lunes, 4 de diciembre de 2017

El dilema de los regalos para los niños: Apuntes para Papá Noel y Reyes Magos

Tan cerca de la Navidad y la llegada de los Reyes Magos, empiezan los debates acerca de qué tipo y
cuántos regalos dar a los niños en esta época, teniendo en cuenta aquellos criterios que aseguren un impacto beneficioso en su desarrollo emocional.

Muchos profesionales se han pronunciado al respecto, haciendo una llamada a evitar el exceso de regalos, así como el impacto que esto puede tener sobre cómo ve el niño su mundo, cómo forma y alimenta creencias, así como la manera en la que se ajusta a la realidad. En este sentido, se recomienda con frecuencia que la cifra gire en torno a 3 regalos, lo que se trata, más que de un criterio estricto que deba seguirse de forma literal, de una llamada a la sensatez y a la reflexión por parte de los padres en cuanto a este tema.

Hace varios años, este dilema quedó bien reflejado en el comercial de Ikea “la otra carta” que reflejaba asimismo el llamado “síndrome del niño hiperregalado”, el cual hace alusión al intento de algunos padres a compensar con juguetes y regalos el poco tiempo que comparten con sus hijos. En este sentido, cuando los regalos son excesivos, los niños tienen dificultades para otorgarles valor, ver su carácter emocional o educativo o apreciar su contenido, lo que además resulta en una pérdida del interés e ilusión que inicialmente persigue el gesto.

Pensando en ello, nos animamos a apuntar algunos elementos para tener en cuenta en cuanto a los regalos navideños, de manera que puedan servir de orientación para aquellos padres que tienen dudas en este sentido.

El gran debate acerca de la cantidad

Muchos padres quieren alimentar la ilusión de sus hijos dándole todos -o muchos- de los regalos que han pedido. Sin embargo, más allá del tan mencionado materialismo, hay otras “pegas” emocionales de mayor importancia frente al exceso de regalos. Por un lado, tal y como los adultos también soñamos, la carta a los Reyes o a Papá Noel, puede ser una ventanita a los deseos y anhelos del niño. Sin embargo, estos sueños y deseos -tal y como ocurre con los adultos- siempre estarán confrontados con la realidad (bien sea económica, en cuanto a juguetes prohibidos…). Es necesario hacer partícipe al niño de dicha realidad, enseñándole a apreciar sus deseos en convivencia con ésta. No se trata de frustrar al niño o sumergirlo en las frustraciones de la vida adulta, pero sí de estimular su resiliencia y tolerancia a la frustración, las cuales tienen un valor educativo y adaptativo vital.

Por otro lado, aunque parezca contradictorio, la sobreestimulación conduce al aburrimiento. Esta es precisamente una de las principales características de los niños y adolescentes de hoy en día, atiborrados de información y estímulos, muchas veces caen en la desconexión. Si buscamos alimentar la fantasía, imaginación y creatividad de los niños, el exceso no es nuestra mejor opción.

Recordemos asimismo que la cantidad no es sinónimo de felicidad, en este tema no aplica “cuanto más, mejor”. Por el contrario, la sobreabundancia dificulta que el niño pueda sacar el máximo provecho de los regalos, así como el verdadero disfrute de los mismos, y disminuye el valor percibido de estos.

No sólo cuentan los regalos que hacen los padres

Dado que los niños probablemente reciban regalos de otros miembros de la familia (abuelos, tíos…), es importante dialogar y compartir con estos la visión que se tiene en cuanto a los regalos, para que sea tenida en cuenta por los demás miembros de la familia. Esto no incluye sólo la cantidad de regalos, sino también poder compartir información acerca de lo que el niño necesita, las reglas estipuladas en casa en cuanto a los juguetes (permitidos/no permitidos) y el valor de los mismos.

Regalo Vs. Esfuerzo

Una tendencia -y a la vez una duda- frecuente de los padres, tiene que ver con transmitir a los niños la idea de una relación entre los regalos recibidos y el esfuerzo. Aunque es importante resaltar el valor del esfuerzo, así como el valor de las cosas, los regalos no deberían presentarse como una moneda de cambio. Los regalos han de tener, sobre todo, un valor emocional, algo que se ofrece sin esperar nada a cambio, por el gusto de alimentar la ilusión del otro.

Cuando equiparamos el esfuerzo y los regalos, el primero pierde su verdadero sentido de ser. Los
niños no deben “ayudar” en casa o “hacer los deberes” para recibir regalos, sino porque es su obligación desde el rol que ejercen (como hijos o estudiantes, en estos casos). El esfuerzo tiene un valor social y personal, y al vincularlo con lo material se desvirtúa dicho valor que ha de ser una enseñanza para toda la vida.

Es indudable que hemos de fomentar conciencia en cuanto a que las cosas que obtenemos cuestan y merecen un esfuerzo, sin embargo, cuando transmitimos la idea de que el esfuerzo se basa en la recompensa material que se obtendrá, incurrimos en una sobregeneralización que no es acorde con la realidad y con cómo funciona el mundo, por lo que dejamos a los niños desprotegidos ante dicha realidad. Lo cierto es que sabemos que, 1) es imposible “hacerlo todo bien” (y recibir juguetes); o, 2) es imposible “hacerlo todo mal” (y no recibir juguetes). La vida real no está compuesta por éxitos y fracasos absolutos, y este es un aprendizaje que hemos de enseñar a nuestros niños.

En este sentido, “regalar carbón” como reflejo de un “esfuerzo deficiente” por parte del niño, puede representar un castigo emocional muy duro e innecesario, además de contraproducente. Nuestro mundo adulto está cargado de creencias -muchas veces erróneas-, percepciones y exigencias en cuanto al éxito y al fracaso, introducirlas al mundo infantil a través de estas equiparaciones con los regalos y, sobre todo, sin previa reflexión, dificulta el desarrollo sano de la motivación en los niños.

La verdadera función de los regalos

Quizá este sea uno de los elementos más importantes. Más allá de enfocarnos únicamente en la cantidad, lo que realmente importa son los regalos que se eligen y por qué los elegimos. Muchas veces las dudas surgen cuando perdemos de vista este aspecto. ¿Qué función tienen los regalos, para mí como padre/madre?

En algunos casos, la cantidad de regalos está orientada a alimentar -de manera más o menos consciente- nuestra valía como padres. Algunas veces, la necesidad de proporcionar gran cantidad de regalos -o un tipo de regalo en particular- habla de los propios anhelos e historias infantiles. Otras veces, la tendencia a enfocarse en la cantidad de juguetes desvela el desconocimiento de los padres de las necesidades -sobre todo emocionales- de sus hijos. Poder hacer una pequeña reflexión al respecto permite hacer regalos más genuinos y elegir mejor.

Los juguetes y regalos son importantes en la vida del niño, pero estos tienen una función precisa que en ningún caso se trata de sustituir la atención, muestras de cariño y funciones de los padres.
En líneas generales, cuando escogemos los juguetes, debemos elegir aquellos adaptados a su edad, que inviten a su imaginación, que apoyen su crecimiento o que alimenten potencialidades del niño, sueños y habilidades. Los juguetes que posibilitan momentos en los que se comparte con amigos o familiares también son buenas opciones. Por último, recordemos, aunque parezca un apunte evidente, que el mejor juguete no siempre es el más caro.

El regalo de la emoción


La Navidad y Reyes también es un buen momento para enseñar valores y enriquecer el mundo emocional y afectivo de los niños. Aprovechemos entonces para regalar tiempo, enseñar sobre la bondad y el valor de compartir.

Aunque los regalos llenan de ilusión a los niños, la mayoría olvida cuáles han sido los juguetes y objetos que se les han regalado en años anteriores. Sin embargo, las emociones, momentos y experiencias vividas en estas épocas, suelen perdurar en la memoria de los niños y son a menudo más difíciles de olvidar y más fáciles de valorar. 

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