Obra de Rovira Giménez |
Un reciente estudio llevado a cabo por la
Universidad de Leicester (Reino Unido) concluye que los niños pueden presentar
diferentes problemas emocionales y conductuales en función de cómo interpretan
los conflictos que surgen entre sus padres.
La investigación se realizó con el objetivo de
entender por qué las discusiones familiares impactan negativamente en unos
jóvenes más que en otros.
Los datos revelaron que los niños tenían más probabilidad de presentar problemas de conducta cuando se atribuían a sí mismos la culpa de las discusiones entre sus progenitores. Si, además, se sentían amenazados por los conflictos familiares o anticipaban una posible ruptura conyugal, el riesgo de desarrollar problemas emocionales era mayor. Muchas veces el impacto de este tipo de aspectos sobre las emociones y conductas del niño, responde a trastornos a nivel de la comunicación familiar, en donde las dinámicas se establecen en cierto vacío comunicacional (explicaciones mal expuestas, doble mensajes en cuanto a las discusiones “todo está bien”, mal manejo de los límites entre el subsistema parental y el subsistema fraternal…) en donde la dinámica familiar se altera y se manejan dos tipos de mensajes, el explícito y uno implícito sobre el cual no se trabaja verbal y activamente.
Según el profesor Gordon Harold, investigador
principal del estudio, de la Facultad de Psicología de la Universidad de
Leicester, los niños son más proclives a tener problemas de conducta cuando se
sienten responsables de los desacuerdos entre sus padres.
También se ha podido comprobar que aquellos
jóvenes que se sienten amenazados por conflictos diarios entre sus padres,
conflictos no violentos pero frecuentes, intensos y no resueltos se encuentran
bajo un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud mental, (como por
ejemplo, la depresión), sin perder de vista que la “enfermedad” de un miembro
de la familia a su vez es reflejo de la “enfermedad” del sistema familiar.
“No se trata solamente de un mayor riesgo de
desarrollar enfermedades mentales, a esto se añade también la infelicidad diaria
que se les infringe a los niños”, comenta el Dr. Jack Boyle.
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Al hilo de esta reflexión (ojo, las enfermedades
mentales no se producen solamente por causas ambientales; unos padres que
discuten no hacen que el niño desarrolle una depresión; no se trata de un
factor lineal, sino dinámico, integral, vincular). debemos tener en cuenta el
nivel de estrés que estas situaciones diarias provocan en el niño cuando no son
gestionadas de forma correcta. "Ya sabemos que existen efectos reales y significativos cuando los niños crecen en
un ambiente de estrés tóxico y persistente. Estos efectos pasan factura en su
desarrollo evolutivo, como por ejemplo en la merma de su capacidad de aprendizaje",
dice Robert D. Block, MD, ex presidente de la AAP (American Academy or
Pediatrics).
Existe una gran evidencia bibliográfica que
demuestra la correlación entre experiencias adversas en la infancia y la salud
y el bienestar en la época adulta. Tanto la genética como el entorno y la
experiencia modelan nuestro cerebro. A la medida que éste se desarrolla, se
fortalecen los circuitos neurológicos que más frecuentemente se utilizan. Mientras
que lo que no se usan, o se usan poco, acaban muriendo. Estos circuitos dan
soporte a funciones de mayor nivel, incluyendo la memoria, la regulación
emocional y del comportamiento y el lenguaje. Estas funciones se podrán ver
afectadas si un niño vive con un alto nivel de estrés de manera sistemática.
"Cuando en etapas tempranas del desarrollo se viven experiencias
desagradables, ni el cerebro ni otras partes del cuerpo lo olvidan",
comenta Jack P. Shonkoff, MD, director del Harvard Center para el desarrollo
del niño.
Para los autores, estos resultados ponen de
relieve la necesidad de implementar
programas de intervención con familias que aborden esta problemática de forma
integral, trabajando aspectos clave, tales como la enseñanza de técnicas de
resolución de conflictos o el aprendizaje de estrategias de crianza y educación
positivas, entre otros.
En estos casos, proporcionar apoyo a los padres
es esencial. En la mayoría de los casos, los padres luchan por hacer lo
correcto a la vez que lidian con sus propias historias de infancia o
experiencias negativas.
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Una madre se preguntaba: ¿Qué puedo hacer para
evitar que mi hijo pase por la misma mala experiencia que pasó su padre?
- ¿Cómo harías para hacer con tus niños lo que nadie hizo por ti?
- ¿Cómo harías para que tus hijos no pasen por las experiencias que pasaste?
- ¿Cómo podemos ayudarte con esto?
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Algunas estrategias positivas de interacciones
padres-hijos:
- Lee cuentos a tus hijos, de manera interactiva
- Participa en grupos de desarrollo familiar para mejorar la comunicación con tus hijos
- Implícate en actividades que le interesen a tus hijos
- Busca recursos en tu comunidad que te ayuden a mejorar estos aspectos
Fuentes:
- “How family conflict affects children” - The British Psychological Society) posted en University of Leicester - http://www2.le.ac.uk/offices/press/press-releases/2013/may/how-family-conflict-affects-children
- "Toxic stress threatens kids' long-term health" - AAP - Bridget M. Kuehn, MSJ - Medical News & Perspectives - News & Analysis - JAMA - June 30-2014 - http://jama.jamanetwork.com/ on 07/30/2014
- "The Lifelong Effects of Early Childhood Adversity and Toxic Stress" - AAP - http://pediatrics.aappublications.org/content/early/2011/12/21/peds.2011-26632663
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