sábado, 20 de agosto de 2016

Tres ejercicios para empezar el año escolar con buen pie

En el primer día de clases, Benjamin Zander, director de la Filarmónica de Boston, les dice a todos sus estudiantes que obtendrán un 10, y que todo lo que tienen que hacer para ello es escribir una carta –como si ya hubiesen terminado el año, en retrospectiva- explicando qué hicieron a lo largo del curso para recibir esa calificación. Zander comenta cómo se maravilla con las reflexiones que los alumnos comparten en estas cartas y la forma en la que se entusiasman e ilusionan con la persona que imaginan haberse convertido tras finalizar el curso. La filosofía de Zander se basa en dos aspectos de gran importancia: primero, poder dar los primeros pasos para construir y fortalecer la relación con sus estudiantes; y segundo, partir de una posición de ventajas y ganancias para los estudiantes, en lugar de una posición de déficit.

Son variadas las estrategias que pueden usarse para empezar el año escolar con buen pie, lo importante es poder iniciarlo poniendo en perspectiva las expectativas que se tienen al respecto para evitar dos efectos evidentes: Empezar el año con expectativas tan altas que al entrar en contacto con la realidad y sus exigencias el inicio se haga duro y se pierda rápidamente la motivación; o empezar el año con desgana y que termine siendo un primer trimestre difícil y de resultados pobres. En líneas generales, proponemos un ejercicio de tres fases como herramienta sencilla para reducir las posibilidades de caer en estas situaciones antes mencionadas e iniciar con buen ánimo el año escolar.

El comienzo de cada año escolar trae consigo expectativas muy diversas. Aunque al principio puede hacerse muy duro para padres e hijos, dada la necesidad de retomar rutinas, adaptarse a nuevos entornos y horarios, así como el temor que rodea lo nuevo y distinto, en la mayoría de los casos la sensación que predomina es el optimismo. Los padres tienen esperanzas y sueños con respecto a sus hijos, y es positivo adentrarse en el año escolar confiando en la capacidad del niño de crecer, prosperar y sobresalir.

Esta sensación puede ser transformada en una poderosa herramienta para contagiarles de la ilusión y preparación frente al inicio del curso escolar. Esta primera fase, la llamamos proyección o imaginación. En esta -antes de empezar el año académico o en los primeros días- el objetivo es crear un espacio para conversar con tu hijo/a acerca de las cosas que le gusta hacer, así como las cosas en las que sobresale o demuestra mayor aptitud y motivación, tanto fuera como dentro del contexto académico. Al pensar y conversar sobre ello, celebramos esas fortalezas e intereses. Imaginad juntos cómo se pueden ir desarrollando a lo largo del año, así como aquellas cosas que puede traer el nuevo curso: las que se anhelan y las que se temen, las nuevas asignaturas, los nuevos y antiguos compañeros, las diversas posibilidades que ofrece el curso… Con este ejercicio vamos preparándonos para los retos que puede traer el año y jugamos con distintos escenarios a nivel de la fantasía.

Ilustramos con el ejemplo de una de nuestras consultantes cómo puede ser útil este ejercicio de proyección. Emilia* nos comentaba que estaba sorprendida ante el terror que veía en sus compañeros del instituto al momento de empezar a barajar opciones de carrera profesional, ya que en su caso, aunque no tenía su elección 100% clara, se sentía bastante segura acerca de sus opciones. Emilia recordó que desde muy temprano sintió que sus padres la animaban a estudiar alguna carrera relacionada con el arte y esto le generaba gran ansiedad ya que no consideraba que tuviese las aptitudes para ello y no se sentía motivada hacia este tipo de profesiones. Aun así, recordaba cómo en los viajes que hacía para visitar a sus abuelos, estos se sentaban con ella en el jardín y la invitaban a imaginarse haciendo distintas cosas que la apasionaran. No eran intereses o actividades decisivas ante una carrera, sino pequeñas cosas que la ilusionaban, motivaban y la hacían sentir cómoda y valiosa. Más que un esfuerzo intelectual o emocional, este ejercicio de imaginación representaba para ella una forma de verse de distintas maneras, así como una forma de practicar y jugar con distintas profesiones y actividades en su fantasía. Aunque Emilia no tuviese una elección de carrera unívoca, se sentía bastante segura y feliz con las opciones que tenía y para ella este ejercicio de proyección que hacía con sus abuelos había marcado la diferencia.

El comienzo del año no solo viene cargado de expectativas, sino muchas veces también de miedos y preocupaciones. Preocupaciones de los niños en cuanto a la dificultad y resultados del año que empieza, sus relaciones con otros niños, los profesores y tutores que les serán asignados e incluso el lugar en el que tendrán que sentarse en el aula. Tras imaginar y sondear escenarios, es también necesario abordar estos miedos y preocupaciones, ya que una vez hablados, suelen ser menos intimidantes y se genera una visión de los recursos que tiene el niño para afrontar las dificultades que pueda deparar el año.

Esto nos lleva a una segunda fase de planificación o preparación. En esta empezamos a reflexionar y hacer planes sobre la manera que más se ajusta de cara maximizar el tiempo que vuestro hijo dispondrá para explorar los intereses y situaciones que ha imaginado. Se trataría de un paso más que acerca a la realidad del inicio de clases: planificar horarios y rutinas, ir aproximando los hábitos (de sueño y alimenticios) a los que requerirá el colegio, anticipar soluciones frente a conflictos que puedan surgir (extraescolares, organización del tiempo…).

Un ejemplo de esta fase es el de Juan* quien nos contaba al terminar el año que le gustaría embarcarse en mayor número de actividades extraescolares para el curso siguiente, ya que había descubierto una gran pasión por el teatro y la música, que tenían poca cabida en el curriculum académico de su colegio. Hicimos junto a él un listado de todas aquellas cosas en las que quería incursionar, tomando como referencia los horarios previstos para sus clases. El primer listado, dada la cantidad de actividades, se ajustaba de forma poco realista a sus horarios y las necesidades de los deberes y actividades académicas. Sin embargo, a partir de este, pudimos ir ajustando junto con Juan actividades que cubrieran sus intereses y respetaran horarios básicos de estudio. Miramos posibilidades reales en cuanto a sus actividades extraescolares: disponibilidad de tiempo, distintos lugares en donde pudiese realizarlas maximizando el tiempo, carga horaria, requerimientos económicos y de energía, y tras ello conseguimos hacer una lista que le permitiera hacer cosas que le apasionan al tiempo que respetaran el ritmo escolar. Juan agradeció mucho poder echarle un vistazo motivador y realista al año que comenzará.

Tras la fase de preparación, solo queda una última: la fase de acción. Esta tiene que ver con poner a punto todo lo necesario para empezar el colegio. Preparamos el material que necesitaremos y evaluamos de forma sincera las necesidades que hemos descubierto en nuestras fases anteriores. Por ejemplo, muchos padres esperan el segundo o el inicio del tercer trimestre para apuntar a sus hijos en clases de refuerzo de aquellas asignaturas en donde sus hijos están más “flojos”. Asimismo, es llamativo cómo los problemas de motivación de los niños suelen detectarse tardíamente durante el año escolar. Las primeras fases sirven, de alguna forma, como un “termómetro” que nos refleja en qué nivel se encuentra el niño en estos aspectos. La fase de acción requiere que antes del inicio de las clases o tras las primeras semanas del curso, estemos atentos ante este tipo de situaciones y tomemos las medidas necesarias para proporcionar la ayuda requerida por el niño. Asimismo, durante la fase de acción, ponemos en práctica nuestra planificación previa y realizamos ajustes a la misma según las situaciones lo requieran.

Los padres de Andrés*, cuyo ejemplo ilustra esta fase, notaron un decaimiento importante durante sus primeras semanas de clases. Tras sondear las posibles causas, decidieron contactar con nosotros en busca de ayuda, temiendo que la situación pudiese empeorar a medida que avanzara el año. Fue una respuesta rápida y acertada de su parte, ya que pudimos detectar que el bloqueo de Andrés se debía a un uso muy pobre de su planificación, lo cual lo hizo sentirse superado desde las primeras semanas. El ejemplo de Andrés es un caso común en los estudiantes (no solo a principio del año, sino en especial a lo largo del mismo) ya que en muchas ocasiones se espera que el colegio sea el que dote de herramientas a los niños para que se planifiquen y estructuren sus agendas. La realidad, en cambio, es muy distinta. La mayoría de los niños desconocen cómo llevar una planificación y cómo abordar de forma eficiente el material de clases que se les presenta. Una fase de acción exitosa requiere que seamos sensibles ante estas señales para abordar de manera constructiva las actividades diarias y los tropiezos que pueden darse durante el año.

Aunque los comienzos pueden ser apasionantes, esperanzadores y motivadores, también pueden ser duros y densos. Un buen comienzo asegura una base emocional que permitirá a los niños aprovechar y disfrutar de todo lo que implica el proceso de aprendizaje.

Si queréis más información acerca de técnicas, recursos y herramientas, podéis escribirnos a: info@kreadis.com

*Los nombres han sido cambiados para proteger la identidad de quienes nos consultan

Artículo de Kreadis© con información de:
-Matt levinson, Parents, Start with the A




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