
Aunque el mundo de la educación
ha cambiado mucho a lo largo de los años, la meta principal de la educación sigue
siendo la misma: Proporcionar un buen andamiaje a los niños para que estos
alcancen la autosuficiencia. ¿Cómo conseguir esto hoy en día cuando los
resultados de los exámenes a menudo parecen más importantes que el desarrollo de
niños preparados para afrontar los desafíos de la vida profesional?
Sabemos tras décadas de
investigación que las relaciones con los profesores, padres y otros adultos que
proporcionan apoyo determinan cómo el niño en edad escolar adquiere su sistema
personal de orientación, cargado de habilidades interconectadas y vías para
conseguir el éxito. Cuando visualizamos dichas habilidades como si se tratase
de una brújula interna, es fácil ver cómo la educación y el desarrollo van de
la mano, cómo los niños pueden navegar con éxito a través de la escuela y de la
vida.
Con esto en mente, Marilyn
Price-Mitchell ha diseñado lo que denomina “La brújula”, un modelo visual que refleja
las habilidades más ventajosas de cara al desarrollo de los niños e intenta
comprometer a las escuelas, familia y comunidad a aplicar los principios del
desarrollo positivo. Es un marco de comprensión del porqué los niños necesitan
de estas habilidades interconectadas y cómo son alimentadas desde distintos
contextos. Es también una llamada de atención para actuar cuidando de los
niños, quienes merecen vivir de forma plena y significativa, más allá de las
medidas externas de éxito.
La brújula está compuesta por 8
atributos:
Curiosidad
Es la habilidad para buscar y
adquirir nuevos conocimientos, habilidades y formas de comprender el mundo. Se
halla en el corazón de lo que motiva a los niños a aprender y lo que los
mantiene aprendiendo a lo largo de sus vidas. La curiosidad facilita el
compromiso, el pensamiento crítico y el razonamiento.
Alimentamos la curiosidad de los
niños y otras habilidades de aprendizaje a largo plazo cuando los animamos a
identificar y buscar respuestas a preguntas que despierten su interés. Cuando
los ayudamos a reconocer los fallos como oportunidades para explorar, los
animamos a experimentar y descubrir. Cuando reconocemos las diversas maneras en
las que los niños pueden explorar el mundo –tocando, saboreando, moviéndose,
oliendo…- y los alentamos y elogiamos en cuanto a su perseverancia en la
búsqueda de respuestas, los ayudamos asimismo a comprender los principios de un
aprendizaje comprometido. Cuando les mostramos cómo las partes se conectan e
influyen en la sociedad como un todo, descubren que la curiosidad mejora las
relaciones, potencia la innovación y conduce al cambio social.
Sociabilidad
Es la habilidad cooperativa de
comprometerse e interactuar con otros. Deviene de un grupo de habilidades
socio-emocionales que ayudan a los niños a comprender y expresar sentimientos y
conductas de forma que faciliten relaciones positivas, incluyendo la escucha
activa, autorregulación y la comunicación efectiva.

Resiliencia
La resiliencia es la habilidad
para afrontar y superar retos de forma que se promueva y se mantenga el
bienestar personal. Incluye atributos como la persistencia, la iniciativa y la
determinación.
Construimos resiliencia cuando
animamos a los estudiantes a buscar nuevos retos intelectuales, emocionales,
físicos y sociales, más allá de su zona de confort. Nuestro apoyo y aliento a
medida que toman riesgos, superan desafíos y crecen a partir de los fallos y
errores, los ayuda a aprender a recuperarse en los altibajos de la vida.
Autoconocimiento
Es la habilidad para examinar y
comprender quienes somos en relación con el mundo que nos rodea. Se desarrolla
a través de habilidades como la auto-reflexión, la búsqueda de significado y el
trabajo sobre los valores y creencias. Se trata de mirar “dentro de nosotros
mismos”. El autoconocimiento influye sobe la capacidad de los niños de verse a
sí mismos como únicos y diferentes de los demás.
Estimulamos el autoconocimiento
cuando incluimos a los niños en conversaciones reflexivas acerca de valores,
creencias, actitudes y dilemas morales. Cuando los animamos a comprender y
atender sus “sí mismos” intelectuales, emocionales, sociales y físicos, les
hacemos saber que valoramos su potencial humano en su totalidad.
Integridad
Es la habilidad para actuar de
forma consistente con los valores, creencias y principios que aseguramos que
poseemos. Se trata del valor, la honestidad y el respeto en nuestras
interacciones diarias. Moldeamos la integridad de los niños tratándolos con
respeto y dignidad, escuchando sus sentimientos y preocupaciones sin juicios.
Cuando les pedimos a los estudiantes que demuestren sus valores, creencias y
principios a través de sus acciones, les recordamos su valor como seres humanos
éticos, más allá de los resultados académicos o de una nota particular.
Inventiva
Es la habilidad para encontrar y
utilizar los recursos disponibles para conseguir metas y resolver problemas. Se
basa en habilidades como la planificación, el establecimiento de objetivos, el
pensamiento estratégico y la organización.

Creatividad
Es la habilidad para generar y
comunicar ideas originales. Promueve la imaginación, la innovación y el sentido
estético.
Inspiramos creatividad cuando
animamos a los estudiantes a expresarse a través de la escritura, la poesía, el
teatro, la fotografía, el arte, los medios digitales, el juego y a no descartar
sus ideas desde el principio. Cuando los animamos a pensar más allá de lo
convencional, a tomar riesgos y no descartamos o censuramos sus ideas, su
imaginación florece.
Empatía
Es la habilidad para reconocer,
sentir y responder a las necesidades y sentimientos de los otros. Facilita la
expresión del cuidado, la comprensión y la ternura.
Influenciamos las habilidades de
los niños de preocuparse por otros más allá de sí mismos al crear relaciones
significativas con ellos, asegurando que son valorados y comprendidos más allá
de los resultados académicos. Cuando les exponemos distintos puntos de vista,
los comprometemos con proyectos de la comunidad y acercamos el aprendizaje
social al aula de clases, desarrollamos mayor empatía y compasión.
El modelo de la brújula ve la
educación y el desarrollo de los niños como procesos integrados y alimentados a
través de los esfuerzos de colaboración de padres, profesores y programas
extra-curriculares. Cuando nos enfocamos en el desarrollo de estas 8
habilidades, los resultados son transformativos. No solo los niños se
comprometen con el aprendizaje a largo plazo, sino que se convierten asimismo
en “navegadores auto-suficientes de sus propias vidas”.
Artículo de Marilyn
Price-Mitchell para edutopia. Traducción de Kreadis.
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