que
quería incursionar, tomando como referencia los horarios previstos para sus
clases. El primer listado, dada la cantidad de actividades, se ajustaba de
forma poco realista a sus horarios y las necesidades de los deberes y
actividades académicas. Sin embargo, a partir de este, pudimos ir ajustando
junto con Juan actividades que cubrieran sus intereses y respetaran horarios
básicos de estudio. Miramos posibilidades reales en cuanto a sus actividades
extraescolares: disponibilidad de tiempo, distintos lugares en donde pudiese
realizarlas maximizando el tiempo, carga horaria, requerimientos económicos y
de energía, y tras ello conseguimos hacer una lista que le permitiera hacer
cosas que le apasionan al tiempo que respetaran el ritmo escolar. Juan
agradeció mucho poder echarle un vistazo motivador y realista al año que
comenzará.
Tras la fase de preparación, solo
queda una última: la fase de acción.
Esta tiene que ver con poner a punto todo lo necesario para empezar el colegio.
Preparamos el material que necesitaremos y evaluamos de forma sincera las
necesidades que hemos descubierto en nuestras fases anteriores. Por ejemplo,
muchos padres esperan el segundo o el inicio del tercer trimestre para apuntar
a sus hijos en clases de refuerzo de aquellas asignaturas en donde sus hijos están más “flojos”.
Asimismo, es llamativo cómo los problemas de motivación de los niños suelen
detectarse tardíamente durante el año escolar. Las primeras fases sirven, de
alguna forma, como un “termómetro” que nos refleja en qué nivel se encuentra el
niño en estos aspectos. La fase de acción requiere que antes del inicio de las
clases o tras las primeras semanas del curso, estemos atentos ante este tipo de
situaciones y tomemos las medidas necesarias para proporcionar la ayuda
requerida por el niño. Asimismo, durante la fase de acción, ponemos en práctica
nuestra planificación previa y realizamos ajustes a la misma según las
situaciones lo requieran.
Los padres de Andrés*, cuyo
ejemplo ilustra esta fase, notaron un decaimiento importante durante sus
primeras semanas de clases. Tras sondear las posibles causas, decidieron
contactar con nosotros en busca de ayuda, temiendo que la situación pudiese
empeorar a medida que avanzara el año. Fue una respuesta rápida y acertada de
su parte, ya que pudimos detectar que el bloqueo de Andrés se debía a un uso
muy pobre de su planificación, lo cual lo hizo sentirse superado desde las
primeras semanas. El ejemplo de Andrés es un caso común en los estudiantes (no
solo a principio del año, sino en especial a lo largo del mismo) ya que en
muchas ocasiones se espera que el colegio sea el que dote de herramientas a los
niños para que se planifiquen y estructuren sus agendas. La realidad, en
cambio, es muy distinta. La mayoría de los niños desconocen cómo llevar una
planificación y cómo abordar de forma eficiente el material de clases que se
les presenta. Una fase de acción exitosa requiere que seamos sensibles ante
estas señales para abordar de manera constructiva las actividades diarias y los
tropiezos que pueden darse durante el año.
Aunque los comienzos pueden ser
apasionantes, esperanzadores y motivadores, también pueden ser duros y densos.
Un buen comienzo asegura una base emocional que permitirá a los niños
aprovechar y disfrutar de todo lo que implica el proceso de aprendizaje.
Si queréis más información acerca
de técnicas, recursos y herramientas, podéis escribirnos a: info@kreadis.com
*Los nombres han sido cambiados
para proteger la identidad de quienes nos consultan
Artículo de Kreadis© con información de:
-Matt levinson, Parents, Start with the A
-Christine Carter, Getting back to the school year routine
-Edutopia: Back to school resources for parents
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