Muchos profesionales se han
pronunciado al respecto, haciendo una llamada a evitar el exceso de regalos,
así como el impacto que esto puede tener sobre cómo ve el niño su mundo, cómo
forma y alimenta creencias, así como la manera en la que se ajusta a la
realidad. En este sentido, se recomienda con frecuencia que la cifra gire en
torno a 3 regalos, lo que se trata, más que de un criterio estricto que deba
seguirse de forma literal, de una llamada a la sensatez y a la reflexión por
parte de los padres en cuanto a este tema.
Hace varios años, este dilema
quedó bien reflejado en el comercial de Ikea “la otra carta” que reflejaba asimismo
el llamado “síndrome del niño hiperregalado”, el cual hace alusión al intento
de algunos padres a compensar con juguetes y regalos el poco tiempo que
comparten con sus hijos. En este sentido, cuando los regalos son excesivos, los
niños tienen dificultades para otorgarles valor, ver su carácter emocional o
educativo o apreciar su contenido, lo que además resulta en una pérdida del
interés e ilusión que inicialmente persigue el gesto.
Pensando en ello, nos animamos a
apuntar algunos elementos para tener en cuenta en cuanto a los regalos
navideños, de manera que puedan servir de orientación para aquellos padres que
tienen dudas en este sentido.
El gran debate acerca de la cantidad
Muchos padres quieren alimentar
la ilusión de sus hijos dándole todos -o muchos- de los regalos que han pedido.
Sin embargo, más allá del tan mencionado materialismo, hay otras “pegas”
emocionales de mayor importancia frente al exceso de regalos. Por un lado, tal
y como los adultos también soñamos, la carta a los Reyes o a Papá Noel, puede
ser una ventanita a los deseos y anhelos del niño. Sin embargo, estos sueños y
deseos -tal y como ocurre con los adultos- siempre estarán confrontados con la
realidad (bien sea económica, en cuanto a juguetes prohibidos…). Es necesario
hacer partícipe al niño de dicha realidad, enseñándole a apreciar sus deseos en
convivencia con ésta. No se trata de frustrar al niño o sumergirlo en las
frustraciones de la vida adulta, pero sí de estimular su resiliencia y
tolerancia a la frustración, las cuales tienen un valor educativo y adaptativo
vital.
Por otro lado, aunque parezca
contradictorio, la sobreestimulación conduce al aburrimiento. Esta es
precisamente una de las principales características de los niños y adolescentes
de hoy en día, atiborrados de información y estímulos, muchas veces caen en la
desconexión. Si buscamos alimentar la fantasía, imaginación y creatividad de
los niños, el exceso no es nuestra mejor opción.
Recordemos asimismo que la
cantidad no es sinónimo de felicidad, en este tema no aplica “cuanto más,
mejor”. Por el contrario, la sobreabundancia dificulta que el niño pueda sacar
el máximo provecho de los regalos, así como el verdadero disfrute de los
mismos, y disminuye el valor percibido de estos.
No sólo cuentan los regalos que hacen los padres
Dado que los niños probablemente
reciban regalos de otros miembros de la familia (abuelos, tíos…), es importante
dialogar y compartir con estos la visión que se tiene en cuanto a los regalos, para
que sea tenida en cuenta por los demás miembros de la familia. Esto no incluye
sólo la cantidad de regalos, sino también poder compartir información acerca de
lo que el niño necesita, las reglas estipuladas en casa en cuanto a los
juguetes (permitidos/no permitidos) y el valor de los mismos.
Regalo Vs. Esfuerzo
Una tendencia -y a la vez una
duda- frecuente de los padres, tiene que ver con transmitir a los niños la idea
de una relación entre los regalos recibidos y el esfuerzo. Aunque es importante
resaltar el valor del esfuerzo, así como el valor de las cosas, los regalos no
deberían presentarse como una moneda de cambio. Los regalos han de tener, sobre
todo, un valor emocional, algo que se ofrece sin esperar nada a cambio, por el
gusto de alimentar la ilusión del otro.
Es indudable que hemos de
fomentar conciencia en cuanto a que las cosas que obtenemos cuestan y merecen
un esfuerzo, sin embargo, cuando transmitimos la idea de que el esfuerzo se
basa en la recompensa material que se obtendrá, incurrimos en una
sobregeneralización que no es acorde con la realidad y con cómo funciona el
mundo, por lo que dejamos a los niños desprotegidos ante dicha realidad. Lo
cierto es que sabemos que, 1) es imposible “hacerlo todo bien” (y recibir
juguetes); o, 2) es imposible “hacerlo todo mal” (y no recibir juguetes). La
vida real no está compuesta por éxitos y fracasos absolutos, y este es un
aprendizaje que hemos de enseñar a nuestros niños.
En este sentido, “regalar carbón”
como reflejo de un “esfuerzo deficiente” por parte del niño, puede representar
un castigo emocional muy duro e innecesario, además de contraproducente.
Nuestro mundo adulto está cargado de creencias -muchas veces erróneas-,
percepciones y exigencias en cuanto al éxito y al fracaso, introducirlas al
mundo infantil a través de estas equiparaciones con los regalos y, sobre todo,
sin previa reflexión, dificulta el desarrollo sano de la motivación en los
niños.
La verdadera función
de los regalos
Quizá este sea uno de los
elementos más importantes. Más allá de enfocarnos únicamente en la cantidad, lo
que realmente importa son los regalos que se eligen y por qué los elegimos. Muchas
veces las dudas surgen cuando perdemos de vista este aspecto. ¿Qué función
tienen los regalos, para mí como padre/madre?
En algunos casos, la cantidad de
regalos está orientada a alimentar -de manera más o menos consciente- nuestra
valía como padres. Algunas veces, la necesidad de proporcionar gran cantidad de
regalos -o un tipo de regalo en particular- habla de los propios anhelos e
historias infantiles. Otras veces, la tendencia a enfocarse en la cantidad de
juguetes desvela el desconocimiento de los padres de las necesidades -sobre
todo emocionales- de sus hijos. Poder hacer una pequeña reflexión al respecto
permite hacer regalos más genuinos y elegir mejor.
Los juguetes y regalos son
importantes en la vida del niño, pero estos tienen una función precisa que en
ningún caso se trata de sustituir la atención, muestras de cariño y funciones de
los padres.
En líneas generales, cuando
escogemos los juguetes, debemos elegir aquellos adaptados a su edad, que
inviten a su imaginación, que apoyen su crecimiento o que alimenten
potencialidades del niño, sueños y habilidades. Los juguetes que posibilitan
momentos en los que se comparte con amigos o familiares también son buenas
opciones. Por último, recordemos, aunque parezca un apunte evidente, que el
mejor juguete no siempre es el más caro.
El regalo de la emoción
La Navidad y Reyes también es un
buen momento para enseñar valores y enriquecer el mundo emocional y afectivo de
los niños. Aprovechemos entonces para regalar tiempo, enseñar sobre la bondad y
el valor de compartir.
Aunque los regalos llenan de
ilusión a los niños, la mayoría olvida cuáles han sido los juguetes y objetos
que se les han regalado en años anteriores. Sin embargo, las emociones,
momentos y experiencias vividas en estas épocas, suelen perdurar en la memoria
de los niños y son a menudo más difíciles de olvidar y más fáciles de valorar.
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