Con la llegada de las vacaciones
y la pausa del verano, suele empezar la discusión en cuanto a cómo evitar el
bajón que supone esta época en las habilidades y hábitos de estudio de los
niños.
Se manejan muchas estadísticas en
cuanto a cómo la pausa vacacional influye negativamente en las habilidades y
conocimientos adquiridos durante el año, así como en los hábitos diarios que
organizan la vida de los niños y su rol como estudiantes. Surgen así muchos
consejos, tips, ideas, recursos y estrategias que pretenden reducir el impacto ocasionado
por el hecho de que los estudiantes estén fuera del aula durante todo el
verano.
Muchos padres optan por comprar y
saturar con cuadernillos de contenido y práctica (mates, lengua, naturales…) a
los niños, lo que no sólo produce en ellos gran frustración, sino que además
tensa la relación entre padres e hijos y el verano termina por ser una
extensión de la “lucha” frente a los estudios y la necesidad de abarcar ciertos
contenidos o actividades. Si comparásemos esto al mundo adulto, no es difícil
ponerse en los zapatos de los niños imaginando lo desagradable que nos
resultaría tener que trabajar durante nuestras vacaciones. No obstante, la
pérdida del aprendizaje durante el verano es una realidad que afecta a muchos
estudiantes y desde luego exige una gestión que pueda conciliar el respeto por
su época de descanso con el mantenimiento de las habilidades adquiridas y
hábitos mínimos cotidianos.
Lo cierto es que esta discusión
puede ser vista desde varias perspectivas: cultural, socioeconómica, educativa,
parental, tecnológica e incluso filosófica. Que asumamos que los estudiantes
aprenden solo estando en el colegio, dentro de una rutina de estudios que marca
la institución, y que no lo hagan desde casa, es un problema complicado que
despierta muchos puntos de reflexión y preguntas: ¿Por qué no han de aprender
desde casa? ¿Cuáles son los tópicos académicos, experienciales y culturales que
deberían estar aprendiendo nuestros niños? ¿Qué sucede con la falta de
continuidad entre la escuela y la comunidad? Si los niños no están trabajando o
aprendiendo desde casa entonces ¿qué hacen con su tiempo? ¿Cómo debe ser la gestión
de la tecnología durante el verano y qué función tiene para los niños? ¿A qué
se reduce la experiencia vacacional de aquellos niños que no pueden acceder a
un campamento de verano u otras actividades lúdicas/experienciales de
aprendizaje? Como vemos, son muchas las cuestiones que este tópico abarca.
Aunque hay muchas guías que
sugieren recursos tecnológicos y prácticos que pretenden reducir la pérdida de
aprendizaje en el verano, pensamos que la forma más poderosa para dar
continuidad al aprendizaje no es solo una cuestión de herramientas y
contenidos. Frenar la pérdida de aprendizaje durante el verano tiene que ver en
realidad con los hábitos y el flujo de trabajo más que con cualquier otra cosa.
Esto sugiere una aproximación más
sencilla -y a su vez, más manejable- que permite que la motivación surja desde
el niño: Un patrón diario de lectura y escritura. El objetivo principal,
entonces, sería: encontrar algo que leer (algo que merezca y motive la
lectura), leerlo y luego escribir sobre ello o bien hacer un dibujo, un montaje
teatral…
¿Qué material podemos usar para
la lectura? Las fuentes y opciones son diversas. Puede ser desde un libro
acorde a la edad e intereses del niño, hasta –si se tiene acceso a le
tecnología- algún artículo, noticia, novedad que sugieran los medios o las
redes sociales. Lo ideal es incluir en este material de lectura una variedad de
tópicos relacionados con la ciencia, matemáticas, estudios a nivel social,
lecturas de interés cultural, que resulten de interés para el niño y que
proporcionen un continuum entre aprendizaje y comunidad, que lo acerquen a su
mundo. Se puede, por ejemplo, escoger un artículo y trabajarlo cada mañana
durante una hora (o en cualquier momento del día, por el tiempo que
consideremos razonable, teniendo en cuenta que a medida que avanza el día, la
motivación frente a este tipo de actividades decrece frente a la motivación por
actividades más lúdicas o sociales). El objetivo es tener una corriente firme
de contenidos de lectura para abordar de forma diaria. Las fuentes son diversas
y pueden ser desde el periódico hasta libros de la biblioteca pública.
¿Cómo se trabaja la parte que
alude a la escritura? Tras la lectura del material, nos enfocaríamos en aquellos
verbos que aluden a la taxonomía común de aprendizaje: Critica, evaluación,
análisis, defensa de ideas… Podemos pedirle al niño que proporcionen una
crítica u opinión desde su propio ángulo. Se puede pedir un ejercicio de
escritura o análisis libre o que amplíe lo que ha leído con algún otro artículo
o fuente que encuentre (o con una experiencia personal propia). Las opciones en
este puntos son también diversas.
El aprendizaje, si lo
consideramos en términos simples, se trata de encontrar nuevas ideas,
reflexionar sobre ellas y usarlas de manera que adquieran un sentido dentro de
nuestra experiencia personal. Un patrón diario de lectura y escritura escogido
por el niño y de contenido de interés literario o científico, proporciona el
apoyo que necesitan los niños y estudiantes en el desarrollo de hábitos de
aprendizaje, el incremento de la curiosidad y la respuesta crítica ante lo que
se les presenta.
Lo más importante es impulsar la
curiosidad, la motivación, el propósito, la iniciativa y el entusiasmo, a la
vez que potenciamos, por supuesto, los hábitos. El reto es dar con el material
que pueda proporcionar un empuje a ello, y la motivación por parte de los
padres o acompañantes del niño para hacer un seguimiento interesado del patrón
establecido y los contenidos trabajados.
Así, vemos que los cuadernillos
pueden ser útiles, pero lo es mucho más la curiosidad, la opinión y el universo
del niño, en los que se apoya la lectura y la escritura para frenar el bajón
que supone el verano en cuanto a hábitos “académicos” y darle continuidad al
aprendizaje a un nivel más integrador.
Traducción y adaptación de
Kreadis
Fuente: Terry Heick en
Teachthought- Slowing the summer slide
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