jueves, 25 de febrero de 2016

Afrontando la violencia en el contexto escolar

La agresividad es un fenómeno inherente a la naturaleza humana. Sin embargo, cuando se transforma
Foto: Shelley "How does she"
en violencia, remonta a estados regresivos y genera malestar y disfuncionalidad en el sistema que la vivencia. No esperamos que la violencia sea uno de los elementos presentes en contextos como el colegio, sin embargo, es cada vez más evidente que así ocurre y que no siempre se toman las medidas adecuadas para hacerle frente y manejar la situación de forma constructiva para todas las partes. El acoso escolar, por ejemplo, del que se habla con frecuencia últimamente, ha llevado a la necesidad de revisar y reflexionar acerca de la violencia en el contexto escolar.  En nuestro centro es cada vez mayor el número de niños y familias que nos trasladan o sufren este tipo de situaciones y que acuden en busca de ayuda para poder hacerles frente y gestionarlas de forma sana. No hablamos solo de aquellos que son víctimas de la violencia, sino también aquellos que la actúan, generan o incentivan, los cuales también –contraintuitivamente- experimentan algún tipo de sufrimiento emocional.


En esta línea, queremos rescatar el testimonio y reflexiones que hace una profesora en Estados Unidos al respecto. Sabemos que la situación (no solo cultural, sino también en cuanto a políticas educativas y variables sociales) no son directamente equiparables a la nuestra en España, sin embargo, la necesidad de reflexionar acerca de este fenómeno es mutua, como lo son también los aspectos básicos que no deberíamos perder de vista en cuanto a al problema. La autora del artículo intenta dibujar la situación y la escalada de violencia y agresión que esto puede provocar en el entorno del niño o adolescente que necesita ayuda y recibe en respuesta medidas muy restrictivas y marginadoras, que no le ayudan a reconducir su situación sino que en muchas ocasiones parece empeorarla. Aquí su reflexión al respecto:

"Hace una semana, hubo una gran pelea a la salida del colegio en el que trabajo…, justo después de que los estudiantes se despidieran para irse a casa al terminar el día en el colegio.  Adultos familiares de la alumna que instigó la situación participaron en ella también. Docenas, quizá cientos de estudiantes, se reunieron alrededor para observar.

Un profesor intentó detener la pelea y fue golpeado accidentalmente. Todo terminó con la detención de la alumna y la posterior expulsión del colegio y reubicación en otra escuela pública. Las demás alumnas que participaron en la situación, recibieron una amonestación en la que las expulsaron durante 5 días.

El “puño de hierro” no es la solución

Foto: Michael Probst
Tras este incidente, muchos profesores han insistido en que lo que ha ocurrido debe ser un impulso que motive al establecimiento de políticas disciplinarias más estrictas. Muchos han sugerido que aquellos estudiantes que observen las peleas también deberían ser suspendidos. En general, el personal educativo está de acuerdo en que se ha de castigar con mayor frecuencia a algunos estudiantes y expulsar con mayor rapidez a aquellos que resultan especialmente problemáticos. Asimismo, afirman que es necesario contar con mayor personal de seguridad vigilando las instalaciones. En este caso, se trata de un colegio de menos de 400 estudiantes que cuenta con dos guardias de seguridad a tiempo completo.

Los niños son frecuentemente expedientados a causa de peleas recurrentes o por “meterse en problemas”. En este último año, una de mis estudiantes de 8o grado insultó a la subdirectora con un adjetivo -que prefiero no nombrar- y por ello fue suspendida con amenaza de expulsión. Creo que, en general, existe una sensación de “nosotros contra ellos”, en especial en los pasillos, en donde los profesores ven el comportamiento de los estudiantes como fuera de control. La mayoría de las quejas del personal educativo tienen que ver con que los alumnos empujan a otros y corren fuera del lugar, usan de manera habitual expresiones agresivas o “palabrotas” y no se disculpan al tropezar con un adulto.

Entiendo el temor de algunos profesores en cuanto a su seguridad física. Entiendo que el profesor que fue golpeado durante la pelea antes mencionada se encuentre alterado, conmovido o desalentado. Sin embargo, considero que la respuesta ante la atmósfera hostil y negativa en mi colegio no necesita de una política disciplinaria más estricta y, desde luego, no requiere tampoco de más suspensiones.


Foto: Mohammad Khorshed
Investigaciones previas han demostrado el efecto negativo de las suspensiones o expulsiones temporales, en especial en estudiantes masculinos. Un informe al respecto (en USA) afirma que las suspensiones tienen un papel representativo en los historiales de aquellos niños que desarrollan conductas delictivas que conllevan a penas criminales o de prisión (fenómeno “de la escuela a la cárcel”). Algunos puntos que contempla dicho informe.

Políticas disciplinarias de “tolerancia cero” no mejoran el rendimiento escolar ni proporcionan una lección a aquel que comete la falta; estas, más bien, contribuyen al fenómeno “de la escuela a la cárcel” al alienar a los estudiantes del sistema educativo, alejándolos de dicho contexto.

  • Los sistemas escolares están criminalizando las malas conductas en el contexto escolar o resignándolas a castigos que no están relacionados con el acto en sí y que, por tanto, carecen de valor instrumental y educativo para el alumno.
  • Existe una filosofía profundamente arraigada que dice que el ser “duro” es la mejor alternativa para afrontar los problemas de conducta. Sin embargo esto difícilmente ocurre, en especial cuando se trata de niños. Los extremos van desde un castigo mínimo a uno extremo, y así sucede de forma recurrente. El paradigma en sí está desgastado y no ha sido aún sustituido por una nueva concepción.
  • A pesar de la imagen que puede tenerse acerca de la violencia en muchos estudiantes, la mayoría de aquellos que han sido suspendidos, no han recibido amonestación por cometer actos violentos o poner en peligro la seguridad de otros.

¿Qué debería hacerse?
No he visto nunca que la suspensión o la expulsión funcionen de forma efectiva para cambiar el comportamiento de un estudiante. Cuanto más tiempo trabajo en colegios, más suspicaz me siento en cuanto a los sistemas de gestión de la conducta basados en el miedo o la recompensa. He estado pensando mucho en cuanto a la motivación intrínseca versus extrínseca. No estoy interesada en hacer que estos niños “anden” correctamente, estoy interesada en ayudarlos a convertirse en personas respetuosas y conscientes.
La fuerza nunca cura el dolor
Mi profesora de yoga les pidió a sus estudiantes que dirigieran su respiración hacia las áreas del cuerpo que nos dolían. “Dirigid vuestra atención allí”, dijo “y luego, solo escuchad lo que vuestro cuerpo os está diciendo. No le habléis.; respirad en él. Sed amables. Nuestros cuerpos no responden cuando tratamos de forzarlos a hacer cosas. La fuerza nunca cura el dolor. La atención lo hace. La consciencia lo hace. La escucha lo hace. Pero no la fuerza”.
Foto: Arteide
Sé que estas observaciones son verdad. Sé que son verdad para mi cuerpo, para mis estudiantes y para nuestros colegios. Pero, ¿Cómo podemos escucharlos? ¿Cómo los apoyamos para cambiar su conducta en los pasillos por razones motivadas intrínsecamente?
Cuando pienso en las estudiantes que estuvieron involucradas en la pelea, pienso que deben haber estado sintiendo mucho dolor y miedo –consciente o inconscientemente. Quiero trabajar en un sistema que brinde un espacio para que los niños sean escuchados.
¿Cómo podemos hacer para escuchar a nuestros niños? ¿Cómo podemos prestarles mejor atención a su dolor y no sólo responder con castigos o empujarlos hacia una situación en la que incluso la cárcel puede ser el final? Considero estas reflexiones necesarias."
Estamos de acuerdo con la visión de esta profesora, en especial con las preguntas que se formula y la motivación ante la búsqueda de soluciones que cuiden a todos los niños: a aquellos que son agredidos, a aquellos que agreden y también a aquellos que observan. Consideramos que sanar un problema de este tipo significa asimismo sanar de antemano el futuro, no solo de esos niños, sino también de nuestra sociedad. Sentimos y, esto lo corrobora nuestra experiencia al respecto, que los resultados positivos y verdaderamente inclusivos e integradores se obtienen cuando se trabaja desde la comprensión, la ayuda, y la escucha, en  lugar de hacerlo –consciente o inconscientemente- desde la agresión, marginación y fuerza que son justamente aquellas que intentamos combatir.
Artículo original de Elena Aguilar para Edutopia “Coping with campus violence”. Traducción de Kreadis.

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